Hablarse en voz alta se convirtió en una costumbre cotidiana para muchos adultos en la mediana edad. Escenas aparentemente triviales, como comentar en voz alta sobre la actitud del perro en el patio o debatir si es momento justo para preparar papas fritas, se repiten con frecuencia y ya no resultan excéntricas.
Según exploró The New York Times, verbalizar pensamientos en este período de la vida es cada vez más común de lo que se cree, lo que plantea interrogantes sobre el significado de esta conducta y sus implicancias para el bienestar emocional y cognitivo.
En el día a día, numerosas personas reconocen que el auto-diálogo externo dejó de ser un episodio esporádico para convertirse en práctica habitual. Los testimonios recogidos por The New York Times ilustran desde el murmullo espontáneo durante la búsqueda de un ingrediente hasta la repetición íntegra y audible de textos en público.

En ese sentido, una entrevistada relató el impulso de exclamar, mientras revisaba la alacena: “Por favor, que haya extracto de vainilla”, revelando la naturalidad creciente de estas expresiones. Otro caso describe a quien, al teclear mensajes, repite cada palabra en voz alta sin pudor alguno, incluso en espacios transitados. Estos relatos exponen que el fenómeno se encuentra extendido y compartido en silencio por gran parte de quienes atraviesan la mediana edad.
Una costumbre con raíces psicológicas
Para comprender el origen y el sentido de este comportamiento, The New York Times consultó a expertos en psicología, quienes ofrecen explicaciones que combinan desarrollo evolutivo, presión social y estrategias de afrontamiento emocional.
Ethan Kross, profesor en la Universidad de Michigan y autor de “Chatter”, señala que hablarse en voz alta, especialmente durante la mediana edad, constituye un fenómeno poco explorado pero notablemente frecuente.

Kross distingue entre el “auto-diálogo interno”—el pensamiento silencioso—y el “auto-diálogo externo” o discurso privado, manifestado a viva voz. Ambos tienen funciones distintas pero complementarias en la regulación de emociones y procesos de pensamiento.
Charles Fernyhough, profesor en la Universidad de Durham y autor de “The Voices Within”, sostiene que, alcanza su punto más alto en la infancia, etapa en la que los niños suelen hablar solos mientras juegan o resuelven problemas. Sin embargo, este comportamiento resurge en la mediana edad.
Según Fernyhough, el hecho de envejecer reduce la presión social, por lo que las personas se permiten expresiones antes contenidas, como hablarse a sí mismas, cantar, bailar o realizar comentarios espontáneos, sin preocuparse tanto por la mirada ajena.

El especialista comparte que él mismo conversa en voz alta con regularidad y que sus hijos suelen preguntarle sobre este hábito, lo que evidencia su carácter habitual en la vida adulta.
Funciones y ventajas para la salud mental
Los expertos consultados por The New York Times coinciden en que el auto-diálogo externo cumple múltiples funciones beneficiosas. Para Fernyhough, hablarse en voz alta puede aliviar la ansiedad —utilizando frases de autocalma como “Estarás bien”—, aumentar la motivación, mejorar el ánimo, ayudar en la organización de tareas y transformar un espacio vacío en un entorno más acogedor. Este hábito se muestra especialmente útil en contextos de soledad, ya que otorga un acompañamiento emocional percibido que mitiga el aislamiento.
Ethan Kross añade que verbalizar pensamientos facilita la resolución de conflictos internos y la preparación para conversaciones difíciles, como negociar un ascenso laboral o plantear una decisión sensible en una relación personal.

Según el especialista, practicar estos diálogos en voz alta ayuda a estructurar ideas y ensayar posibles respuestas, lo que contribuye a afrontar mejor situaciones estresantes. Un consejo práctico es el uso de auriculares en público para simular una llamada, permitiendo mantener la privacidad en entornos concurridos.
Además, hablar en voz alta activa el sistema de memoria de trabajo verbal, lo que mejora la capacidad de recordar listas, compromisos y tareas pendientes.
Kross cita investigaciones que demuestran que quienes nombran en voz alta el artículo que buscan en el supermercado —como pronunciar “leche” o “harina”— logran localizarlo con mayor rapidez, ya que el sistema cognitivo responde mejor a la información verbalizada. Esta estrategia sencilla puede optimizar la gestión de la memoria cotidiana y la planificación de acciones.
El auto-diálogo externo genera, también, un efecto de esclarecimiento mental. Traducir pensamientos en palabras permite organizar mejor las ideas, distinguir prioridades y clarificar emociones, lo que repercute positivamente en el bienestar emocional. Hablarse a uno mismo se convierte en un recurso para tomar mejores decisiones y ganar confianza en la propia voz interna.
Precauciones y riesgos del auto-diálogo

Aunque los beneficios del auto-diálogo son variados, los especialistas advierten sobre situaciones en que puede convertirse en señal de alarma. Kross precisa que cuando esta conducta resulta disruptiva —por ejemplo, interrumpe la interacción con otros o transgrede de manera notoria normas sociales—, puede despertar sospechas en el entorno y ser motivo de preocupación sobre la salud mental. La clave está en el contexto, la frecuencia y la naturaleza del contenido verbalizado.
Rachel Goldsmith Turow, psicóloga en la Universidad de Seattle y autora de “The Self-Talk Workout”, subraya los riesgos asociados a la autocrítica recurrente. La especialista compara los efectos negativos del diálogo interno autodespectivo con los daños del tabaquismo en la salud mental: “Lo empeora todo”, afirmó.
Según Turow, insistir en mensajes negativos (“Nada te sale bien”, “Siempre fallas”) puede intensificar la ansiedad y los síntomas depresivos. Por el contrario, expresiones espontáneas como un mero comentario sobre la fruta en el supermercado suelen ser inofensivas, salvo que se acompañen de otras conductas inusuales que indiquen un posible trastorno subyacente.
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