
En torno a 100 billones de bacterias de unas 500 a 1.000 especies distintas viven en nuestro intestino. Es nuestra relación simbiótica por excelencia: el organismo ofrece a las bacterias un lugar donde vivir a cambio de que ellas, lo que llamamos microbiota, nos protejan frente a enfermedades y nos ayuden a metabolizar los alimentos. Estos microbios nos acompañan desde el vientre materno y se desarrollan a medida que crecemos.
La doctora María Dolores de la Puerta es una de las mayores expertas del mundo en microbiota con una experiencia de más de 20 años dedicados al estudio de este “órgano vivo”. Fue en 2019 cuando la doctora decidió dar el salto desde su clínica hasta la divulgación científica a través de sus redes sociales, en un intento de aclarar dudas sobre salud intestinal y desmontar mitos.
En su última publicación, La microbiota estresada (HarperCollins, 2025), la doctora De la Puerta establece una relación entre las bacterias que viven en nuestro organismo y el estado de ánimo. El estrés laboral, la muerte de un ser querido o problemas en la pareja pueden somatizarse (y así lo hacen) en nuestra microbiota. Por ello, cuidar de nuestro intestino es cuidar de nuestra salud mental. Y viceversa.
Pregunta: Nuestro cuerpo reacciona físicamente ante condiciones, a priori, emocionales, como el estrés. ¿Cómo se explica esta somatización?
Respuesta: El eje intestino-cerebro es la conexión que hay entre todo lo que nos ocurre en nuestra vida, tanto física como emocional, con nuestro cuerpo. Cada pensamiento y sentimiento tiene detrás una molécula. Un estado positivo o un estado de enfado o miedo son moléculas diferentes. Las primeras son muy antiinflamatorias y no son un problema. Pero si estamos en un contexto de estrés crónico o frustración se va generando un patrón de moléculas en nuestro organismo abanderadas por el cortisol, la hormona del estrés, que es tremendamente inflamatorio.
P: ¿Esa reacción inflamatoria nos afecta a todos por igual?
R: Cada uno de nosotros tiene una susceptibilidad individual de hacer diana sintomatológico o patológica en ese contexto de inflamación. Si tu punto débil es la barriga, puedes somatizar cronificando diarreas. Si tu punto débil es la piel, puedes somatizar cronificando eccemas. La tripa y la piel son los dos sitios más habituales donde yo veo en consulta la somatización.
P: En el libro explica que, en parte, dependiendo de nuestra personalidad podemos somatizar el estrés de una u otra manera: diarrea o estreñimiento ¿A qué se refiere con esto?
R: En pacientes con una personalidad más “hacia dentro”, que no son capaces de reconocer ni expresar sentimientos, que no tienen recursos para resolver problemas, cursa estreñimiento en ese eje intestino-cerebro. Las moléculas que se provocan están asociadas a ese bloqueo emocional.
Sin embargo, en el contexto de quienes cursan diarrea, se ha visto que son personas que no son capaces de ejecutar decisiones o que no son capaces de deshacerse de algo que no les está haciendo bien. También son personas con mala tolerancia a la frustración o incapaces de aceptar críticas. Las moléculas aquí asociadas estimulan el peristaltismo.
P: Dado el fuerte componente psicológico de estas condiciones intestinales, ¿sería la psicología la primera línea de actuación?
R: No están separadas. Cuando llega un paciente a consulta, eso ya está en círculo. Le pongo pautas básicas de alimentación, ejercicios, hábitos de sueño, técnicas de control del estrés... Y si necesita apoyo psicológico, pues también forma parte del tratamiento, igual que les daría un probiótico o ácidos grasos.
P: Es multidisciplinar entonces el cuidado de la microbiota.
R: La microbiota alcanza no solo nuestro escenario físico. No es solo un escenario de “me duele la barriga”, “tengo la tripa hinchada” o “hago la digestión pesada”. En esa estabilidad o inestabilidad de la microbiota, tus emociones, tu estilo de vida y cómo manejas el estrés es determinante. La buena noticia es que, al ser la microbiota un órgano vivo, podemos intervenir y reconducir ese circuito peligroso.
P: ¿Cuáles son los alimentos que más cuidan nuestra microbiota?
R: La fibra, los alimentos fermentados y los polifenoles son las tres patas que más cuidan la microbiota. La fibra se obtiene de los cereales y los tubérculos como las patatas, el boniato, la yuca... En los alimentos fermentados tenemos el yogur, el kéfir, la cuajada, el chucrut, el miso, el tempeh... Y, por último, los polifenoles, que son unas moléculas que están en la fruta y la verdura con colores, como los frutos rojos o la granada. Pero también se encuentran en la cúrcuma, el aceite de oliva, las setas, los champiñones, el cacao, el café, el té...
P: ¿Y los alimentos que debemos evitar por nuestra salud intestinal?
R: Los que no debemos comer de ninguna manera para cuidar la microbiota son los alimentos ultraprocesados refinados, las grasas saturadas, trans, aditivos, conservantes, colorantes... Todo lo que sea comida ya preparada para meter en el microondas cinco minutos y listo.
P: ¿Por dónde debemos comenzar si queremos empezar a cuidar nuestra microbiota?
R: Lo más fácil que podemos incorporar a diario: ten cuidado con lo que comes, muévete sin excusas y respeta tus horas de sueño. Esas tres cosas tan básicas pueden ayudar mucho a la microbiota.
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