
La decisión de acudir a un psicoanalista de niños, o a cualquier profesional de la salud mental, es una situación delicada que en general es decidida por los padres del niño o la niña por quien se consulta. Otras veces son derivados por las instituciones, como la escuela o por otros profesionales, el pediatra, por ejemplo.
Aunque algunas veces son los niños o los adolescentes quienes solicitan ayuda. Es importante, en este sentido, una observación que plantea Donald Winnicott, que es el primero en tener en cuenta la existencia de recursos naturales en los niños, es decir en principio, tanto ellos como sus padres tienen recursos que pueden usar y salir adelante de algunas situaciones que se enfrentan durante la crianza y el desarrollo.
Muchas veces con el trabajo terapéutico con los padres, algunas situaciones que pueden preocuparlos o asustarlos, con algunos ajustes y cambios de posición subjetiva, logran resolverse y el niño no necesita comenzar una terapia.
Las situaciones más comunes por las que se consulta en general son:
1. Cambios en el comportamiento: esto puede incluir conductas disruptivas, agresión, aislamiento, regresiones en el desarrollo (como la pérdida de habilidades que ya había adquirido, conductas regresivas) siempre y cuando se sostengan por determinado tiempo.

2. Cambios en las interacciones sociales: si el niño tiene dificultades para relacionarse con sus compañeros, presenta problemas de comunicación o muestra comportamientos sociales inapropiados.
3. Cambios en el estado de ánimo: si el niño o la niña muestran signos de tristeza persistente, irritabilidad llamativa, ansiedad o temores inusuales para su edad, miedos extremos.
4. Problemas en la escuela: el bajo rendimiento académico, la falta de interés en la escuela, la negativa a asistir, deserción o problemas frecuentes con la autoridad.
5. Eventos traumáticos: si el niño ha experimentado un evento traumático, como la pérdida de un ser querido, malos tratos, abuso sexual, bullying en cualquiera de sus formas, divorcio o separación de los padres que no pueda tramitar por sí solo, enfermedades graves de sí mismo o de sus papás, o cualquier situación que la familia note que no logra metabolizar.
6. Dificultades en las relaciones familiares: los problemas en las relaciones con los padres o hermanos pueden ser un motivo para buscar ayuda sin son persistentes y no tienen que ver con periodos del desarrollo, como la posición contestataria y querellante de la pubertad y la adolescencia.

Cualesquiera que sean estas situaciones y más allá de los acontecimientos lo importante es el impacto que ellas tienen en el psiquismo del paciente y su manera de lidiar con estas circunstancias.
El encuentro con un psicoanalista de niños convoca no solo al sujeto infantil, sino a los padres, y/o cuidadores a pensar. Un síntoma en un niño muchas veces pone en jaque todo el sistema familiar. La posibilidad de detenerse a pensar en la situación que atraviesa el niño es un paso muy importante para su recuperación.
La clínica con niños tiene esa encrucijada difícil, salvo excepciones, son los padres quienes consultan por su hijo y en esa demanda también están involucrados otros que hablan por él: la escuela, la sociedad, etc.
Los padres proveen la mirada que tienen acerca de la situación, también la aportan las maestras y la escuela suministra los informes que hablan de él. Los profesionales que derivan también aportan su narrativa a la historia del padecer del niño o la niña.
Los psicoanalistas recibimos esa información, y si bien la tenemos en cuenta, también la ubicamos aparte, para que no nos estorbe y para poder escuchar la voz del niño, es decir su deseo y su demanda, si la hay.

Muchas veces quienes nos demandan exigen que extirpemos, como lo haría un cirujano, aquello que le trae problema al niño y/o a la familia y que esa operación sea rápida. Esta postura es opuesta a lo que nos planteamos los psicoanalistas de niños que es hacer un trabajo conjunto con el paciente, por más chiquito que sea.
El trabajo analítico implica desalojar al paciente de determinada posición subjetiva, gozosa, es decir sufriente, con la que llegan a nuestra consulta hacia otra que le permita desarrollarse sin grandes dificultades. Es fundamental escuchar el discurso del niño y ayudar a los padres a escucharse, es decir poner en cuestión sus narrativas y sus prácticas.
Se trata de una inversión dialéctica desde la queja: “¿Por qué se comporta así?” “¿De qué manera estamos nosotros, como padres, involucrados en este comportamiento?”
No se trata de juzgar a las familias sino de abrir los ojos a cuestiones inconscientes que se repiten de generación en generación e impactan en toda la familia.

Por ejemplo, la existencia de secretos familiares muchas veces se convierte en algo que vuelve de manera sintomática en el hijo, retorna.
La consulta por un niño o una niña se trata siempre de ubicar, algo de lo no-dicho, y sacarlo a la superficie para analizarlo. Freud comparó al psicoanalista con un arqueólogo que excava en las capas de la tierra en busca de restos que revelan información sobre civilizaciones pasadas. De manera similar, el psicoanalista excava en las capas profundas de la mente del paciente que son el origen de los síntomas o problemas actuales. Al igual que un arqueólogo descubre objetos y pistas que arrojan luz sobre la historia de una civilización antigua. En el trabajo con niños el psicoanalista descubre elementos ocultos no solo en el psiquismo infantil sino también en el de sus papás y también de sus abuelos, que arrojan luz sobre las dificultades presentes.
En el psicoanálisis el niño está ubicado en un lugar desde el cual es un analizante en pleno derecho y también es sujeto responsable de sus decires y haceres, pero con la doble implicancia de su indefensión, de requerir del otro para vivir.
A través del psicoanálisis, los padres podrán obtener una comprensión más profunda de lo que le pasa a su hijo y de lo que les pasa a ellos con esa situación. Esto ayudará a empatizar y a abordar los desafíos de crianza de una manera más comprensiva.También a tomar conciencia de las dinámicas familiares y mejorar las relaciones entre todos.
Por eso es importante iniciar este viaje junto con los papás, porque el cambio de posición en el niño también afectará la dinámica familiar.
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