
El agua con gas ha sido objeto de numerosos mitos y malentendidos en los últimos años. A pesar de ser simplemente agua con anhídrido carbónico (CO₂), que es lo que le otorga su característica efervescencia, muchas personas creen que su consumo puede ser perjudicial para la salud. Sin embargo, la mayoría de estos temores carecen de fundamento científico.
María de los Ángeles García García, más conocida como @BoticariaGarcia, es farmacéutica, nutricionista y divulgadora científica. En sus redes sociales comparte vídeos divulgativos sobre nutrición y buenos hábitos alimenticios y dedica uno de ellos a desmontar los mitos en torno al agua con gas.
Existe la creencia de que el agua con gas puede debilitar los huesos y aumentar el riesgo de osteoporosis. Este mito proviene de la confusión con las bebidas gaseosas azucaradas, como los refrescos de cola, que sí se han asociado con una menor densidad ósea debido a su alto contenido de ácido fosfórico. Sin embargo, esto es falso: “El ácido carbónico no tiene nada de malo para los huesos”, explica Boticaria García.
Otro de los temores frecuentes es que el agua con gas pueda ser perjudicial para los dientes, pues hay quienes creen que su acidez puede erosionar el esmalte dental. Si bien es cierto que el agua con gas tiene un pH ligeramente más bajo que el agua natural debido a la presencia de ácido carbónico, no es lo suficientemente ácida como para causar daños significativos. “El agua con gas no tiene azúcares ni ese tipo de ácidos que pueden causar caries y erosión del esmalte”, sostiene la experta.
Otros mitos del agua con gas
Uno de los mitos más extendidos es que el agua con gas no hidrata igual que el agua natural o, incluso, que puede deshidratar, algo que también es completamente falso. El agua con gas es, en esencia, agua, por lo que cumple la misma función de hidratación que cualquier otra agua potable y la presencia de CO₂ no altera su capacidad para reponer líquidos en el cuerpo. De hecho, algunas personas encuentran el agua con gas más atractiva al paladar, lo que las motiva a beber más y, en consecuencia, a mantenerse mejor hidratadas.
Algunas personas creen que el agua con gas puede causar hinchazón, gases o malestar estomacal. En realidad, su efecto varía según la persona. Para algunas, la carbonatación puede producir una sensación de saciedad más rápida, lo que puede ser beneficioso para controlar la ingesta de alimentos. Para quienes tienen sensibilidad digestiva o condiciones como el síndrome del intestino irritable, las burbujas pueden generar molestias. Sin embargo, esto no significa que el agua con gas sea inherentemente mala para la digestión, sino que su tolerancia depende de cada persona.
Otro mito común es que el agua con gas puede ser perjudicial para el estómago y provocar acidez o gastritis. En realidad, no hay evidencia científica que respalde esta afirmación. De hecho, en algunos casos, el agua con gas puede favorecer la digestión al estimular la producción de jugos gástricos. No obstante, quienes padecen reflujo gastroesofágico pueden experimentar mayor incomodidad debido al gas, por lo que en esos casos se recomienda moderar su consumo
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