
A medida que el año se acerca a su fin, el cansancio y el agotamiento parecen convertirse en una queja constante. Las exigencias acumuladas y el estrés de las actividades laborales y personales suelen causar un desgaste físico y mental que afecta a muchos.
Sin embargo, para quienes padecen el síndrome de fatiga crónica (SFC), también conocido como encefalomielitis miálgica, el agotamiento va mucho más allá del cansancio habitual de esta época. Este trastorno debilitante e invisible provoca una fatiga extrema y persistente, dolor crónico, y una “niebla mental” que no mejora con el descanso, afectando profundamente la vida diaria de los pacientes.
Definida por una fatiga extrema que no se alivia con el descanso, esta enfermedad también se caracteriza por problemas cognitivos y dolor persistente. Aunque su naturaleza sigue siendo en gran medida desconocida, el SFC afecta a niños, adolescentes y adultos, con mayor frecuencia a mujeres entre los 40 y 60 años.
Consultada por Infobae, la médica psiquiatra del Departamento de Psiquiatría de Ineco, Jésica Fischer (MN 133.127), explicó que el SFC “se encuentra dentro de un grupo de patologías denominadas síndromes sensitivos centrales, que comparten una base común: una desregulación en el sistema nervioso central caracterizada por hipersensibilidad e hiperexcitabilidad de las neuronas”. Esta desregulación, también conocida como “sensibilización central”, es lo que lleva a los pacientes a experimentar dolor y fatiga ante mínimos esfuerzos.
Qué síntomas tener en cuenta

Para diagnosticar el síndrome de fatiga crónica, existen tres síntomas esenciales que deben estar presentes: la capacidad reducida de realizar actividades habituales, el malestar post-esfuerzo (PEM) y el sueño no reparador. Fischer aclaró que la fatiga que experimentan las personas con SFC “no es un resultado de una actividad inusualmente pesada, no se alivia con el sueño o el descanso, y no era un problema antes de enfermar”.
El malestar post-esfuerzo es uno de los síntomas más característicos y debilitantes. Se trata de un empeoramiento de los síntomas tras actividades físicas o mentales menores.
A su turno, el médico clínico Ramiro Heredia (MN 117.882) del departamento de Medicina Interna del Hospital de Clínicas José de San Martín en Buenos Aires, subrayó que las personas con SFC pueden “quedar en cama durante días y no pueden predecir qué actividad desencadenará el episodio”. Incluso actividades cotidianas, como asistir a un evento escolar, hacer las compras o tomar una ducha, pueden desencadenar una “recaída” que los pacientes describen como un “accidente” o “colapso”.
A esto se suman otros síntomas igualmente desgastantes, como el dolor muscular y articular, problemas de sueño, deterioro cognitivo y problemas vasculares relacionados con el sistema nervioso autónomo. Las personas con SFC pueden experimentar dificultades para concentrarse, recordar detalles, o pensar con claridad, lo que describen como una “niebla mental”.
Cómo diferenciarlo del cansancio propio de esta altura del año

El agotamiento y la fatiga son quejas frecuentes, especialmente al cierre del año, cuando el estrés y la falta de descanso parecen ser habituales en muchas personas. Sin embargo, hay diferencias clave entre este cansancio común y el SFC, tanto en la intensidad como en la duración de los síntomas.
Heredia lo explicó así: “El síndrome de fatiga crónica es un síndrome, como ya dijimos, que requiere cumplir ciertos criterios de temporalidad; es decir, que los síntomas estén presentes en la mayor parte de los días por más de seis meses, de intensidad moderada a severa, e influyen en la actividad de la vida diaria”.
Además, los pacientes con SFC experimentan síntomas acompañantes únicos, como el deterioro cognitivo y el sueño no reparador, algo que no se observa en el cansancio común.
Para llegar al diagnóstico del SFC, es esencial descartar causas clínicas, como enfermedades de la glándula tiroides, anemia o infecciones, así como evaluar si el descanso o la actividad física ayudan a aliviar la fatiga, algo que sí funciona en el cansancio típico pero no en el SFC.
Cómo llegar al diagnóstico del síndrome de fatiga crónica

El diagnóstico del SFC es un proceso complejo que se basa en criterios clínicos y en la exclusión de otras enfermedades que podrían causar síntomas similares. “No existe una prueba específica que permita diagnosticar el síndrome de fatiga crónica; se llega al diagnóstico cumpliendo criterios clínicos y excluyendo otras enfermedades”, explicó Heredia.
Al carecer de biomarcadores específicos y de estudios por imagen, “el diagnóstico se establece a partir de una combinación de síntomas y una evaluación exhaustiva del historial médico del paciente”, sumó Fischer.
La mayoría de los pacientes consultan tras experimentar síntomas durante al menos seis meses de manera continua y con una intensidad que afecta su calidad de vida. Los médicos también deben evaluar la frecuencia e intensidad de los episodios de fatiga y malestar post-esfuerzo para poder distinguir el SFC de otras condiciones.
Cómo es el tratamiento del síndrome de fatiga crónica

El tratamiento se enfoca en mejorar la calidad de vida y controlar los síntomas, dado que no existe una cura definitiva.
Al respecto, Fischer enfatizó que el enfoque debe ser multidisciplinario, integrando intervenciones en el estilo de vida, como una alimentación saludable, actividad física moderada, y técnicas de manejo del estrés. También recomendó medidas no farmacológicas como la terapia cognitivo-conductual, la fisioterapia, la acupuntura, y las técnicas de relajación y respiración.
En el ámbito farmacológico, algunos fármacos pueden ser útiles para aliviar síntomas específicos. Sin embargo, “el tratamiento con medicamentos debe ser muy cuidadoso, ya que ciertos fármacos, como los antidepresivos, los antihistamínicos o los antibióticos, pueden empeorar la condición”.
Impacto en la vida diaria de “una enfermedad invisible pero devastadora”

El SFC es una condición discapacitante, que “puede afectar actividades cotidianas como bañarse, trabajar, asistir a la escuela o tener vida social”, detalló Fischer.
Según ella, “la cronicidad de esta enfermedad, sumada a la falta de una cura, hace que el apoyo emocional sea fundamental en el tratamiento”. Los especialistas recomiendan el acompañamiento a través de terapia individual o grupal, lo cual ayuda a los pacientes a sobrellevar el impacto emocional que el SFC tiene en sus vidas y en la de sus familias. Aunque el síndrome de fatiga crónica no es una enfermedad degenerativa, sí es crónica y persistente, lo que conlleva altos niveles de estrés y en muchos casos síntomas depresivos y ansiosos.
El síndrome de fatiga crónica es una de esas enfermedades que no se ven a simple vista, pero eso no la hace menos grave. Esta condición no solo se manifiesta como un cansancio extremo, sino que altera la capacidad de vivir plenamente y limita a las personas afectadas en sus actividades más básicas.
A medida que la medicina y la investigación avanzan, los pacientes y sus familiares esperan que surjan respuestas y tratamientos más específicos para aliviar la carga de una de las enfermedades más invisibles y devastadoras.
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