
Es común que muchas personas, ya sea por descuido o porque desconocen los riesgos, dejen alimentos fuera del refrigerador durante largos periodos de tiempo, sin embargo, esta práctica que puede parecer inofensiva en el día a día representa un peligro importante para la salud, especialmente cuando se trata de productos perecederos como carnes, lácteos o comidas ya preparadas.
La costumbre de dejar comida sobre la mesa “para luego” es una puerta abierta a la proliferación de bacterias dañinas ya que, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), cada año se registran aproximadamente 48 millones de casos de enfermedades relacionadas con intoxicaciones alimentarias, muchas de las cuales están vinculadas a la exposición de alimentos a temperaturas inseguras.
De acuerdo con la Secretaría de Salud de México, los alimentos preparados no deben permanecer a temperatura ambiente por más de dos horas, no obstante, el Hospital Houston Methodist advierte que si las temperaturas superan los 32,2°C (90°F), el tiempo se reduce a una hora.
Estas recomendaciones buscan evitar que los alimentos entren en la llamada “zona de peligro”, un rango de temperaturas entre 4°C y 60°C (39,2°F y 140°F), donde las bacterias pueden duplicar su número en intervalos de 15 a 30 minutos, según explicó Lea Obeid, dietista de la entidad médica mencionada.
Qué es la zona de peligro

El término se refiere al rango de temperaturas en el que las bacterias que causan enfermedades alimentarias, como Salmonella, E. coli y Listeria, se multiplican rápidamente. Según el Hospital Houston Methodist, cuando los alimentos perecederos permanecen en este rango, el riesgo de intoxicación alimentaria aumenta significativamente, por ello, es crucial limitar el tiempo que los alimentos pasan en estas condiciones.
Para minimizar los riesgos de alcanzar esta zona, la Secretaría de Salud de México recomienda conservar los alimentos tapados y refrigerados, además, considera fundamental separar los alimentos crudos, como carnes y pescados, de los cocinados o listos para consumir; de igual manera, los productos lácteos, como leche, queso y yogur deben mantenerse en el refrigerador para evitar su deterioro si no se utilizarán inmediatamente.
Relacionado a ello, para garantizar la seguridad alimentaria, es importante seguir prácticas específicas al manipular y almacenar alimentos. Según las recomendaciones del organismo mexicano, los alimentos que han estado en refrigeración deben hervirse antes de ser consumidos, asimismo, es preferible consumir alimentos cocidos y calientes al momento de servirlos, ya que esto reduce la posibilidad de contaminación bacteriana.
En contraste, se sugiere no consumir pescados, mariscos y otros alimentos crudos o preparados en la calle, especialmente en épocas de calor, pues se trata de productos particularmente susceptibles a descomponerse rápidamente en consecuencia de las altas temperaturas, lo que incrementa el riesgo de enfermedades.
En el caso de los alimentos congelados, estos nunca deben descongelarse a temperatura ambiente o en agua caliente, esto se debe a que, aunque el centro del alimento pueda permanecer congelado, las partes exteriores pueden alcanzar la “zona de peligro”, favoreciendo el crecimiento bacteriano.
De acuerdo con un documento publicado por el Programa de Maestría en Conservación de Alimentos de la Universidad de California, la descongelación debe realizarse en el refrigerador a una temperatura de 4,4°C (40°F) o menos, bajo agua fría a menos de 21,1°C (70°F), o en el microondas si se planea cocinar o consumir el alimento de inmediato, lo cual ayudará a minimizar el riesgo de contaminación y garantizará que los alimentos sean seguros para el consumo.
Por qué los alimentos se deterioran más rápido con el calor

Los alimentos se echan a perder más rápido en climas cálidos como consecuencia del crecimiento de microorganismos como bacterias, levaduras y mohos, así como a la actividad de enzimas presentes de manera natural en los alimentos. Aunado a ello, según la Universidad de California, factores como la humedad, la temperatura y el oxígeno influyen en el proceso.
La Fundación Eroski, especializada en investigación alimentaria, señala que el calor excesivo acelera las reacciones enzimáticas y otros procesos químicos en los alimentos, lo que provoca la ruptura de emulsiones, la destrucción de vitaminas, la pérdida de humedad y cambios en el color, sabor y olor de los productos.
Además, la exposición a la luz, ya sea natural o artificial, también contribuye al deterioro de los alimentos, afectando principalmente componentes como pigmentos, grasas, proteínas y vitaminas, causando decoloración y pérdida de nutrientes. En alimentos líquidos, el daño puede ser más profundo debido a la mayor penetración de la luz, sin embargo, todo dependerá de factores como la intensidad de esta, el tipo de luz que emite, la distancia de la fuente al alimento, la concentración de oxígeno y la temperatura.
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