
El envejecimiento poblacional incrementó la urgencia de identificar estrategias que ayuden a prevenir o retrasar enfermedades neurodegenerativas como la demencia, una condición que afecta a más de 55 millones de personas en todo el mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Nuevas investigaciones destacaron el impacto de factores cotidianos en el desarrollo de estos trastornos. El BBC Science Focus destacó que uno de los enfoques más prometedores apunta a la importancia del entorno social: mantener vínculos personales activos y frecuentes podría tener un efecto protector sobre la salud cerebral.
Dos estudios realizados en el Reino Unido y Estados Unidos reforzaron esta hipótesis al encontrar que una vida social activa se asocia con un menor riesgo de demencia y un retraso significativo en la aparición de los síntomas. Estas perspectivas cuestionaron la idea de que el aislamiento social es un síntoma temprano del Alzheimer.

Hallazgos principales: la vida social como factor protector
Ambos abordajes coincidieron en que la actividad social frecuente se asocia con un menor riesgo de demencia y un retraso considerable en la aparición de los síntomas. El equipo de la Rush University, en Estados Unidos, realizó la investigación con 1.923 adultos mayores durante casi siete años.
Los participantes con mayor interacción social recibieron el diagnóstico, en promedio, 5 años más tarde que aquellos con menor vida social. Además, presentaron un 38% menos de probabilidad de desarrollar demencia y un 21% menos de riesgo de deterioro cognitivo leve.
El estudio evaluó la frecuencia con que los participantes realizaban actividades como salir a comer, asistir a eventos deportivos, visitar a familiares, participar en servicios religiosos o hacer trabajo voluntario. Además, estas actividades podrían representar una estrategia accesible y económica para preservar la salud cerebral en la vejez.
Por su parte, el análisis liderado por el Dr. Scott Zimmerman, de Boston University, observó datos de casi 500.000 personas mayores de 40 años. BBC Science Focus detalló que quienes presentaban un mayor riesgo genético de Alzheimer tendían a reportar relaciones familiares más satisfactorias, menor sensación de aislamiento y vidas sociales más activas.

Sociabilidad aumentada en fases tempranas del Alzheimer
Los hallazgos arrojaron un resultado que desafía ideas previas sobre el Alzheimer: en las etapas iniciales, algunas personas podrían volverse incluso más sociables. El especialista Zimmerman explicó en BBC Science Focus: “Esto fue sorprendente para nosotros, esperábamos ver más evidencia de retiro social, pero encontramos lo contrario”.
Por su parte, el Dr. Ashwin Kotwal, profesor asociado de medicina en la Universidad de California en San Francisco (UCSF), afirmó que “la vida social puede incluso expandirse en etapas tempranas”. Esta observación no contradice del todo investigaciones previas sobre desconexión social, pero sí aporta nuevos matices.
Mientras que el Dr. Ruijia Chen, también coautor del estudio y con posdoctorado en Boston University, señaló: “Esto fortalece la idea de que mantenerse conectado socialmente podría proteger la salud cerebral”.
Según lo difundido por BBC Science Focus, el estudio concluyó en que los adultos con riesgo de Alzheimer no tienden a aislarse en las décadas previas al diagnóstico. Por el contrario, sus redes sociales podrían ampliarse, lo que cuestiona la noción de que el aislamiento es un signo temprano de la enfermedad.

Actividades sociales y reducción del riesgo
En Estados Unidos, el equipo de Rush University profundizó en la relación entre vida social activa y riesgo de demencia. Los investigadores consultaron a los participantes sobre la frecuencia de diversas actividades sociales, desde encuentros informales hasta eventos organizados. Además, evaluaron sus habilidades cognitivas mediante 21 pruebas diferentes aplicadas a lo largo del tiempo.
Tras ajustar por variables como edad y salud física, se confirmó que una vida social activa se vincula con un retraso de hasta 5 años en la aparición de demencia. “La actividad social desafía a los adultos mayores a participar en intercambios interpersonales complejos, lo que podría mantener redes neuronales eficientes”, señaló el epidemiólogo Bryan James, de Rush University
Las observaciones también indicaron que factores como la actividad física podrían influir en los resultados, ya que quienes socializan más tienden a moverse más. No obstante, la magnitud del efecto observado refuerza la relevancia de la vida social como posible herramienta de prevención.

Factores modificables y el papel de la socialización
Ambos estudios destacaron que, junto al componente genético, existen múltiples factores de riesgo modificables que influyen en el desarrollo de la demencia. Entre ellos se incluyen el ejercicio, el tabaquismo, la presión arterial, los niveles de glucosa, la calidad del sueño, la salud mental y el uso de ciertos medicamentos.
La especialista Ruijia Chen, señaló en BBC Science Focus que “este estudio sugiere que el vínculo entre el aislamiento social y el riesgo de demencia mostrado en otras investigaciones no se debe únicamente a que los síntomas tempranos de la enfermedad provoquen el retiro social”. Por tanto, fomentar la conexión social podría tener un efecto protector relevante sobre la función cerebral.
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