
Sentirse desmotivado para hacer ejercicio es una experiencia común, incluso entre quienes conocen los beneficios de la actividad física. La dificultad para mantener una rutina de entrenamiento no distingue edades ni estilos de vida, y suele estar marcada por la búsqueda constante de razones externas para moverse.
Sin embargo, como destacó un informe de The Washington Post, la clave para sostener el hábito radica en encontrar una motivación interna y disfrutar realmente del movimiento. A partir de la experiencia clínica y la evidencia científica, surgen estrategias prácticas que pueden transformar la relación con el ejercicio y convertirlo en una parte natural de la vida cotidiana.

Retos y motivaciones: el punto de inflexión
El reto de mantener la motivación para hacer ejercicio aparece con frecuencia en la consulta médica. Jordan D. Metzl, especialista en medicina deportiva en el Hospital for Special Surgery de Nueva York, relató en su columna para The Washington Post el caso de una paciente que, tras una lesión, decidió priorizar su salud.
Esta mujer, madre de tres hijas, había dejado de lado la actividad física por las exigencias de la vida diaria. Después de fracturarse un tobillo, se propuso recuperar su bienestar y, en un año y medio, logró correr su primera carrera de 5 kilómetros junto a sus hijas.
Tres años después, continúa activa y motivada. Historias como esta ilustran que el punto de inflexión para retomar el ejercicio puede llegar en cualquier momento, pero la verdadera dificultad está en sostener el cambio a largo plazo.
Ciencia de la motivación interna y el disfrute
La ciencia respalda la importancia de la motivación interna y el disfrute en la adherencia al ejercicio. Según explicó Metzl en The Washington Post, conocer los beneficios para la salud —como la reducción del riesgo de enfermedades cardíacas o ciertos tipos de cáncer— no suele ser suficiente para mantener una rutina constante.
Los abordajes muestran que las personas que consideran divertida la actividad física tienen muchas más probabilidades de perseverar. Un ejemplo citado por el medio es un estudio con 41 adultos divididos en dos grupos: uno enfocado en el disfrute y la colaboración, y otro en un enfoque tradicional y estructurado.
Después de ocho semanas, el grupo que percibió el ejercicio como divertido no solo reportó mayor satisfacción, sino que también aumentó la frecuencia y duración de sus entrenamientos de manera significativa respecto al grupo de control.

Identificar actividades atractivas y accesibles
Encontrar una actividad que resulte atractiva y accesible es fundamental para mantener la motivación. Metzl señaló que no existe una única forma correcta de ejercitarse; mientras algunos disfrutan correr o participar en triatlones, otros prefieren el yoga, el baile o deportes menos convencionales.
El especialista recomendó elegir opciones que no resulten intimidantes, especialmente para quienes recién comienzan o se sienten incómodos en ambientes concurridos. Por ejemplo, algunos pacientes mayores optan por acudir al gimnasio en horarios menos transitados para sentirse más a gusto. El primer paso consiste en identificar qué tipo de movimiento resulta divertido y viable para cada persona.
Papel del entorno social en la constancia
El entorno social y la comunidad también desempeñan un papel relevante en la formación de hábitos saludables. El experto de The Washington Post señaló que la actividad física es “socialmente contagiosa”: quienes se rodean de personas activas tienden a adoptar comportamientos similares.
No es imprescindible unirse a clases presenciales; incluso las comunidades digitales, como las aplicaciones de corredores, pueden ofrecer el apoyo necesario para mantener la constancia. La presencia de amigos o conocidos que esperan en un lugar y hora determinados puede convertirse en un poderoso incentivo para no abandonar la rutina.

Estrategias prácticas: pequeños pasos y compromisos
Para quienes buscan crear y mantener el hábito de ejercitarse, los pequeños pasos y la paciencia son aliados clave. Jordan Metzl utiliza la imagen de un neumático de tractor, dado que levantarlo del suelo es la parte más difícil, pero una vez que comienza a rodar, el impulso facilita el movimiento.
Entre las estrategias prácticas, se destaca la utilidad de los compromisos previos, como pagar o inscribirse con antelación en clases, lo que ayuda a mantener la responsabilidad.
Un ejemplo citado en The Washington Post es el de un paciente que deja su ropa de gimnasio en una taquilla con la certeza de que, si no la recoge al final del día, el personal la trasladará a objetos perdidos. Este pequeño truco lo obliga a pasar por el gimnasio antes de regresar a casa.

El proceso de convertir el ejercicio en una costumbre automática requiere tiempo y constancia. Según la evidencia científica recogida por el artículo, la mayoría de las personas necesita alrededor de tres meses para que la actividad física se integre de forma natural en la rutina diaria.
Con el paso de las semanas, moverse deja de ser una obligación y se transforma en una acción tan habitual como cepillarse los dientes, porque simplemente, se convierte en parte de la vida.
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