
El microbioma oral compuesto por bacterias, virus, hongos y otros microorganismos, es un ecosistema invisible que juega un papel crucial para la salud bucal y el bienestar general del cuerpo. Si bien históricamente se lo había considerado como un grupo de microbios inofensivos y mayormente benignos, ciertas investigaciones pusieron en relieve su influencia en una serie de enfermedades sistémicas. El portal MIT Technology Review trató el tema con opiniones de especialistas.
Las influencias de estos agentes van desde trastornos metabólicos hasta enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. La ciencia moderna comenzó a comprender cómo las alteraciones en este delicado equilibrio pueden desencadenar problemas que afectan no solo los dientes y las encías, sino también órganos vitales como el corazón y el cerebro.

El microbioma oral: historia y complejidad
La existencia del microbioma oral fue documentada por primera vez en 1670 por el científico neerlandés Antonie van Leeuwenhoek, quien, utilizando microscopios fabricados por él mismo, observó lo que llamó “animalculos” en su boca. Actualmente es de conocimiento que estas pequeñas criaturas incluyen una vasta variedad de bacterias, virus, hongos y arqueas.
Según Kathryn Kauffman, investigadora de la Universidad de Buffalo, “cada boca alberga cientos de especies bacterianas”, lo cual configura un entorno microbiano único para cada persona. Estos microbios interactúan constantemente entre sí y con el sistema inmunológico del huésped, generando un ecosistema dinámico y complejo.
El equilibrio entre estos organismos es fundamental. Cuando ese balance se ve alterado, puede desencadenarse un fenómeno conocido como disbiosis, un desequilibrio microbiano que puede provocar desde infecciones orales hasta enfermedades más graves, afectando diversos sistemas del cuerpo.
El término “disbiosis” se refiere al desequilibrio de microorganismos en la boca, y se lo vinculó con una serie de enfermedades orales y sistémicas. La caries dental es uno de los ejemplos más comunes de cómo una alteración en el microbioma puede causar daño: un exceso de microbios productivos de ácidos en la boca puede desgastar el esmalte dental y provocar la descomposición de los dientes.
Aunque los efectos de la disbiosis no se limitan a la cavidad bucal. Algunos estudios vinculan estos microbios con enfermedades de sistemas tan diversos como el cardiovascular, el metabólico y el gastrointestinal. Por ejemplo, ciertas bacterias orales como Fusobacterium nucleatum fueron asociadas con enfermedades inflamatorias intestinales y cáncer colorrectal. Asimismo, la conexión entre la salud bucal y enfermedades como la artritis reumatoide y la diabetes se fue consolidando mientras los estudios evidencian la relación.

El microbioma oral y el cerebro: un vínculo sorprendente
Uno de los hallazgos más sorprendentes en la investigación sobre el microbioma oral es su posible vínculo con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Un análisis identificó la presencia de P. gingivalis, una bacteria asociada con la periodontitis crónica, en los cerebros de personas que padecen esta enfermedad. Se encontró que los individuos infectados por esta bacteria experimentan una aceleración en el deterioro cognitivo.
Pamela Yelick, profesora de la Universidad de Tuftsm (Estados Unidos), sugiere que “los microbios orales podrían tener la capacidad de viajar desde la boca al cerebro y contribuir al desarrollo de trastornos neurológicos”. Si bien no se descifraron completamente los mecanismos del vínculo, una teoría sugiere que los microbios orales pueden viajar a través del torrente sanguíneo como patógenos independientes y mediante células inmunitarias. Además, esta noción conocida como la “hipótesis del caballo de Troya”, sugiere que ciertos microbios orales se ocultan dentro de los glóbulos blancos.
El futuro de la odontología con dientes cultivados
La relación entre el microbioma oral y la salud sistémica condujo a avances significativos en el campo de la odontología. Si bien los implantes dentales de titanio fueron un logro en el reemplazo de dientes perdidos, presentan limitaciones importantes. Debido a que estos implantes no se integran completamente con el hueso y las encías como lo hacen los dientes naturales, lo cual puede generar problemas como infecciones e inflamación en un 20% de los casos.
En investigaciones actuales, Pamela Yelick y su equipo de la Universidad de Tufts están trabajando en una solución que implica la creación de dientes vivos cultivados en laboratorio, una opción que podría reemplazar los implantes tradicionales. Esta tecnología ofrecería una alternativa más atractiva y natural, con el potencial de evitar problemas derivados de los implantes metálicos.
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