
Dos de cada diez personas del colectivo LGBTIQ+ han sufrido acoso en España en algún momento de su vida. Esto equivale a 819.000 personas, teniendo en cuenta que la población del colectivo ronda los 5 millones, según el nuevo informe de la Federación Estatal LGTBI+. Con estos datos, el espacio público se tiñe para estas personas como un lugar de amenaza e inseguridad.
Frente a ese “afuera” percibido como peligroso, cabría pensar en el “interior” como un espacio seguro, agradable y cómodo. Por el contrario, no siempre ocurre. En ocasiones, “tanto el espacio interior como el exterior están sujetos a sacudidas, a tensiones”, escribía Annie Ernaux en Diario del afuera. Para muchas personas del colectivo LGBTIQ+, el rechazo a su orientación sexual proviene desde un adentro poco amable, un odio con origen y destino en la misma persona: ellos mismos.
“La homofobia o bifobia interiorizada ocurre cuando una persona LGB aplica los prejuicios y estigmas sobre su orientación para sí misma”, explica en una entrevista con Infobae España la psicóloga María González de la Rivera. Este rechazo se dirige hacia dentro, hacia lo que uno es, haciendo que las personas que lo sufren vivan en (o con) un interior bastante hiriente.
Este tipo de discriminación puede ser tan dolorosa como recibir un insulto o sufrir un rechazo externo. “Puedes huir de una persona que te juzga, que tiene malas palabras hacia ti, que mira mal lo que sientes o lo que haces, que te culpa, que te avergüenza o que te hace sentir incómodo, pero cuando tú te haces todo esto a ti mismo, hay poco sitio donde esconderse”, aclara González.
La dinámica autodestructiva de la homofobia interiorizada puede llevar a que la persona desarrolle problemas de autoestima, aislamiento, soledad y dificultad para relacionarse, ansiedad, depresión… Estas son solo algunas de las maneras “que tiene de dar la cara con síntomas algo tan doloroso como pensar que no deberías ser como eres”.
Aprender a ser lesbiana o gay
Pese a que algunos puedan pensar que las personas del colectivo han sabido librarse de los prejuicios, lo cierto es que “nada más lejos de la realidad”. La crianza que se ha recibido, la sociedad y la cultura perforan inevitablemente en las personas homosexuales, enseñándoles qué significa ser lesbiana, bisexual o gay.
No cabe duda de que el aprendizaje que ha tenido cada persona sobre qué significan estas etiquetas es particular. Sin embargo, quienes padecen de homofobia o bifobia interiorizada concuerdan en el patrón de los sentimientos de culpa, vergüenza, rechazo hacia uno mismo y a otras personas del colectivo, negación de la propia identidad o evitación del tema.
En esa dolorosa necesidad de no salirse de la norma social, algunas personas tratan de “compensar” su orientación sexual mediante la modificación consciente de sus actitudes o su personalidad. En otras palabras, “intentar no parecer homosexuales”, lo que podría ser una especie de plumofobia interiorizada.
“En el caso de la pluma, está mucho esta idea de que ‘se te note’ o no, y si para ti eso implica que lo que se va a notar es algo que no está bien, una actitud esperable sería intentar taparlo. Recuerdo mucho una frase que me dijo una vez un paciente: ‘Yo supe primero que era maricón antes de saber que era gay’, para referirse a que ya por tener pluma empezó a ser llamado maricón en el colegio mucho antes de que él pudiese empezar a pensar si le gustaban los chicos o no. Como son dos conceptos que asociamos, si no quieres ser asociado con algo que has aprendido que está mal, una manera de protegerte es evitando todo aquello que te pueda llevar a esa etiqueta”, explica a este medio.
El escudo de las personas bisexuales
Las personas bisexuales se enfrentan con frecuencia a una casuística distinta a la de los homosexuales, pues su orientación se somete a un cuestionamiento constante. Las redes sociales han favorecido la propagación de este discurso de la bifobia, en el que las celebridades son las más atacadas. En los últimos meses, famosas como Billie Eilish o Anna Castillo han sido víctimas de bifobia tras hacerse públicas sus relaciones con personas del género contrario, cuestionando su atracción hacia las mujeres.
La idea de que la orientación sexual depende de la pareja con la que la persona esté sigue todavía muy vigente, y “pocas veces se ve la bisexualidad realmente como la potencialidad de lo que te pueda gustar, independientemente del pasado o del presente”. Por ello, es probable que se tienda a leer como heterosexual a una persona bisexual cuando está con alguien del sexo contrario.
No obstante, cuando la bifobia está interiorizada, es posible que la persona bisexual tienda a elegir parejas del sexo contrario si para ella esta orientación sexual sigue siendo una etiqueta llena de prejuicios. Si la bifobia está fuertemente arraigada, puede incluso llegar a “la evitación total de la relación”. González, no obstante, prefiere no considerar este fenómeno como un autosabotaje, sino como un mecanismo de protección ante algo que les está doliendo.
El cambio hacia una mirada amable
Convertir ese adentro en un espacio amable con uno mismo no siempre es tarea fácil. Desde la terapia afirmativa, la psicología pretende ayudar a las personas del colectivo a validarse y a defender sus necesidades. Para ello, es importante comenzar trabajando sobre las etiquetas asociadas a ser bisexual, gay o lesbiana y cambiar la mirada sobre quien se es.
González pone también el foco en la importancia de eliminar la culpa o la vergüenza que puedan sentir incluso en terapia: “Creo que ayuda mucho normalizar que lo que le está pasando no es raro, y que uno no es tonto o malo por ello. Todas las personas LGTB+ formamos parte de la sociedad y, por lo tanto, en algún momento u otro hemos construido estigmas y prejuicios al igual que el resto. Es importante hablar de esto porque muchas veces la persona viene muy avergonzada a terapia y con miedo de decir en alto lo que ha pensado, incluso piden perdón, temen dañar al terapeuta o sienten la necesidad de castigarse previamente”.
Mientras esperamos a que llegue el día en el que muchas personas no tengan que pasar por un proceso de vergüenza y culpa para aceptar su orientación sexual, la terapia se erige como una valiosa herramienta para dejar atrás el dolor y aceptarse a uno mismo. En este sentido, González se sincera y asegura que es verdaderamente emocionante “ver la capacidad de cada persona de desprenderse de todo y transformar el rechazo en orgullo”.
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