
La relación entre salud y naturaleza ha despertado un interés creciente en la comunidad científica. Diversos estudios han comenzado a mostrar que la simple acción de caminar al aire libre o pasar tiempo en un entorno natural puede influir positivamente en el bienestar físico y mental.
Esta tendencia, conocida como prescripción social verde, promueve la integración de la naturaleza en la vida cotidiana como una estrategia accesible para quienes desean mejorar su calidad de vida. Ya sea paseando por un parque, sentándose en un patio o incorporando elementos naturales en el hogar, la evidencia científica respalda que incluso exposiciones breves pueden marcar la diferencia.
Lo más relevante es que no se requieren grandes desplazamientos ni largas jornadas: dedicar apenas 20 minutos a estar en contacto con la naturaleza puede generar efectos mensurables en el organismo. A continuación, se presentan los principales beneficios de la naturaleza identificados por la ciencia al dedicar 20 minutos a un entorno natural.
Beneficios a la salud de caminar o estar en la naturaleza
Diversas investigaciones han identificado cinco efectos positivos que se producen al interactuar con entornos naturales durante al menos 20 minutos. Cada uno de estos beneficios contribuye de manera específica al bienestar general.
Relajación inconsciente
El sistema nervioso autónomo responde de manera inmediata ante estímulos naturales como el color verde de los árboles, el aroma a pino o el sonido de las hojas y los pájaros. Estos estímulos provocan cambios fisiológicos como la disminución de la presión arterial, la variabilidad del ritmo cardíaco y la frecuencia cardíaca, todos ellos asociados con un estado de calma.
Un estudio practicado con casi 20.000 personas demostró que quienes pasaban al menos 120 minutos semanales en zonas verdes presentaban una mayor probabilidad de gozar de buena salud y bienestar psicológico. La evidencia ha impulsado iniciativas que conectan a las personas con la naturaleza para mejorar su felicidad y calidad de vida.

Se reinician las hormonas
El contacto con la naturaleza también influye en el sistema endocrino, reduciendo los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas asociadas al estrés y la ansiedad. Pasar tiempo al aire libre lo activa y contribuye con este descenso hormonal. Una investigación mostró que personas expuestas durante tres días al aroma de aceite de un árbol japonés en una habitación de hotel experimentaron una notable reducción de adrenalina y un aumento significativo de las células asesinas naturales (NK), que combaten los virus en el cuerpo.
Un fin de semana en la naturaleza puede tener un impacto considerable en el sistema inmunológico, manteniéndose hasta un 24% por encima del valor inicial incluso un mes después. Incluso, aquellos periodos más breves en la naturaleza generan efectos positivos, aunque de menor magnitud.
El bienestar asociado al olfato
Los aromas de los árboles y el suelo contienen compuestos orgánicos que, al ser inhalados, pueden ingresar al torrente sanguíneo y producir efectos inmediatos. El olor de un bosque de pinos puede inducir una sensación de calma en tan solo 90 segundos, con un efecto que se prolonga durante unos 10 minutos.
La influencia del olfato va más allá de la experiencia subjetiva: expertos demostraron que incluso bebés muy pequeños, sin memoria asociada a ciertos olores, se tranquilizaban al inhalar limonero, un compuesto vinculado a la calma, en la habitación donde se encontraban.
Introduce bacterias buenas al intestino
El contacto directo con el suelo y las plantas permite la incorporación de bacterias beneficiosas al microbioma intestinal, similares a las que se encuentran en probióticos o bebidas fermentadas.
La inhalación de ciertas sustancias presentes en la naturaleza puede mejorar el estado de ánimo, y los fitoncidas, compuestos antimicrobianos liberados por las plantas, podrían ayudar a combatir enfermedades. La naturaleza representa un entorno que estimula el sistema inmunológico, y permitir que los niños jueguen en la intemperie facilita la entrada de microorganismos beneficiosos a través de la nariz o la boca.
Para obtener estos resultados no es imprescindible desplazarse a un bosque, sino que pequeños elementos naturales en el entorno, pueden generar un efecto calmante sobre la actividad cerebral. En el ámbito olfativo, el uso de difusores con aceites esenciales como el pineno puede inducir tranquilidad. Incluso, contemplar algo verde puede desencadenar cambios calmantes en las ondas cerebrales y reducir el estrés.

Asociación de la naturaleza con la reducción del estrés
Un estudio publicado en 2019 en la revista Frontiers in Psychology y compartido por la Universidad de Harvard, analizó el impacto de pasar al menos 20 minutos en contacto con la naturaleza sobre los niveles de cortisol, la principal hormona del estrés.
Los investigadores solicitaron a 36 personas que dedicaran al menos 10 minutos, tres veces por semana durante dos meses, a interactuar con la naturaleza en espacios al aire libre. Durante estas sesiones, los participantes caminaban o se sentaban, evitando el ejercicio físico previo y cualquier estímulo no relacionado, como redes sociales, llamadas telefónicas, conversaciones o lectura.
El análisis de muestras de saliva tomadas antes y después de la exposición reveló que el mayor descenso en los niveles de cortisol se producía tras 20 a 30 minutos en la naturaleza, y que a partir de ese punto la reducción adicional del estrés se acumulaba de manera más lenta. Asimismo, demostró que ni la hora del día ni el tipo de entorno natural modificaron los resultados.
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