Ángela Fernández, psicóloga, sobre cómo nos tomamos lo que la gente nos dice: “La forma en la que los demás actúan habla más de ellos que de ti”

La experta en salud mental destaca que el impacto emocional que nos generan los comentarios ajenos no depende de nosotros, pero sí en cierta manera cómo actuamos ante ellos

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La psicóloga explica que no
La psicóloga explica que no podemos controlar los pensamientos ajenos, pero sí modificar en cierta manera cómo actuamos ante ellos. (Freepik)

En una época marcada por la inmediatez y la exposición constante, las críticas (fundadas o no) circulan con una velocidad que a menudo supera nuestra capacidad de procesarlas. Comentarios al pasar, mensajes impulsivos o valoraciones emitidas sin cuidado pueden convertirse en pequeñas grietas que erosionan el bienestar emocional de quien los recibe. La sensibilidad ante lo ajeno, lejos de ser un signo de debilidad, forma parte de la condición humana, aunque nos esforcemos por aparentar que nada nos afecta.

El contexto no siempre acompaña. En un día agotador o en un momento de vulnerabilidad, un gesto o una frase pueden golpear a la persona con fuerza. Aun así, seguimos exigiéndonos una gran fortaleza: que nada nos duela. Pero esa expectativa resulta tan poco realista como injusta, y muchas veces termina convirtiéndose en una carga más pesada que la propia crítica recibida.

La psicóloga Ángela Fernández (@angelaprs.psicologia en TikTok), en uno de sus vídeos recientes publicado en redes sociales, descarga la culpa sobre la persona que recibe esa crítica. Tal y como destaca la experta, ese sentimiento de tristeza que aparece cuando alguien dice algo hiriente contra nosotros no podemos elegirlo.

Los comentarios de los demás
Los comentarios de los demás no definen lo que somos. (Freepik)

“No puedes elegir ni controlar las emociones que aparecen, independientemente de la persona que nos diga nada o del contenido de ese comentario. No puedes elegir lo que despierta en ti, pero puedes elegir cómo actuar después y si llevártelo a lo personal o no”, explica Ángela Fernández.

Darle a las palabras ajenas la importancia que tienen

La psicóloga propone separar el impacto inicial de la interpretación que realizamos después, pues ahí sí existe cierto margen de actuación que puede marcar la diferencia entre convertir una crítica en una herida o en algo que se disuelve con el tiempo. Así, hay que elegir entre “dejar que eso impregne tu autoestima y fusionarte con lo que te ha dicho esa persona o verlo como algo aislado que pertenece más a la persona que a ti”. Para la experta, es clave recordar que “lo que dice esa persona no define quién eres y que eso te afecte en ese momento tampoco te define porque es una emoción”.

Fernández señala que solemos atribuir a los comentarios ajenos una autoridad que no tienen. Y, sobre todo, olvidamos que quien los emite también carga con sus propias emociones, inseguridades o dificultades. “Piensa que la forma en la que los demás actúan habla más de ellos que de ti”. En muchos casos, el origen del comentario ni siquiera está realmente vinculado con la persona que lo recibe. “Puede ser que esa persona ese día esté estresada, se sienta insegura por algo, esté proyectando en ese momento en ti frustraciones, envidia o simplemente es una persona con pésimas habilidades comunicativas y muy poca responsabilidad afectiva”.

Algunas actitudes que tenemos, pueden ser señales de lo que somos según los psicólogos

El foco, por tanto, no debe ponerse en intentar controlar lo incontrolable (las palabras ajenas), sino en proteger la propia identidad de su posible impacto. “La mayoría de los comentarios hirientes y las críticas en esta dirección de esas personas tienen que ver con sus propias limitaciones y frustraciones y no contigo, ni con lo que tú eres ni con lo que tú eres capaz de hacer”, recuerda. Separar el valor personal de la opinión externa es, para la psicóloga, un gesto de cuidado emocional imprescindible.

La especialista propone un ejercicio sencillo para afrontar esos momentos sin internalizar la crítica ni asumirla como una verdad absoluta. Respirar, tomar distancia y repetirse un mensaje claro: “Esto no es mi culpa, esto no define mi valor”. Así, la psicóloga recuerda que no hay que dejar que “la opinión de otros te defina o te limite”.