
La idea de que los lácteos provocan inflamación ha circulado durante años, generando debate en ámbitos de nutrición y salud pública. Las conclusiones dependen del tipo de alimento y de condiciones individuales, como la alergia a los lácteos o la intolerancia a la lactosa.
El gastroenterólogo Rudolph Bedford, del Providence Saint John’s Health Center en Santa Mónica, explicó a Prevention: “Desde un punto de vista científico, no es así”. Estudios recientes, incluidas revisiones sistemáticas en revistas de nutrición y el análisis de organizaciones como Mayo Clinic, sugieren que productos como la leche, el queso y el yogur podrían incluso contribuir a reducir algunos marcadores inflamatorios en personas sanas.
Por su parte, el nutricionista Scott Keatley, copropietario de Keatley Medical Nutrition Therapy, señaló a Prevention que la literatura científica no ha encontrado relación entre el consumo de lácteos y procesos inflamatorios en ausencia de alergias.
La inflamación, asociada a enfermedades crónicas, resulta de múltiples factores, pero los lácteos no destacan entre los principales desencadenantes para la población general.
Diferencias entre tipos de lácteos y potencial inflamatorio

No todos los lácteos presentan el mismo impacto en cuanto a inflamación. Scott Keatley explicó a Prevention que el foco está en los productos finales de glicación avanzada (AGE), compuestos que surgen al combinarse proteínas o grasas con azúcares.
Si bien la leche contiene AGE, sus niveles son mucho menores que los de productos como leche condensada, leche evaporada y quesos curados, y también inferiores a los de alimentos como las verduras asadas.
Por otro lado, los lácteos fermentados, como yogur y kéfir, aportan bacterias que benefician la microbiota intestinal y promueven la producción de compuestos antiinflamatorios, ayudando a la salud digestiva. Respecto al contenido graso, Keatley advirtió que el exceso puede favorecer la obesidad, una condición inflamatoria, aunque el riesgo depende de la cantidad consumida y no del producto en particular.
Los lácteos no generan inflamación en personas sanas
Las revisiones sistemáticas más recientes, como las publicadas en Journal of the American College of Nutrition y avaladas por Mayo Clinic, confirman que los lácteos no generan inflamación en individuos sanos.

El consumo de leche, queso y yogur puede formar parte de una dieta equilibrada sin aumentar el riesgo de procesos inflamatorios, siempre y cuando no haya alergia o intolerancia. En personas sanas, los lácteos no solo no incrementan la inflamación, sino que pueden contribuir a la salud digestiva y nutricional.
Casos en los que los lácteos pueden causar inflamación
Existen situaciones en las que los lácteos sí pueden provocar inflamación, especialmente en personas con alergia o intolerancia a la lactosa.
Albert Matheny explicó a Prevention que las alergias suelen detectarse en la infancia, aunque también pueden aparecer en adultos, y se manifiestan con síntomas como urticaria, molestias estomacales, vómitos, heces con sangre e incluso anafilaxia, una reacción grave que afecta la respiración.

En el caso de la intolerancia a la lactosa—una condición frecuente con el envejecimiento—el intestino delgado no produce suficiente lactasa, la enzima necesaria para digerir la lactosa. Bedford apuntó que los síntomas pueden ser hinchazón, dolor abdominal, gases y, a veces, diarrea tras consumir lácteos.
Qué hacer si se deben evitar los lácteos
Cuando es necesario evitar los lácteos, los expertos de Prevention recomiendan prestar atención a la obtención de ciertos nutrientes claves. Keatley indicó que los lácteos son una fuente importante de calcio y vitamina D, por lo que quienes los eliminan de su dieta deben buscar alternativas como leches vegetales fortificadas, verduras de hoja verde o pescado.
También resulta crucial asegurar la ingesta adecuada de proteína y vitamina B12, particularmente en dietas vegetarianas. Matheny afirmó que la mayoría de las personas no cubre sus necesidades proteicas, por lo que sugiere incluir fuentes como carne, frutos secos y semillas.

Ante cualquier duda sobre la tolerancia a los lácteos, los especialistas aconsejan consultar con un médico para una evaluación personalizada. Según Prevention y Mayo Clinic, quienes no experimentan síntomas tras consumir lácteos pueden mantener estos productos en su alimentación sin preocupación de que generen inflamación.
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