
Cuando las personas experimentan un estado de estrés, sus cuerpos reaccionan mucho antes de que sean conscientes de ello. Mente y cuerpo están estrechamente relacionados. Lo que sucede en la psicología humana repercute en la fisiología. Un estudio de la Universidad de Suxxes, en Reino Unido, determinó que uno de los lugares donde se manifestaban los posibles síntomas de la ansiedad era la nariz. Según este estudio, cuando las personas experimentan un estado de estrés, la nariz baja su temperatura.
Mediante el uso de cámaras térmicas de alta sensibilidad, los expertos registraron cómo los sentimientos de ansiedad y estrés tienen consecuencias visibles en el rostro, siendo la nariz el lugar más notorio.
El ensayo clínico fue realizado en 29 voluntarios. Primero se relajaron escuchando ruido blanco. A continuación, los especialistas les pautaron preparar en tres minutos un discurso sobre el trabajo de sus sueños. Cuando llegó el momento de la presentación ante un tribunal de desconocidos, durante los minutos que duró la exposición, las cámaras térmicas identificaron un patrón retroactivo: el descenso en tres y seis grados de la temperatura nasal. Esto determinó el síntoma inmediato de la fisiología humana ante el devenir de la ansiedad.
Una participante describió la sensación así: “mientras sentía cómo se me subían los colores a la cara, la cámara térmica mostraba cómo mi nariz se volvía azul.”
En consecuencia, el suceso tiene un fundamento biológico muy claro. La ansiedad desvía la sangre de la nariz hacia los ojos y los oídos, produciendo un descenso de la temperatura. El motivo fisiológico se basa en una mejor escucha y concentración. El cuerpo adquiere un estado de alerta.
La termografía infrarroja
Debido a la termografía infrarroja, los expertos pudieron detectar variaciones térmicas producidas por el sistema nervioso simpático, que gestiona las respuestas de lucha o huida. La novedad más inmediata es que, ahora, esta tecnología innovadora permite medir esos cambios en tiempo real. Este avance resulta muy útil en espacios clínicos o académicos.

La profesora Gillian Forrester, responsable del proyecto, explicó:
“Incluso las personas entrenadas para soportar situaciones estresantes muestran una caída térmica en la nariz. Es una respuesta universal del cuerpo, un marcador biológico del estrés.”
Después de la prueba, las personas recuperaron su temperatura nasal normal. No obstante, la variación en la temperatura era diferente dependiendo de la persona. Esto demostró la capacidad de algunos usuarios de manejar los nervios con respecto a otros.
“El tiempo que tarda la nariz en volver a calentarse podría ser una medida objetiva de resiliencia emocional, declaró Forrester.
Un descubrimiento positivo para la salud mental
Este descubrimiento supone un avance en psicología y salud mental. Constituye un dispositivo que podría ayudar en la identificación de casos clínicos, tanto leves como graves, de ansiedad o depresión. Asimismo, actuar como un mecanismo de prevención en etapas de depresión temprana, monitoreando la salud de los pacientes.
En consecuencia, la posibilidad de detectar el estrés sin grandes cuestionarios, sino a través de un diagnóstico fisiológico, supone un avance en los cuidados del cuerpo. De esta manera, las cámaras térmicas se convierten en un aliado indiscutible de la psicología.
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