
Mantener el nivel de azúcar en sangre dentro de un rango saludable representa uno de los principales desafíos para millones de personas con diabetes o en riesgo de desarrollarla. Según LOS expertos, aunque las fluctuaciones en la glucosa forman parte de la fisiología normal, los problemas surgen cuando el aumento perdura y se aleja de los valores recomendados.
La variabilidad puede deberse a factores cotidianos tan diversos como el uso de ciertos medicamentos, el estrés mal gestionado, la deshidratación, la falta de sueño o algunos hábitos alimentarios.
Rebecca Jaspan, especialista en educación y nutrición para la diabetes, explicó a Eatin Well que tras cada comida la glucosa en sangre incrementa, lo que propicia la liberación de insulina, hormona encargada de permitir que el azúcar entre a las células y sirva como fuente de energía.
Cuando este mecanismo falla, ya sea por resistencia o por baja producción de insulina, se producen picos sostenidos de glucosa, situación que, si se repite, puede derivar en complicaciones para la salud.
1. Estrés: el enemigo silencioso del equilibrio glucémico

Entre las variables señaladas, el estrés crónico es una de las menos atendidas y, sin embargo, más determinantes. El cuerpo reacciona al estrés agudo con una respuesta de “lucha o huida”, liberando cortisol y adrenalina, hormonas que aumentan rápidamente la glucosa. Estas sustancias preparan al organismo para reaccionar, pero si el estrés se vuelve crónico, la elevación de azúcar en sangre puede persistir y hacer que la insulina pierda eficacia. Especialistas en diabetes subrayan que los episodios regulares de estrés emocional no solo afectan el bienestar mental, sino también el control de la glucosa y, eventualmente, la salud integral.
Lauren Plunkett, nutricionista titulada, especialista certificada en atención y educación para la diabetes y persona con diabetes tipo 1, detalló al Eating Well: “Cuando el estrés emocional es constante, se vuelve crónico y, con el tiempo, puede provocar problemas de salud”.
2. Ejercicio de alta intensidad: salud y retos glucémicos
El ejercicio regular es uno de los mejores aliados para quienes buscan controlar su glucosa, debido a que incrementa la sensibilidad a la insulina, mejora la circulación y ayuda a mantener un peso adecuado. No obstante, actividades de alta intensidad, como entrenamientos vigorosos o deportes de competición, pueden causar aumentos transitorios de azúcar en sangre.
Esta reacción se produce porque durante el esfuerzo extremo el organismo libera adrenalina y el hígado vierte glucosa en el torrente sanguíneo para atender la demanda de energía. Aunque en la mayoría de los casos este alza es breve y suele normalizarse, quienes presentan resistencia a la insulina o diabetes deben alternar rutinas de distinta intensidad y priorizar actividades moderadas, como caminatas, pilates o levantamiento de pesas con cargas bajas.
Además, Jaspan afirma: “El cuerpo necesita más glucosa para obtener energía durante este tipo de ejercicio, lo que provoca que el hígado libere glucosa al torrente sanguíneo“.
3. Medicamentos: impacto no siempre previsto en la glucosa
Otro factor relevante es el uso de determinados medicamentos prescritos para trastornos ajenos a la diabetes. Glucocorticoides, antipsicóticos, estatinas, betabloqueantes, diuréticos, inmunosupresores y terapias hormonales pueden alterar el metabolismo de los carbohidratos y favorecer subidas involuntarias en los niveles de azúcar. Por esa razón, los especialistas insisten en que los pacientes informen a su equipo médico sobre cualquier medicamento que consuman y no alteren el tratamiento por cuenta propia.
4. Hidratación: una clave sencilla y a menudo ignorada

La cantidad de líquido que se consume también repercute directamente en la concentración de glucosa. Al deshidratarse, el volumen sanguíneo disminuye y el azúcar se concentra más, incrementando el riesgo de hiperglucemia. Las recomendaciones para adultos varían entre 91 y 125 onzas diarias, incluyendo el total absorbido por los alimentos. Los expertos aconsejan vigilar el color de la orina como buen indicador del estado de hidratación; una tonalidad amarillo claro se considera óptima.
5. Alimentos “sin azúcar”: los riesgos de confiarse
La etiqueta “sin azúcar” o “sin azúcar añadido” puede inducir a error y no garantiza productos bajos en carbohidratos. Estos nutrientes son los responsables inmediatos del incremento de la glucosa postprandial. La Asociación Americana de la Diabetes señala que consumir en exceso estos productos puede tener el mismo efecto glucémico que alimentos convencionales. La absorción de carbohidratos y su impacto varía según la composición exacta de cada comida, por lo que leer las etiquetas y consultar a especialistas puede evitar aumentos imprevistos.
6. La importancia del sueño en el metabolismo de la glucosa

Dormir menos de seis horas por noche incrementa el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y, entre quienes ya la padecen, dificulta el control de la glucosa y favorece la resistencia a la insulina. Un sueño insuficiente o de baja calidad puede, además, elevar los niveles de hemoglobina A1C, parámetro clave en el seguimiento de pacientes diabéticos. Los expertos recomiendan establecer rutinas estables y asegurar entre siete y nueve horas de sueño.
7. Sol y glucosa: la relación inadvertida
La exposición frecuente o prolongada al sol puede conllevar quemaduras, cuya reacción dolorosa incrementa el estrés hormonal y, con él, el nivel de azúcar en sangre. Las personas con diabetes deben protegerse especialmente y limitar el tiempo bajo la radiación directa.
Otros hábitos inadvertidos
El azúcar en sangre también puede aumentar por otras costumbres aparentemente inocuas como saltarse el desayuno, consumir demasiado café, emplear espray nasal o descuidar la salud bucal. Estos factores, generalmente pasados por alto, influyen en el metabolismo y requieren la atención de quienes buscan evitar complicaciones.
Vigilancia activa: la importancia de conocer los propios hábitos
Detectar qué comportamientos cotidianos incrementan el azúcar en sangre permite adoptar estrategias personalizadas, consultar a profesionales y reducir el riesgo de complicaciones a largo plazo. Reconocer el estrecho vínculo entre los hábitos diarios y el control glucémico constituye una de las mejores herramientas para preservar la salud.
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