
Las siestas en la infancia no son un cosa banal, ya que favorecen el desarrollo físico, emocional e intelectual, además de sentar las bases de la memoria y el aprendizaje. Para los más pequeños, las siestas son la mejor manera de recargar pilar y evitar el sobrecansancio. Si establecemos una rutina adecuada de estos pequeños descansos, el niño se acostará con una presión del sueño correcta.
Como bien explica la pediatra Nerea Sarrión en su libro Cuidar lo que más importa, los bebés no tienen establecidos una rutina de sueño como los adultos, ya que en los primeros meses de vida llevarán un ritmo de sueño y vigilia cada 2-4 horas. Hay una serie de señales que indican que el bebé está cansado y que, por tanto, es un buen momento para acostarlos. Los primeros signos suelen ser una reducción de su actividad, la mirada perdida, el bostezo, la inquietud, la búsqueda del pecho o frotarse los ojos y orejas. Si el bebé está extremadamente cansado, llorará sin consuelo, se frotará con intensidad los ojos, arqueará la espalda e incluso se tirará de las orejas o el pelo.
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Sin embargo, las señales no son siempre tan evidentes como las descritas anteriormente. Es importante conocer las ventanas de sueño, que son el periodo que un bebé pasa despierto entre siesta y siesta para tener una presión de sueño (una necesidad de dormir) adecuada. No existen unas reglas fijas sobre cuánto debe dormir o estar despierto cada infante, pues varía en cada persona. A medida que el niño crezca, pasará más tiempo despierto.

Cómo es una buena siesta para el bebé
Pero, ¿cómo deben ser las siestas de un bebé? Antes de los cuatro meses, no hay ningún patrón a seguir. Es a partir de los cinco o seis cuando estas empiezan a formar parte de su rutina. Antes de los seis y siete meses, la duración de las siestas también es muy variable, porque pueden darse de entre 20 minutos y dos horas. A partir de ese tiempo, para prevenir que afecte en el descanso nocturno (tanto del pequeño como de los padres), la pediatra recomienda evitar que duerma después de las cinco de la tarde y que la siesta no dure más de dos horas.
Por otra parte, es relevante tener en cuenta una serie de conductas para lograr un buen descanso y una óptima higiene del sueño, ya sea para las siestas o para la noche. Algunas de ellas son las siguientes:
- Cuidar la alimentación: el aparato digestivo regula nuestro día a día, por lo que es importante prestarle atención a alimentación del pequeño. Alrededor del primer año de vida, ya tendrá que tener establecido un horario fijo de comidas. Es importante elaborar una cena que sea fácilmente digerible y, al mismo tiempo, lo suficientemente nutritiva para que el bebé no necesite pedir más comida durante la noche. Se ha demostrado, además, que la lactancia materna favorece el descanso del bebé.
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- Crear un espacio de sueño agradable y seguro. La estancia debe estar sin ruidos y sin luz, con una temperatura entre 19 y 22 grados y una habitación ventilada. Asimismo, el pequeño deberá llevar una ropa cómoda que no se le ajuste demasiado para permitirle el movimiento.
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