Silvia Severino, psicóloga: “No es que seas una persona vaga, es que tu cerebro funciona de una manera diferente”

La experta señala que hay veces en las que la procrastinación no está causada por pereza, sino por cuestiones como la ansiedad, el perfeccionismo o el agotamiento

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Aunque a veces sí es
Aunque a veces sí es simplemente pereza, en otras ocasiones la procrastinación se produce por cuestiones diferentes. (Freepik)

Ciertas tareas cotidianas pueden convertirse en un pequeño reto para muchas personas. Se pospone hasta el infinito pese a que realizarlas no llevaría más de una hora: doblar la ropa, contestar correos, colocar un armario de la habitación... En múltiples ocasiones, estas personas se enfrentan al adjetivo de “vagas”.

Y es cierto que en ocasiones esta procrastinación está relacionada con la simple pereza. Sin embargo, no siempre es así, ya que el comportamiento humano es complejo. Múltiples factores pueden influir en este sentido: la motivación, el estrés, la falta de descanso, la saturación mental, la educación recibida, la presión del entorno, los hábitos, el estado anímico. Y, junto a todo ello, la psicóloga Silvia Severino explica que en ocasiones se debe a cuestiones neurobiológicas.

“No es que seas una persona vaga, es que tu cerebro funciona de una manera diferente”, explica en uno de los vídeos recientes de su cuenta de TikTok (@silviaseverinopsico). Este mensaje (emitido por profesores, padres u otros familiares) puede llegar a arrastrarse durante años: “Si creciste escuchando ‘es que no te esfuerzas suficiente, te falta disciplina o nunca terminas aquello que empiezas’, es probable que lleves años cargando con una culpa que no te pertenece”.

Algunas personas con ansiedad o
Algunas personas con ansiedad o trastornos del estado de ánimo pueden retrasar sus tareas cotidianas. (Freepik)

El sistema de recompensa y la activación de la motivación

“Muchas veces no es cuestión de voluntad, sino de cómo funcionan ciertos circuitos de nuestro cerebro”, explica la psicóloga. Así, se refiere a condiciones como el TDAH, la ansiedad o algunos trastornos del estado de ánimo, que alteran el funcionamiento del sistema de recompensa, clave en la gestión de la dopamina y en la activación de la motivación. No es que siempre que una persona procrastine signifique que se enfrenta a estas condiciones, sino que a veces, en alguna gente, estas influyen en la manera en la que se enfrentan a las tareas cotidianas.

Esa diferencia modifica la forma en que muchas personas experimentan las tareas cotidianas. Así, lo que para algunos puede parecer sencillo, “como responder a un correo, ordenar la ropa o concentrarse, para ti se siente como subir una montaña”. Esto es porque la motivación no se activa con la misma facilidad en todos los cerebros.

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De la pereza a la falta de descanso

Severino destaca que el sistema motivacional no siempre obedece a decisiones conscientes. Para muchas personas, el inicio de una tarea requiere estímulo, novedad o una conexión emocional mínima que permita poner en marcha el circuito motivacional. “La motivación no siempre depende de elegir. A veces es un circuito que necesita estímulo, novedad o un mínimo de conexión emocional para ponerse en marcha”, resume.

Esto explica un contraste muy llamativo: la capacidad para entrar en hiperfoco cuando la actividad resulta interesante. “Por eso puedes pasarte horas hiperconcentrado en algo que te apasiona y al mismo tiempo posponer lo básico sin comprender del todo el porqué”, señala la psicóloga. “Eso no es dejadez, es neurobiología”.

Aunque esta explicación no debe absolutizarse, ya que hay personas que simplemente retrasan sus tareas por pereza, sirve para que muchas personas entiendan por qué se producen ciertas dinámicas o comportamientos. Así, hay veces que sí se trata de falta de hábito, organización deficiente o exceso de estímulos externos; otras, por el contrario, el problema viene del agotamiento, la ansiedad social, la carga mental acumulada o incluso el perfeccionismo.