
Desde hace algún tiempo los ansiolíticos y las drogas benzodiacepinas que los involucran, están bajo la lupa por los médicos y científicos. Se trata de medicamentos llamados psicotrópicos y sintéticos que se usan en medicina para tratar problemas como: trastornos de ansiedad, estrés o insomnio.
Su fórmula química es C15H12N2O y se trata de un agente depresor del sistema nervioso que actúa de una forma más selectiva que otros fármacos barbitúricos.
Pero la ciencia ya ha identificado que este tipo de ansiolítico no es inocuo a la salud. Su uso crónico y prolongado tiene consecuencias y la primera es un aumento del riesgo de mortalidad en un 21 por ciento, según datos presentados el año pasado por expertos en el XXIX congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

El medicamento realiza su función sobre el sistema límbico, involucrado en el control de las emociones y el estado de la conducta, actuando así como depresores del sistema nervioso central, dando una sensación de tranquilidad similar al de algunas drogas. Por ello solo deben ser prescritas por un profesional de la medicina.
Concretamente es un medicamento usado para tratar problemas de ansiedad, estrés, insomnio, contracturas musculares y convulsiones epilépticas. Pero que tomado de manera continua -durante más de tres meses- provoca debilidad muscular, problemas de coordinación motora y alteraciones en la memoria.
“La medicación puede ser útil al inicio de la terapia, especialmente si alguien tiene dificultades hasta el punto de afectar su capacidad para participar en el tratamiento. Pero los ansiolíticos pertenecen a una categoría diferente. Las benzos amplifican un neurotransmisor conocido como GABA, que actúa para inhibir la actividad neuronal y reducir las sensaciones estresantes. No es de extrañar que tanto pacientes como amigos me digan que las benzodiazepinas les ayudan a calmar sus cuerpos y mentes para poder conciliar el sueño rápidamente”, explicó la doctora Jenny Taitz psicóloga clínica y profesora clínica asistente de psiquiatría en la Universidad de California, en Los Ángeles, en un ensayo de su nuevo libro “Stress Resets: How to Soothe Your Body and Mind in Minutes”, publicado esta semana.

“El problema es que cuando empiezas a tomar una benzo, el cerebro reduce su producción natural de GABA, lo que significa que la disminución gradual del medicamento puede provocar síntomas de ansiedad aún peores, junto con síntomas de abstinencia extremadamente desagradables. He visto a muchos de mis pacientes volverse dependientes de las benzos y luego tener que desintoxicarse, una experiencia que les provoca sudoración, dolores de cabeza, dolores musculares, insomnio, irritabilidad y náuseas. El uso excesivo de benzo también puede provocar agresividad y falta de juicio, y aumentar el riesgo de demencia a largo plazo”, subrayó la especialista.
Y agregó: “Tomar un sedante consiste en escapar de esas sensaciones y emociones, cuando en realidad lo que necesitamos aprender es a aceptarlas. Es casi una dolorosa paradoja que en los momentos en que más necesitamos pensar, este medicamento embota la capacidad de ser astuto”.
Es que las benzodiacepinas se recetan habitualmente para reducir los niveles de ansiedad, pero ocurre con frecuencia que se consumen durante mucho más tiempo de lo que el tratamiento con estos fármacos aconseja.

Para el doctor Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra y especialista en salud mental, el advenimiento de drogas psicoactivas, conocidas como psicofármacos, ha mejorado mucho la posibilidad de tratamiento en una amplia gama de enfermedades psiquiátricas. “Sin embargo, el camino no está desprovisto de una serie de peligros. Sin contar los inconvenientes ligados a la indicación no adecuada, que nace de un diagnóstico incorrecto, y que, en muchos casos, se convierte en la regla y no en la excepción”, apuntó el experto neurólogo en una columna reciente para Infobae.
“Este tema se está convirtiendo en un asunto de salud pública, ya que el número de personas que toman psicofármacos ha aumentado de manera exponencial. Es decir, no solo está creciendo de manera continua y estable, sino que el crecimiento en sí mismo se está acelerando. Este incremento, al igual que todas las cuestiones relacionadas con la salud mental, se ha visto amplificado durante la pandemia y lo que se conoce como el período postpandemia, es decir, la actualidad”, precisó el experto.
Y concluyó: “Los psicofármacos son extremadamente útiles, en caso de estar bien indicados. Eso sí, deben darse bajo un diagnóstico muy preciso, con un control permanente, reevaluar las razones y estrategia de tratamiento de manera periódica, y especialmente no convertirlos en una tratamiento crónico”.

César Burgos, presidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, mencionó que aunque muchos de estos fármacos tienen restricciones para su venta y consumo, como ansiolíticos entre los que están las benzodiacepinas (diazepam, lorazepam, clonazepam), antipsicóticos y antiepilépticos, muchas veces no se advierte que su uso incluye la restricción de conducir.
En la lista de la FDA aparecen, entre otros, analgésicos, relajantes musculares medicinas que tratan la diarrea o previenen los síntomas del mareo. Pero también varios de los medicamentos que más consumen los colombianos, según un informe de la Universidad de La Sabana.
Para la doctora Taitz, otro problema crítico con estos medicamentos es que las personas comienzan a confiar en ellos como estrategia de afrontamiento a expensas de otras técnicas más saludables de regulación de las emociones.
“Si dejan de tomar las benzos puede ser difícil al principio, especialmente porque la respuesta al estrés durante la abstinencia temprana puede ser más intensa. Pero el esfuerzo vale la pena. Sin la medicación, tienen menos ansiedad y depresión, y son más capaces de mantenerse alerta e interactuar con el mundo en todos sus altibajos”, indicó la especialista.

El uso de la benzodiazepina puede generar efectos secundarios, como ocurre con todos los medicamentos. Algunos de los más frecuentes incluyen:
Sedación y somnolencia, que pueden afectar la capacidad de realizar tareas que requieran atención, como conducir o manejar maquinaria.
Mareos y aturdimiento, especialmente al levantarse rápidamente de una posición sentada o acostada.
Debilidad muscular, lo que puede ser particularmente restrictivo para personas que realizan actividades físicas.
Boca seca, que puede ser incómoda y puede llevar a problemas de higiene dental.
Cambios en el apetito, que pueden incluir tanto aumento como disminución.

Además, existen otros efectos secundarios menos frecuentes pero potencialmente más serios, tales como:
Trastornos respiratorios, como la depresión respiratoria, una condición seria que puede ocurrir con dosis altas o en combinación con otros depresores del SNC.
Alteraciones cognitivas, tales como confusión, problemas con la coordinación, y déficits de memoria.
Reacciones emocionales y cambios de humor, como la exacerbación de la depresión o la aparición de pensamientos suicidas.
Dependencia y síndrome de abstinencia, que puede manifestarse con la interrupción del consumo después de un uso prolongado o con dosis altas.
Tolerancia a los efectos del medicamento, que puede reducir su eficacia con el tiempo.
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