
La ansiedad, uno de los problemas de salud mental más frecuentes en la actualidad, suele tratarse desde una óptica centrada en los pensamientos.
Sin embargo, Russell Kennedy, médico, neurocientífico y autor del libro Anxiety Rx, plantea un enfoque radicalmente distinto: la ansiedad es ante todo una “alarma” corporal originada en experiencias emocionales no resueltas, especialmente durante la infancia.
Según explicó en una entrevista con el podcast Modern Wisdom, la clave para sanar no está solo en cambiar pensamientos, sino en reparar esa raíz somática y emocional que persiste en el cuerpo.
“La ansiedad no es solo un problema de pensamientos, sino de una alarma corporal no resuelta”, afirmó el especialista, cuyas ideas despertaron un creciente interés en el ámbito clínico.
Ansiedad e intolerancia a la incertidumbre: el papel de la infancia
De acuerdo con Kennedy, la ansiedad puede entenderse como una intolerancia a la incertidumbre. “Nuestra especie ha vivido siempre en la incertidumbre, pero hoy estamos tan distraídos y saturados que ya no tenemos espacio para enfrentarla”, indicó en el experto a Chris Williamson, conductor del podcast .
Muchas personas que atravesaron traumas o carencias emocionales en la infancia desarrollan una sensibilidad extrema ante lo incierto. Cuando esto resulta insoportable, la mente activa la preocupación como defensa, generando escenarios negativos con el fin de predecir lo desconocido.

El experto compartió su experiencia personal: creció con un padre diagnosticado con esquizofrenia y trastorno bipolar, lo que generó un entorno impredecible. “Ver a mi padre perder la razón fue muy difícil. Él era cariñoso cuando estaba bien, pero su enfermedad traía mucha incertidumbre”, relató.
La falta de reparación emocional tras estos episodios, es decir, la ausencia de consuelo o validación deja una huella profunda en el sistema nervioso y predispone a la ansiedad crónica en la adultez.
El ciclo de la alarma: cómo cuerpo y mente se retroalimentan
Uno de los conceptos clave en la propuesta de Kennedy es el “ciclo de alarma”, un proceso en el que la alarma corporal y la preocupación mental se refuerzan mutuamente.
El especialista describió la ansiedad como la interacción entre una sensación física de alarma, una tensión o energía alojada en el cuerpo, y los pensamientos que intentan explicarla.
“La alarma nace en el cuerpo, como respuesta a traumas infantiles que fueron demasiado intensos para procesar y que quedaron almacenados en el inconsciente”, detalló.

A través de la percepción interna del cuerpo, el cerebro detecta esta alarma y construye pensamientos negativos para darle sentido. Así, la preocupación incrementa la alarma y viceversa, perpetuando el ciclo.
Este mecanismo tiene raíces evolutivas, pero hoy se ve agravado por la sobreexposición a estímulos y la falta de espacios emocionales. “La preocupación hace que lo incierto parezca más cierto. Aunque sea una certeza negativa, el cerebro obtiene una pequeña recompensa por creer que entiende lo que pasa”, explicó Kennedy.
Infancia, trauma y reparación emocional
La influencia de la infancia en la ansiedad adulta es central en el enfoque de Kennedy. Aunque aclaró que no todo se explica por el trauma, sostiene que la falta de reparación emocional tras experiencias difíciles es un factor determinante.
“Si tus padres discutían y luego te explicaban que todo estaba bien, tu sistema nervioso aprendía a ser resiliente. Si no hubo reparación, la herida queda abierta”, afirmó.
El médico expuso casos de pacientes que crecieron con padres emocionalmente ausentes o inestables, lo que generó patrones de hipervigilancia y búsqueda constante de aprobación.

“El miedo al abandono lleva a muchos a complacer a los demás para recibir afecto”, explicó. Esta dinámica se traduce en una sensibilidad extrema a las emociones ajenas y en la tendencia a priorizar necesidades externas por encima de las propias.
Kennedy también abordó la compulsión a repetir situaciones familiares dolorosas en la adultez, como elegir parejas con rasgos similares a los padres. “Lo familiar se asocia con seguridad, aunque sea dañino”, advirtió.
Diferencias de manifestación entre hombres y mujeres
El especialista observó diferencias significativas en cómo se expresa la ansiedad según el género. En las mujeres, predomina la rumiación: revisión constante de situaciones pasadas, atención excesiva a detalles y autocrítica persistente. “Las mujeres tienen un repertorio emocional más amplio y procesan la ansiedad a través de la empatía y la preocupación”, indicó.
En los hombres, en cambio, la ansiedad se manifiesta como irritabilidad o frustración. “La irritabilidad es una vía de escape socialmente aceptada para los hombres, más que la tristeza o el miedo”, señaló Kennedy a Williamson.
El neurocientífico subrayó la importancia de normalizar la expresión emocional masculina, incluido el llanto y la búsqueda de apoyo entre pares.
Críticas a los enfoques tradicionales
Kennedy cuestionó la efectividad de los tratamientos convencionales para la ansiedad cuando se aplican de forma aislada, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) o los fármacos. “La TCC ayuda a salir del rol de víctima, pero no alcanza la raíz somática del problema”, comentó en Modern Wisdom.
Respecto a la medicación, reconoce su utilidad en ciertos casos, pero advierte que muchas veces solo mitiga los síntomas. “Como médico, era frustrante recetar medicamentos y ver que los conflictos emocionales seguían intactos”, relató.

Según Kennedy, el sistema de salud carece de recursos y formación adecuados para trabajar con el trauma y la reparación emocional.
Recomendaciones prácticas: conectar con el cuerpo
En contraste con estos enfoques, Kennedy propuso prácticas centradas en la terapia somática y la reconexión corporal. Recomienda ejercicios como la respiración consciente, la meditación o la exploración de sensaciones físicas asociadas a la ansiedad.
Sugirió identificar una situación que genere ansiedad, localizar la sensación en el cuerpo (presión, calor, color, tensión) y colocar la mano en esa zona mientras se respira profundamente. “Esa alarma es tu versión más joven, la parte que no recibió contención. No se trata de pensar el problema, sino de sentirlo y acompañarlo”, explicó.
También aconsejó alternar entre sensaciones dolorosas y recuerdos positivos para no quedar atrapados en el malestar. Además, recomendó herramientas como hipno-meditaciones, escritura terapéutica, diálogo y participación en grupos de apoyo, especialmente para hombres con dificultad para verbalizar emociones.
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