
La cantidad de agua que debemos beber cada día es una de esas recomendaciones de salud que todos escuchamos, pero sobre la que existen diferentes versiones. Desde los tradicionales ocho vasos al día hasta los dos litros, e incluso los 2,5 litros que aconsejan algunos expertos. ¿Qué hay de cierto en estas cifras? ¿Son mitos, rumores o recomendaciones basadas en evidencia científica?
La uróloga Rena Malik, especialista en salud urológica y divulgadora a través de su canal de YouTube, abordó el tema en un video recientemente difundido por Men’s Health. Según explica, la respuesta no es tan simple como repetir un número fijo, ya que tanto la falta como el exceso de agua pueden afectar a la vejiga y a la próstata.
Beber demasiado poco
Uno de los errores más comunes es la ingesta insuficiente de líquidos. “Beber muy poca agua hace que la orina esté muy concentrada”, señala Malik. Esta concentración actúa como un irritante para la vejiga, generando síntomas incómodos: “Esto significa que podrías sentir la necesidad de orinar con más frecuencia o urgencia”.
La especialista recuerda que no toda el agua procede de lo que bebemos. “El 20% de nuestros líquidos proviene de los alimentos”, aclara, lo que incluye frutas, verduras y otros alimentos ricos en agua.
Los riesgos de beber en exceso
En el otro extremo está la sobrehidratación, que tampoco es conveniente. “A veces, beber demasiado puede reducir demasiado la sal en el cuerpo y causar hiponatremia, que puede causar graves problemas”, advierte Malik.
La hiponatremia, aunque poco frecuente, puede provocar confusión, fatiga, dolores de cabeza intensos y, en casos graves, complicaciones neurológicas. Este riesgo muestra que no se trata simplemente de “cuanto más agua, mejor”, sino de encontrar un equilibrio saludable.
Las recomendaciones científicas
El Instituto de Medicina de Estados Unidos ofrece unas cifras de referencia: 3,7 litros de líquidos diarios para los hombres y 2,7 litros para las mujeres, considerando tanto bebidas como alimentos.
No obstante, el cuerpo cuenta con un mecanismo regulador muy eficiente: la sed. “Nuestro cuerpo regula de forma excepcional nuestros líquidos y nos indica cuándo necesitamos beber, dándonos señales de sed”, explica Malik. Esta señal aparece normalmente cuando se ha perdido alrededor del 2% del agua corporal, una cantidad que puede reponerse sin dificultad.
Casos especiales: cuándo beber más
Existen situaciones en las que sí conviene aumentar la ingesta. Malik destaca el ejemplo de quienes sufren infecciones urinarias recurrentes, para quienes una mayor hidratación puede ser beneficiosa. En todo caso, subraya la necesidad de hacerlo bajo la supervisión de un médico.
La clave está en el equilibrio
Ni los excesos ni la carencia de agua son aliados de la salud. La clave está en escuchar al cuerpo, aprovechar también los líquidos presentes en los alimentos y adaptar la ingesta a las necesidades individuales. Mantenerse hidratado de manera equilibrada favorece el buen funcionamiento de la vejiga, protege la próstata y contribuye al bienestar general.
En definitiva, más que contar vasos o litros de manera rígida, se trata de encontrar un punto medio: beber lo suficiente para mantener el cuerpo bien regulado, sin caer en los extremos.
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