
Puede parecer algo nimio, pero la manera en la que nos dirigimos a nosotros mismos puede marcar una gran diferencia en nuestra motivación y estado de ánimo. Al fin y al cabo, es con la voz interna de nuestra mente con quien más tiempo pasamos: está siempre ahí, comentando todo lo que ocurre a nuestro alrededor, recordándonos el planning diario o juzgando las acciones que llevamos a cabo.
Es esencial, por ello, conseguir que su discurso sea más amable, pues, aunque pensamos que no es relevante, esto tiene un papel importantísimo a nivel emocional. Las palabras van calando poco a poco y, cuando se repiten muchas veces, el mensaje queda grabado a fuego en nuestra mente.
Por este motivo, si constantemente nos repetimos que no somos capaces de hacer algo, terminaremos creyendo que así es; si buscamos siempre los errores, acabaremos pensando que nuestros proyectos y tareas son un fracaso al no poner el foco en las virtudes; si el discurso interno es profundamente negativo, esto dejará un poso importante en el estado anímico.
El psicólogo Juan Rescalvo ha publicado recientemente un vídeo en el que explica que precisamente existe una palabra que “te daña” y que suele ser protagonista en nuestro vocabulario, tanto en conversaciones con otras personas como en la comunicación que mantenemos con nosotros mismos. El experto en crecimiento personal desde la psicología señala que esta es “debería”.

“‘Debería poder con todo’, ‘no debería sentir esto’, ‘debería lograr lo mismo que esa persona’”. Generalmente se piensa que este discurso lo que hace es motivar, movilizar hacia la ejecución de esta expectativa. Sin embargo, Juan Rescalvo explica que el sentimiento que produce es muy distinto.
Del “debería” al “desearía”
"¿Qué sientes con esta palabra? ¿Ganas de dar más de ti? ¿Ganas de encontrar tu mejor versión? ¿Paz o sientes culpa?“. La respuesta correcta es la segunda: ”Culpa porque no llegas, porque no eres suficiente“. El psicólogo explica que “es normal que te sientas así”, ya que el “debería” “no admite matices, solo obliga y sugiere que no eres suficiente”.
Este discurso pone el foco sobre algo que no se está consiguiendo, estableciendo la obligación de llevarse a cabo. Además, demoniza ciertos sentimientos y se centra en la comparación con el resto, algo que resulta profundamente negativo para la autoestima y la autoexigencia.
Juan Rescalvo, sin embargo, explica que “existe un antídoto”: la palabra “desearía”. “Desearía sentirme mejor, desearía conseguir mis objetivos”. Para las personas perfeccionistas y con unas expectativas autoimpuestas muy altas, esto podría parecer “conformista” o “mediocre”; sin embargo, no es así, sino que permite interiorizar que, si algo no se consigue, no supone un fracaso.
Por tanto, el objetivo seguirá siendo igual de ambicioso, pero cambiará la mentalidad y lo que se siente si no se alcanza: “El ‘debería’ no admite que te salgas de tu plan mental”, mientras que “el ‘desearía’ entiende que tu plan mental es una aproximación y que no puede cumplirse siempre”.
El sentimiento cuando no se consigue algo que se debería y cuando no se consigue algo que se desearía “es distinto”: desaparece la culpa porque no había una obligación autoimpuesta de fondo y hay espacio para seguir movilizándose con motivación para alcanzarlo.
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