
La heladera es un elemento fundamental en cualquier cocina, responsable de preservar la seguridad de los alimentos hasta su consumo. Sin embargo, su eficacia depende en gran medida del control preciso de la temperatura interna.
Según advierten Oleksii Omelchenko, investigador de doctorado en listeria y otros patógenos invasores del Quadram Institute, y Judith Evans, profesora en la London South Bank University, en un artículo publicado en The Conversation, muchas heladeras domésticas mantienen un promedio de 5,3°C, ligeramente por encima del rango recomendado de seguridad alimentaria, que oscila entre 0 y 5°C. Aunque la diferencia parezca mínima, facilita la multiplicación de bacterias perjudiciales para la salud.
Factores que favorecen la proliferación bacteriana
Los especialistas explicaron que, además de la dificultad de muchas heladeras para medir y regular adecuadamente la temperatura interna, los usuarios suelen desconocer el significado real de los números del termostato.
El problema se agrava por las variaciones térmicas habituales: algunos aparatos superan los 5°C más de la mitad del tiempo, alcanzando picos de hasta 15°C.
Estas condiciones, según el medio, favorecen el crecimiento acelerado de microorganismos. Cada apertura de la puerta permite la entrada de aire caliente, aumentando temporalmente la temperatura y contribuyendo a la creación de un entorno ideal para las bacterias.

Sugerencias prácticas para preservar los alimentos
- Evitar abrir reiteradamente la puerta y cerrarla rápidamente puede reducir el ingreso de aire exterior.
- Omelchenko y Evans sugieren emplear organizadores giratorios para localizar rápidamente los productos sin prolongar la apertura.
- La limpieza periódica de las juntas de goma de la puerta previene la acumulación de suciedad y moho, asegurando un cierre hermético.
- La ubicación de los productos dentro de la heladera influye directamente en su conservación. Las zonas más frías suelen estar en la parte trasera, donde se recomienda almacenar leche y carnes crudas. La puerta, al ser menos fría, es más adecuada para bebidas o manteca.

El monitoreo como medida preventiva
Aunque muchas heladeras modernas incorporan sensores, estos suelen medir la temperatura en un solo punto. Un estudio citado por The Conversation señala que el 68% de los hogares nunca ajusta la temperatura.
Los autores recomiendan colocar varios termómetros en diferentes sectores del electrodoméstico. Si alguno registra más de 5°C de forma continua, es necesario realizar ajustes manuales.
Asimismo, llenar la heladera hasta aproximadamente un 75% de su capacidad facilita la circulación del aire frío. Productos como frutos secos, tomates, morrones, papas y miel pueden almacenarse en un armario fresco y seco, liberando espacio.

Riesgos invisibles: la presencia de patógenos
Una heladera bien mantenida reduce, pero no elimina, el riesgo de contaminación microbiológica. Omelchenko y Evans advierten que algunos patógenos, introducidos a través de alimentos o envases contaminados, pueden sobrevivir.
La Listeria monocytogenes, en particular, es capaz de prosperar a bajas temperaturas y representa un grave riesgo para mujeres embarazadas y adultos mayores.
Puede encontrarse en quesos blandos, pescados ahumados (incluido el sushi), embutidos, frutas preenvasadas, vegetales congelados y sándwiches listos para consumir.

Recomendaciones para evitar la contaminación cruzada
Los especialistas recomiendan separar siempre carnes y pescados crudos de alimentos listos para el consumo, y ubicar los productos cárnicos en la parte inferior para evitar el goteo sobre otros alimentos.
Se aconseja además consumir los productos ya preparados en un máximo de cuatro horas después de retirarlos de la heladera y lavarse las manos con agua y jabón antes, durante y después de manipular cualquier alimento.
Conclusiones para una mejor conservación y seguridad
Modificar ciertos hábitos puede mejorar notablemente la conservación y seguridad de los alimentos. El medio destaca que estas acciones no solo prolongan la vida útil de los productos y optimizan el funcionamiento del electrodoméstico, sino que también protegen la salud.
Los autores de The Conversation subrayan que confiar únicamente en el sentido del olfato para evaluar la seguridad de los alimentos es un error. Bacterias como la Salmonella o la Listeria no siempre generan olores perceptibles, lo que aumenta el riesgo de intoxicaciones alimentarias.
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