Los riesgos para la salud de reutilizar varias veces una botella de plástico: “Puede provocar náuseas y dolor de cabeza”

Un doctor en Química aconseja no beber el agua de la botella si esta ha estado expuesta a más de 60 grados

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El químico Oriol Marimon aclara
El químico Oriol Marimon aclara cuál es el riesgo de reutilizar las botellas de plástico (Montaje Infobae / @bigvanciencia)

En los últimos años, la preocupación por los microplásticos ha ocupado mesas de debate y múltiples investigaciones que no terminan de llegar a un consenso. La comunidad científica aún estudia cuáles son las consecuencias de esta exposición a los plásticos tan presentes en la industria alimentaria.

En el foco de las discusiones se ubican las botellas de agua y el posible riesgo que estas pueden causar en la salud. Oriol Marimon, Doctor en Química Orgánica por la Universidad de Barcelona y miembro del proyecto divulgativo Big Van Ciencia, se ha preocupado en una de sus publicaciones por aclarar cuál es el verdadero riesgo de reutilizar y rellenar varias veces una botella de agua.

El PET (tereftalato de polietileno) es un tipo de plástico transparente, ligero y resistente muy utilizado en la fabricación de botellas (no solo de agua), sino también en los envases de alimentos y textiles. Este material está pensado para ser seguro en el contacto con alimentos y mantener una buena resistencia química.

Por ello, Marimon aclara que “el PET es absolutamente inerte”. No obstante, para su fabricación se utiliza "un catalizador llamado trióxido de antimonio, y ese sí que podría pasar al agua y del agua a tu organismo“, lo que provocaría ciertos efectos en nuestro cuerpo en función de la cantidad ingerida.

“En bajas concentraciones, este trióxido de antimonio puede provocar náuseas y algo de dolor de cabeza, y en altas concentraciones puede llegar a provocar la muerte”, explica el químico en un vídeo subido a redes sociales (@bigvanciencia).

Cuándo es peligroso reutilizar una botella de agua

El químico expone que el riesgo de que una botella de plástico depende de un factor determinante: la temperatura. “Para que el trióxido de antimonio pase del plástico al agua que hay dentro, esta botella tiene que superar los 60 grados centígrados”, cuenta. Por ello, “si mantienes la botella fresquita, igual que el agua, puedes utilizarla tantas veces como quieras”.

El problema con los microplásticos y los posibles problemas de salud aparece si, por ejemplo, nos dejamos olvidada la botella con agua dentro del coche. Marimon aconseja no beber el contenido de estos recipientes si se han quedado al sol con agua dentro: “Cuando luego la recuperes, pues no le metas un trago, porque ahí igual sí que sabrá fatal”.

Las botellas de plástico vuelven a cambiar en 2025: después del tapón que no se quita, habrá otra novedad.

Microplásticos en el cerebro

Recientes investigaciones han descubierto que los microplásticos se hallan más cerca de nosotros de lo que pensamos: en nuestro cerebro. Un estudio científico publicado en la revista Brain Medicine estima que la cantidad de estos microplásticos en nuestro cerebro es el equivalente a una cucharada. Estas diminutas partículas ingeridas a través de alimentos ultraprocesados, entre otros, podrían estar afectando la salud cerebral a través de múltiples vías biológicas interconectadas.

“Los alimentos ultraprocesados ahora representan más del 50% de la ingesta energética en países como Estados Unidos, y estos alimentos contienen concentraciones significativamente más altas de microplásticos que los alimentos integrales. Hallazgos recientes muestran que estas partículas pueden atravesar la barrera hematoencefálica y acumularse en cantidades alarmantes”, han explicado los autores.

Lo que hace que su hipótesis sea particularmente convincente es la novedosa sugerencia de que los microplásticos (diminutas partículas de plástico de menos de 5 mm) podrían ser el eslabón perdido en esta relación. Los investigadores señalan datos inquietantes que muestran que alimentos como los nuggets de pollo contienen 30 veces más microplásticos por gramo que las pechugas de pollo, lo que pone de relieve el impacto del procesamiento industrial.

La hipótesis gana mayor credibilidad a partir de hallazgos recientes publicados en Nature Medicine que demostraron concentraciones alarmantes de microplásticos en el cerebro humano (aproximadamente “el equivalente a una cuchara” según los investigadores), con niveles tres a cinco veces más altos en aquellos con diagnósticos documentados de demencia.

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