El ambientalista Paul Hawken exige un cambio en el abordaje de la crisis climática: “La solución no está en la tecnología ni en los grandes acuerdos internacionales”

Paul Hawken, una de las voces más influyentes del ambientalismo contemporáneo, sostiene que la solución a la crisis climática no se encuentra en la tecnología ni en los grandes acuerdos internacionales, sino en una transformación profunda de la manera en que la humanidad percibe y se relaciona con la naturaleza.

Así lo expone en su más reciente libro, Carbon, y en una entrevista en The Rich Roll Podcast, donde invita a repensar el papel del carbono, la importancia de la maravilla y la humildad ante la vida, y el poder de la acción individual y comunitaria para regenerar el planeta.

Hawken, autor, conferencista y empresario, ha dedicado décadas a promover la regeneración de la naturaleza y la humanidad. Carbon propone que las soluciones más poderosas para sanar el planeta surgen de una apreciación más profunda de la complejidad del mundo natural.

“La solución no está en la tecnología, sino en cómo nos relacionamos con la vida”, afirma Hawken, quien considera que la crisis ambiental exige mucho más que la reducción de emisiones o la aplicación de tecnologías de captura de carbono.

Para Hawken, el primer paso hacia la regeneración es recuperar la capacidad de asombro y respeto ante la naturaleza. “La maravilla y el asombro son el punto de partida para la regeneración”, sostiene en la entrevista. Relata cómo, tras años de vivir rodeado de secuoyas, solo fue consciente de la presencia y percepción de estos árboles al conocer investigaciones sobre la inteligencia vegetal.

“Me di cuenta de que ellos me notaban a mí, pero yo no los notaba a ellos”, explica, subrayando que este tipo de experiencias están al alcance de cualquier persona, independientemente de su edad, cultura o profesión.

Hawken insiste en que la regeneración no surge de grandes cumbres ni declaraciones internacionales, sino de una transformación personal y colectiva basada en la conciencia y la conexión con el entorno. “No se trata de que todos entiendan la misma historia, sino de que surja de la necesidad, la curiosidad y el deleite humanos”, señala. Esta visión busca inspirar a las personas a ver el mundo con nuevos ojos y a actuar desde el respeto y la admiración por la vida.

Hawken es contundente al señalar el fracaso de los enfoques “top-down” en la lucha contra el cambio climático. “El enfoque ‘top-down’ ha fracasado”, afirma, refiriéndose a las conferencias internacionales sobre clima y naturaleza que, a su juicio, no han logrado revertir la crisis.

Considera que estos intentos, aunque bien intencionados, tienden a desresponsabilizar a los individuos y a perpetuar la idea de que la solución vendrá de arriba, de gobiernos o instituciones.

Además, critica la narrativa del miedo que ha dominado el movimiento climático durante décadas. “Si hubiéramos contratado a una agencia de publicidad para vender la idea de que el cambio climático es una amenaza, la habríamos despedido”, ironiza. Según Hawken, el miedo no moviliza a la mayoría de la población: “Menos del 1% de la población mundial hace algo cada día por el medio ambiente”. Propone, en cambio, una narrativa que parta de la maravilla y la posibilidad, capaz de involucrar a más personas en la regeneración.

Frente a la ineficacia de las soluciones centralizadas, Hawken reivindica el poder de la acción individual y local. “La acción individual y local puede tener un impacto incalculable”, asegura. Relata la historia de Gandhi como ejemplo de cómo una sola persona puede desencadenar transformaciones profundas, incluso sin ser plenamente consciente de su alcance en el momento.

Para Hawken, minimizar el efecto de una sola persona es un error. “El poder no está en los presidentes, sino en cada uno de nosotros, que formamos parte de un superorganismo complejo“, afirma. Esta perspectiva invita a asumir la responsabilidad personal y a actuar en el entorno inmediato, sin esperar soluciones externas.

Uno de los ejes centrales del libro Carbon es la necesidad de dejar de ver el carbono únicamente como un enemigo. Hawken explica que el carbono es el elemento fundamental de la vida, presente en cada célula y en cada organismo. “El carbono es el narrador de la vida, el mensajero de la existencia”, escribe en su obra.

La historia del carbono, según relata en la entrevista, es asombrosa: su formación en el universo es un evento tan improbable que los científicos lo consideran casi imposible, y sin embargo, es ubicuo en la Tierra y en todos los seres vivos. “La vida es mucho más extraordinaria de lo que podemos comprender”, reflexiona Hawken, quien invita a ver el carbono como un flujo, no como un objeto a eliminar.

Esta visión implica abandonar la mentalidad de “objetivación” que, según Hawken, ha llevado a la humanidad a tratar la naturaleza como un recurso a explotar. “Hemos estado vendiendo el mundo viviente al mejor postor durante 500 años y nos preguntamos por qué la biodiversidad está cayendo”, advierte.

Hawken recurre a ejemplos de la ciencia para ilustrar la complejidad e inteligencia de los sistemas naturales. Cita el caso de una semilla de centeno, que puede desarrollar hasta 14 millones de raíces, cada una en comunicación con redes de hongos (micelio) que intercambian nutrientes y señales químicas. “No sabemos dónde vivimos”, reconoce, subrayando la vastedad de lo que aún ignoramos sobre la vida.

El ambientalista también destaca la inteligencia de los árboles, que poseen hasta 20 sentidos y pueden percibir el movimiento a su alrededor, y la capacidad de comunicación de los hongos, que según algunos estudios, emiten patrones sonoros comparables a lenguajes complejos. “Vivimos en un planeta saturado de inteligencia y sensibilidad”, afirma, y lamenta que durante siglos se haya subestimado la conciencia de animales, insectos y plantas.

Hawken advierte sobre los límites de las soluciones tecnológicas y extractivas, como la captura directa de carbono o la expansión de los vehículos eléctricos. Considera que muchas de estas propuestas, aunque bienintencionadas, no abordan el problema de fondo: la relación extractiva de la humanidad con el planeta.

“La captura directa de carbono nunca funcionará, es cuestión de física”, sostiene, y señala que la fabricación de baterías y la agricultura industrial siguen siendo procesos altamente dañinos para los ecosistemas.

El autor denuncia que la agricultura industrial ha destruido la vida del suelo, base de toda la cadena alimentaria, y ha generado sistemas frágiles y dependientes de insumos químicos. “El suelo es el mayor organismo vivo de la Tierra y está vivo”, explica, y aboga por una agricultura regenerativa que restaure la fertilidad y la resiliencia de los ecosistemas.

La propuesta de Hawken va más allá de la conservación o la sostenibilidad: aboga por la regeneración, es decir, por crear sistemas que generen más vida de la que consumen. “El sistema actual es autodestructivo y está acelerando su final”, advierte.

Plantea la necesidad de un cambio de paradigma en la economía, la política y la cultura, orientado a crear condiciones para la vida y el bienestar de las generaciones futuras.

Hawken reconoce que este cambio no será fácil ni inmediato, pero observa señales de esperanza en la convergencia entre la ciencia occidental y los saberes indígenas, que conciben la vida como un sistema complejo y relacional. “La sabiduría tradicional siempre ha visto la vida como un sistema complejo, mientras que el pensamiento occidental tiende a fragmentar”, explica.

A lo largo de la entrevista, Hawken comparte historias que ilustran la profundidad de la relación entre las culturas indígenas y la naturaleza. Menciona a los mcmack, pueblo originario de Canadá, que nombraba a los árboles según el sonido que hacían sus ramas en octubre, y que podían reconocer el estado de un árbol por ese sonido años después. “Nuestra lengua no tiene palabras para eso”, observa, destacando la riqueza de otras formas de conocimiento.

También relata la función protectora de la mariposa búho en México, cuyos patrones en las alas imitan los ojos de un búho para ahuyentar depredadores, y la comunicación ultrasónica de los murciélagos, que emplean “madres” para enseñar a sus crías a evitar machos peligrosos. Estas historias refuerzan la idea de que la vida está llena de misterios y capacidades que apenas comenzamos a comprender.

A pesar de la gravedad de la crisis ambiental, Hawken mantiene un mensaje de esperanza. “La regeneración y el cambio son posibles si partimos de la conciencia, la humildad y la acción local”, concluye. Insiste en que la transformación comienza con la atención y el cuidado en el entorno inmediato, y que la belleza y la resiliencia de la vida persisten incluso en medio de la adversidad.

Hawken invita a cada persona a descubrir su propio camino hacia la regeneración, a partir de lo que le conmueve o le duele, y a reconocer que el amor y el cuidado son la base de cualquier cambio duradero. “Todo lo que hemos dado por sentado en el mundo viviente está vivo, es sensible y se comunica, pero no destruye su hábitat ni a los demás”, afirma.

La regeneración, para Hawken, es una invitación a redescubrir la maravilla de la vida y a actuar, desde la conciencia y la compasión, para crear un futuro más justo y sostenible.