
Olvidar por qué se entra en una habitación o perder un nombre recién aprendido puede parecer un síntoma ineludible del paso del tiempo, pero según especialistas en salud cognitiva, estos lapsos no significan un declive inevitable.
Existen hábitos simples y basados en evidencia capaces de fortalecer la memoria y hacer la vida cotidiana mucho más llevadera. Entre ellos, se destaca el entrenamiento cognitivo estructurado, práctica conocida como “entrenamiento cerebral”, definida por el doctor D. Ivan Young como un enfoque para “mejorar la memoria y las habilidades de pensamiento a través de la práctica regular y específica”.
Definición y fundamentos del entrenamiento cognitivo
Según informó EatingWell, el entrenamiento cognitivo se centra en estrategias activas capaces de fortalecer la memoria a través de una intervención sostenida. Se diferencia de los enfoques pasivos, como releer o subrayar, ya que exige “una práctica deliberada y estructurada”, enfatiza Young.
Sus pilares están en la recuperación activa de información (auto-evaluarse), el espaciado del aprendizaje (repasar el material a lo largo del tiempo) y la intercalación de contenidos (combinar temas diferentes en una misma sesión).
Young resume su fundamento al afirmar: “La salud cerebral no se compra, se construye. A menudo, los cambios más pequeños y constantes son los que ofrecen los mejores resultados”.
Estrategias y métodos efectivos

Los métodos efectivos en el entrenamiento cognitivo incluyen ejercicios progresivos y desafiantes. Entre las estrategias más recomendadas, destacan los juegos de memoria, los acertijos, el aprendizaje de nuevas habilidades, así como la recuperación activa: “El entrenamiento cognitivo no es un proceso pasivo [...] implica la recuperación activa de información, espaciar el aprendizaje e intercalar”, describe Young.
Ejercicios como auto-evaluarse sobre nuevos datos, explicar conceptos a otros de memoria, recordar eventos del día sin repasar apuntes, o practicar cálculo mental en reemplazo de una calculadora, resultan fundamentales.
La clave, coinciden both Young y Gediminas Gliebus, neurólogo certificado, jefe de neurología y director de neurología cognitiva y conductual en el Instituto de Neurociencia Marcus, está en el desafío regular y el seguimiento progresivo del propio desempeño. La dificultad debe ser “justo lo suficientemente difícil” y “aumentar gradualmente a medida que mejoras”.
Así, juegos de estrategia y rompecabezas que incrementan su complejidad, o combinar ejercicios mentales con movimiento físico ligero (como caminar mientras se memoriza una lista), aportan un doble beneficio, ya que “el cerebro y el cuerpo están en constante comunicación”.
Beneficios comprobados y resultados
A diferencia de las soluciones exprés que prometen resultados inmediatos, el entrenamiento cognitivo ofrece beneficios reales y duraderos para la memoria. El neurólogo Gediminas Gliebus lo resume con contundencia: “El entrenamiento puede tener efectos prolongados, no solo respuestas rápidas”.
La evidencia lo respalda: un estudio que siguió durante cinco años a adultos mayores comprobó que quienes ejercitaban su memoria de forma constante conservaron habilidades de pensamiento más firmes que aquellos que no lo hicieron. La conclusión es clara: la clave no está en atajos, sino en la constancia de la práctica para lograr mejoras sostenidas.
Los ejercicios no solo ayudan a recordar datos aislados, sino que también mejoran el desempeño diario: desde recordar el motivo de entrada a una habitación, hasta poder sostener una conversación completa sin olvidar detalles importantes.

Recomendaciones prácticas para la vida diaria
Para incorporar el entrenamiento cognitivo en la rutina, los expertos sugieren comenzar identificando el área que se desea mejorar —por ejemplo, recordar nombres— y elegir el método que mejor se adapte a ese objetivo, como tarjetas didácticas, autoevaluaciones o juegos de memoria visual. La recuperación activa predomina sobre el simple repaso: “Al aprender algo nuevo, tómate un momento para recuperar la información [...] o intenta enseñar el material a alguien en voz alta”, aconseja Young.
Los especialistas sugieren sesiones cortas de 15 a 30 minutos tres veces por semana, idealmente en el momento de mayor alerta. Cuando un ejercicio resulte demasiado fácil, es recomendable incrementar la dificultad, como memorizar listas más largas o probar temas más complejos.
“Practicar trucos de memoria como la visualización o la narración funciona porque estás recordando activamente, no solo releyendo”, insiste Gliebus. La combinación con hábitos saludables como la actividad física, el sueño adecuado y una alimentación equilibrada, potencia los efectos positivos en la función cognitiva general.
Cuándo consultar a un profesional
Olvidar las llaves o el motivo de entrada a una habitación es parte normal del proceso de envejecimiento, pero hay señales de alerta. “Lo más preocupante es cuando los problemas de memoria ocurren con frecuencia, empeoran o interfieren con las rutinas diarias”, resalta Gliebus.
Señales como olvidar conversaciones importantes, no pagar facturas o tener dificultades para realizar actividades cotidianas sugieren la necesidad de consultar con un especialista en salud. Si los lapsus afectan la independencia o se acompañan de fallos en el razonamiento, juicio o lenguaje, la opinión profesional resulta indispensable.
El entrenamiento cognitivo se consolida como un recurso accesible, recomendado por médicos para potenciar la memoria día a día, sin costosas intervenciones. Constancia, desafío progresivo y atención a las señales son la fórmula elemental para fortalecer el cerebro y sostener la agudeza mental a largo plazo.
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