
La inactividad física se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo para la mortalidad global, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Practicar ejercicio de manera regular, incluso con actividades sencillas, puede reducir la posibilidad de desarrollar afecciones crónicas como hipertensión, problemas cardíacos, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer de mama y colon, además de contribuir a la salud mental.
En ese sentido, aunque la relación entre el ejercicio y el bienestar psicológico está bien establecida, aún se investiga cómo influyen los factores contextuales en estos beneficios.
Un estudio reciente de la Universidad de Georgia se adentró en este tema para analizar la incidencia del entorno, las circunstancias y las razones detrás de la actividad.

Patrick O’Connor, coautor de la investigación y profesor en el Departamento de Kinesiología del Mary Frances Early College of Education, señaló: “Históricamente, la investigación sobre la actividad física se ha centrado en la duración del ejercicio o la cantidad de calorías quemadas”.
“La ‘dosis’ de ejercicio ha sido la principal forma en que los investigadores han intentado comprender cómo la actividad física podría influir en la salud mental, ignorando a menudo si esos minutos se dedicaron a hacer ejercicio con un amigo o como parte de un juego”, sumó.
Si bien se ha demostrado que actividades recreativas como correr, hacer yoga o montar en bicicleta están asociadas con mejoras en la salud mental, los beneficios pueden variar considerablemente dependiendo de las circunstancias en que se realicen, según los investigadores.

Para analizar estos factores, los expertos revisaron tres tipos de evidencia: grandes estudios epidemiológicos que examinaron la salud en diversas poblaciones, ensayos controlados aleatorios que compararon grupos con y sin actividad física, y un número creciente de investigaciones que exploran cómo el contexto influye en estos efectos.
“Por ejemplo, si un jugador de fútbol corre por el campo y patea el balón ganador, su salud mental es fantástica”, explicó O’Connor. “En cambio, si haces exactamente el mismo ejercicio, pero no anotas y te culpan, probablemente te sientas muy diferente. Anécdotas como estas demuestran la importancia del contexto incluso cuando las personas realizan una cantidad de ejercicio similar”.

“Los efectos promedio en la salud mental son bajos en todos los estudios controlados aleatorizados sobre el ejercicio, y esto se debe en parte a que la mayoría de los estudios se centraron en personas sin depresión ni ansiedad; sin embargo, se observan efectos mayores en esos estudios”, agregó O’Connor.
“Les comunicamos a los científicos que se necesitan estudios controlados más amplios y a largo plazo para demostrar de forma convincente si el ejercicio realmente impacta en la salud mental”, precisó.
Por qué importa el contexto
Para estos expertos, la evidencia sobre los factores contextuales que influyen en la actividad física sigue siendo escasa, aunque se considera un área clave para comprender cómo se producen los beneficios.
Una misma actividad física puede tener efectos muy diferentes dependiendo de aspectos como quién la acompañe, el entorno en el que se realice, el horario o las condiciones bajo las cuales se practique.
Los coautores de este planteo incluyen a Eduardo Bustamante (Universidad de Illinois en Chicago), Angelique Brellenthin (Universidad Estatal de Iowa) y David Brown, recientemente retirado de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

El contexto incluye una variedad de elementos, desde la interacción con otros participantes y el estilo del instructor, hasta factores externos como el clima o la hora del día.
“Si estás afuera y hace calor, y tienes que caminar al trabajo, eso es parte del contexto. O si vas a una clase de ejercicio en grupo, con algunos instructores te gustan mucho y con otros no. Así que eso también es parte del contexto”, explicó Patrick O’Connor.
“Si buscamos mejorar la salud mental de las personas mediante el ejercicio, no solo debemos pensar en la dosis y el modo, sino que también debemos preguntarnos: ¿cuál es el contexto?”, afirmó.
Para el investigador, el impacto no depende únicamente del movimiento en sí, sino del entorno, la experiencia y el significado que acompañan a la actividad física.
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