
A menudo, el estrés de la vida diaria y la ansiedad por cumplir con todo se hacen sentir en el cuerpo. Pueden producir contracturas, palpitaciones, y hasta sensación de opresión en el pecho, lo que puede generar preocupación por la salud.
La pregunta es: ¿toda esta tensión emocional podría ser peligrosa y afectar la presión arterial y el corazón?
El doctor Sergio Baratta, jefe de Cardiología del Hospital Universitario Austral explicó a Infobae: “Distintas situaciones de estrés agudo pueden causar un incremento transitorio de la presión arterial y en algunas situaciones el aumento sostenido puede provocar hipertensión arterial. Asimismo, tanto el estrés como la ansiedad están asociados con un mayor riesgo de hipertensión arterial y eventos cardiovasculares”.
Por otra parte, la doctora María Bárbara Nigro, especialista en cardiología e hipertensión arterial, magister en hipertensión arterial, perteneciente al Comité de Hipertensión Arterial de la Federación Argentina de Cardiología (MP 27231/ ME 11511), explicó a Infobae que la llamada “presión nerviosa” o la elevación de la presión arterial asociada al estrés no es una condición específica, sino que es una respuesta normal fisiológica del cuerpo ante una situación estresante.

La experta detalló: “El estrés puede desencadenar la liberación de hormonas de nuestro cuerpo que aumentan en forma temporal la presión arterial, pero no significa que seamos hipertensos a largo plazo. Ante una situación de estrés o de ansiedad o de nerviosismo nuestro cuerpo libera hormonas como el cortisol y adrenalina que aceleran nuestro corazón, el ritmo cardíaco, producen vasoconstricción en nuestras arterias y elevan la presión arterial. Pasada esta circunstancia que sea temporal, la presión arterial vuelve a la normalidad una vez que se resuelve la situación estresante. Por lo tanto, esta situación de hipertensión aguda o nerviosa se resuelve”.
Además, la doctora Nigro señaló que los episodios de ansiedad, igual que los ataques de pánico, pueden causar picos transitorios y bruscos de hipertensión arterial.
A su vez, el doctor Baratta refirió: “La ansiedad, que hasta cierto nivel puede ser normal, es una sensación de preocupación o miedo tanto a cuestiones conocidas o puntuales como desconocidas. El estrés y la ansiedad se relacionan. Mientras que el estrés puede ser reinterpretado a través del aprendizaje como algo positivo o al menos neutro, ajeno al peligro, la ansiedad siempre es desagradable”.

El experto recomendó: “Ante estas situaciones, la persona debe tomarse la presión arterial con la técnica correcta, luego de 5-10 minutos de reposo, intentando hacer ejercicios de relajación. La persistencia de valores elevados en sucesivas mediciones exigen una consulta con el objetivo de descartar un respuesta reactiva transitoria de un diagnóstico definido de hipertensión arterial”.
El doctor Daniel López Rosetti, médico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) (MN 62540), explicó en un artículo en Infobae: “Muchas veces, los pacientes me comentan: “Doctor, estoy pasando una etapa difícil, mucho trabajo, mucho estrés. Me tomé la presión y la tengo alta, pero me quedo tranquilo, es ’presión nerviosa’. Cuando los escucho, siempre respondo que eso no existe. No hay publicación científica, no hay ningún libro médico que mencione algo así como ‘presión nerviosa’”, reafirmó el médico.
Y refirió que es comprensible que muchas personas intenten dar una explicación lógica y accesible a un momento de incomodidad o tensión, pero en realidad lo que ocurre es que “el cuerpo, en situaciones de estrés agudo, ya sea por un accidente de tránsito, una discusión fuerte o cualquier otra situación que nos provoque una activación emocional o física, reacciona. Es una respuesta natural. El corazón late más rápido, la presión arterial se eleva, y todo esto tiene sentido porque el organismo se prepara para enfrentar lo que está ocurriendo, para combatir o escapar de la situación. Pero este aumento en la presión es temporal y no debe confundirse con una enfermedad crónica”, destacó el experto.
Cómo inciden las emociones en la presión arterial y el corazón

La ansiedad y la falta de gestión del estrés pueden contribuir a la aparición de la hipertensión arterial, explicó la doctora Nigro y añadió que el estrés se podría considerar como un factor de riesgo que contribuye a la enfermedad cardiovascular.
La doctora Nigro señaló que la hipertensión arterial es una condición compleja que puede estar influenciada “por factores genéticos, ambientales, por el estilo de vida, los hábitos tóxicos que tenga el paciente, como el tabaquismo, el sedentarismo, el alcoholismo, las drogas lícitas e ilícitas o por otros problemas de salud. El estrés crónico puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y no cardíacas. Dentro de las cardíacas, principalmente incrementa los accidentes cerebrovasculares y otros problemas de salud. El estrés y la ansiedad también contribuyen mucho a las dificultades en la conciliación del sueño y causan insomnio”.
La experta aclaró que las drogas lícitas son los medicamentos y consideró importante que las personas sepan que también pueden subir la presión. “Muchas de ellas, que los médicos indicamos dan hipertensión, por ejemplo, los ansiolíticos, los antidepresivos, los medicamentos para el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), jarabes para la tos, los corticoides y los antiinflamatorios. Son medicamentos que son drogas lícitas y dan hipertensión arterial”, remarcó la médica.

El doctor Baratta señaló, por su parte, cómo los factores psicoemocionales afectan el organismo: “El estrés es una respuesta multimodal, coordinada e integrada, que se produce cuando los estímulos estresores (internos o externos) superan nuestra capacidad de afrontarlos apropiadamente. Puede ser agudo o crónico, y –si resulta de intensidad o duración suficientes– es capaz de generar enfermedad cardiovascular".
El experto distinguió entre estrés agudo y episodios de ira:
“El estrés agudo consiste en una reacción intensa, probablemente displacentera en el plano físico y psicoemocional, que se suscita después de una situación percibida como amenazante o peligrosa. El estrés agudo se asocia con eventos cardiovasculares (hipertensión arterial, infarto agudo de miocardio, accidente cardiovascular, muerte súbita)“, describió el médico.
Y completó: “Los episodios de ira también pueden ser disparadores de eventos cardiovasculares. Los eventos deportivos de jerarquía (final del Mundial de fútbol) o grandes crisis (el corralito en el año 2001) pueden actuar como estímulos estresantes y aumentar las tasas de enfermedad cardiovascular y muerte súbita. Un mayor impacto se observa en pacientes con enfermedad coronaria conocida. Este último aspecto, realza la importancia de trabajar sobre los factores psicoemocionales en las personas con antecedentes cardiovasculares y no limitarse al tratamiento farmacológico, la nutrición y la actividad física”.

Cómo cuidar la salud cardiológica del estrés y la ansiedad
El doctor Baratta explicó que los programas de reducción de estrés basado en mindfulness y la terapia cognitivo-conductual han mostrado resultados positivos en la reducción de la presión arterial.
“Actividades como bailar y escuchar música también contribuyen a la disminución de la presión arterial. El ejercicio físico libera endorfinas, neurotransmisores que actúan como analgésicos naturales y generan una sensación de bienestar y euforia. Este efecto, comúnmente conocido como “euforia del corredor”, ayuda a reducir los niveles de ansiedad y mejorar el estado de ánimo", afirmó.
Por otro lado, destacó que hay que separar las técnicas de relajación de la meditación. “Con las técnicas de relajación, justamente se busca relajar la tensión muscular que suele estar aumentada y puede generar mareos (contractura cervical), dolores de espalda (contractura de músculos paravertebrales, dorsales), dolor de pecho, cefalea (contractura de músculos occipitales). Este alivio permite disminuir el nivel de ‘alerta’ y así reducir la activación simpática. En cambio, en la meditación se entrena la atención", explicó.

Y añadió: “Las técnicas de relajación pueden ser muy útiles antes de meditar para encontrar un contexto emocional acorde. Hacer ejercicios de relajación puede brindar muchos beneficios, como disminuir la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, la actividad de las hormonas del estrés, mejora la atención y el estado de ánimo, la calidad del sueño, reduce la fatiga y la ira. La clave para obtener beneficios de estas técnicas es practicarlas regularmente y encontrar las que funcionen mejor para cada uno".
De acuerdo a la doctora Nigro para mantener la salud cardiovascular hay tres pilares: “El primero es mantener una dieta equilibrada que ayuda a tener la presión arterial dentro de los límites saludables. Segundo, para la ansiedad y el estrés, practicar la relajación muscular, la respiración profunda y la meditación ayudan mucho. Hacer ejercicio de forma regular contribuye a reducir el estrés y a mejorar la salud cardiovascular. Se recomienda realizar actividad física regular durante 150 minutos por semana", señaló la médica.
Finalmente, el tercer pilar es buscar apoyo social: “Hablar con amigos, familiares y un profesional de la salud, también ayudan a manejar el estrés. Siempre, por cualquier motivo que uno acuda a un centro de salud tenemos que hacernos controlar la presión arterial. Es fácil. Es sencillo. Controlemos la presión arterial”, recomendó la experta.

Claves para tomarse bien la presión
Controlarse la presión arterial en casa es una herramienta clave para la salud cardiovascular. Sin embargo, muchos lo hacen de manera incorrecta sin saberlo.
“Lo ideal es tomar al menos dos mediciones consecutivas, con un pequeño intervalo entre ambas. Si hay una diferencia de más de 10 milímetros de mercurio en la presión máxima entre las dos mediciones, se recomienda realizar una tercera y promediar los valores de la segunda y la tercera”, explicó el doctor Sergio Baratta, quien brindó estas recomendaciones para una medición fiable:
● Respecto a los equipos domésticos. Conviene utilizar un tensiómetro de brazo validado, preferentemente automático, en tanto requiere menos calibraciones. El aneroide -es decir, el del relojito-, en cambio, debe calibrarse cada seis meses, algo que rara vez la gente lleva a cabo.
● El tamaño del manguito sí importa. Si el manguito es demasiado pequeño, puede sobreestimar la presión; si es demasiado grande, subestimarla. Para saber el talle correcto, se debe medir la circunferencia del brazo y luego verificar si coincide con la medida indicada en el tensiómetro.

● En cuanto a la colocación del brazalete, debe ir dos centímetros por encima del pliegue del codo, directamente sobre la piel, sin que medie la ropa. No debe estar ni muy flojo ni muy ajustado: deben entrar dos dedos entre el manguito y el brazo.
● Hacer un período de reposo durante la preparación: de 3 a 5 minutos, en un lugar tranquilo.
● En lo que refiere a la postura, necesita ser relajada, de lo contrario puede alterar la medición. Es importante sentarse con la espalda apoyada en el respaldo y los pies en el suelo, sin cruzar las piernas. Apoyar bien la cola en el asiento. Y mantener el brazo relajado, con la palma hacia abajo y a la altura del corazón.

● Otras condiciones a tener en cuenta. Esperar al menos 30 minutos si se ha consumido alcohol, cafeína, bebidas gaseosas, fumado o realizado ejercicio intenso. No medir la presión en presencia de dolor. Vaciar la vejiga antes de la medición.
● No se debe hablar ni mascar chicle durante la medición.
¿Cuáles son los valores de referencia? El doctor Sebastián Obregón, jefe del Centro de Hipertensión Arterial del Hospital Universitario Austral, señaló: “Por consenso científico los valores son: menos de 130 milímetros de mercurio (mm Hg) para la presión arterial sistólica, y menos de 80 mm Hg para la diastólica. “Si las mediciones dan valores iguales o superiores a 140-90 repetidamente en el tiempo, recién entonces podríamos estar frente a un cuadro de hipertensión. En el caso de las mediciones domiciliarias, la referencia es ligeramente distinta, 135-85, por algo que llamamos ‘fenómeno de guardapolvo blanco’: la tensión adicional, de estrés, que los pacientes sienten en el consultorio”, reveló el profesional.
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