Mandarinas, la joya nutricional del otoño que no pasa de moda: reduce el colesterol, mantiene los huesos fuertes y es rica en colágeno

Esta fruta destaca por su contenido en vitamina C, ácidos orgánicos y flavonoides

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Mandarinas (Shutterstock)
Mandarinas (Shutterstock)

El mes de octubre trae consigo la entrada del otoño, los adornos de Halloween y las mandarinas. Esta fruta destaca por su característico sabor dulce y refrescante, lo que le convierte en la favorita de muchos. Este cítrico es fuente de vitaminas, antioxidantes y compuestos naturales con efectos beneficiosos para la salud, según la Fundación Española de la Nutrición (FEN).

Aunque su contenido de vitamina C es algo menor que el de la naranja, la mandarina sigue siendo una fuente destacada de este nutriente esencial. La vitamina C es fundamental para el buen funcionamiento del sistema inmunitario, ayudando al organismo a prevenir infecciones y a recuperarse más rápidamente de resfriados y otras afecciones respiratorias. Además, esta vitamina participa en la síntesis de colágeno, una proteína indispensable para mantener la piel, los huesos y los vasos sanguíneos en buen estado.

La FEN también resalta el papel antioxidante de la vitamina C, que ayuda a neutralizar los radicales libres, responsables del envejecimiento celular y de diversas enfermedades degenerativas. Consumir mandarinas con regularidad contribuye, por tanto, a mantener una buena salud celular y a proteger al cuerpo frente al estrés oxidativo.

Uno de los aspectos más notables de la mandarina es su contenido en provitamina A, superior al de las naranjas. La provitamina A, presente en forma de carotenos, se transforma en vitamina A dentro del organismo, desempeñando un papel esencial en la visión, la regeneración de tejidos y la protección de la piel.

Entre estos compuestos destaca la criptoxantina, un tipo de caroteno con una doble función: actúa como precursor de la vitamina A y como antioxidante natural. Según la FEN, la mandarina contiene aproximadamente 843 microgramos de criptoxantina por cada 100 gramos de porción comestible, una cantidad significativa que contribuye a reforzar las defensas del organismo y proteger las células del daño oxidativo.

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Un sabor inconfundible

El sabor de la mandarina se debe principalmente a la presencia de ácido cítrico y ácido málico. Estos ácidos orgánicos no solo aportan su característico gusto refrescante, sino que también cumplen funciones importantes en el metabolismo. El ácido cítrico, por ejemplo, ayuda a mejorar la absorción del hierro presente en los alimentos vegetales, mientras que ambos compuestos favorecen la digestión y actúan como suaves desintoxicantes naturales. Cabe destacar que la mandarina contiene estos ácidos en menor cantidad que la naranja, lo que explica su sabor más dulce y su mejor tolerancia por personas con estómagos sensibles.

Otro grupo de compuestos que la FEN considera relevante en la composición de la mandarina son los flavonoides, especialmente la hesperidina, neohesperidina, nobiletina y tangeritina. Estos compuestos bioactivos poseen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, contribuyendo a la protección del sistema cardiovascular y a la reducción del colesterol LDL (conocido popularmente como “colesterol malo”).

Además, los flavonoides de los cítricos se han estudiado por su posible papel en la mejora de la circulación sanguínea y la salud capilar, ayudando a mantener las paredes de los vasos sanguíneos fuertes y elásticas. También podrían tener efectos positivos sobre el metabolismo y la regulación del azúcar en sangre.