
En un rincón del mundo donde la innovación tecnológica y la naturaleza se encuentran, las aguas de Tasmania dieron lugar a una revolución verde. Lejos de ser una simple exploración de los recursos del mar, este proyecto busca redefinir la manera en que la humanidad aborda el calentamiento global.
En esa línea, un extenso cultivo de algas, ubicado cerca de la ciudad portuaria de Triabunna, tiene el potencial de transformar significativamente la ganadería al combatir las emisiones de metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
Tasmanian asparagopsis: un recurso subestimado
Frente a las costas de Australia, se encontraba casi desapercibida una planta submarina conocida como asparagopsis. Este tipo de alga roja, común en las aguas de Tasmania, capturó la atención de científicos y ambientalistas debido a su alto contenido de bromoformo, un compuesto orgánico crucial para inhibir las emisiones de metano procedentes del sistema digestivo de los rumiantes.
Según la Universidad de Nueva Inglaterra en Australia, más de 40 estudios ya demostraron que la adición de asparagopsis al alimento del ganado puede reducir sus emisiones, contribuyendo de manera considerable a las estrategias globales para frenar el cambio climático.

El impacto directo sobre las emisiones
Las investigaciones conducidas por Fran Cowley, profesor e investigador de la Universidad de Nueva Inglaterra, revelaron que adicionar asparagopsis en la alimentación de los bovinos podría disminuir hasta en un 95% las emisiones de metano.
“Es capaz de lograr una supresión casi completa de la supresión de metano”, detalló Cowley al referirse a los beneficios del uso de esta alga. Este dato cobra mayor relevancia si se considera que, aunque el metano está presente en menores cantidades que el dióxido de carbono en la atmósfera, su capacidad de calentar el planeta es aproximadamente 80 veces mayor a lo largo de un período de 20 años.
Resultados tangibles en estudios prácticos
Cowley dirigió un experimento en corrales de engorde en el estado de Queensland, que se llevó a cabo durante 200 días. Los resultados, presentados en agosto de 2024, mostraron que las emisiones de metano se redujeron a la mitad en los animales que consumieron asparagopsis, en comparación con aquellos que no recibieron el suplemento.
Estos hallazgos evidencian una notable mejora respecto a estudios previos, como el llevado a cabo en Japón, donde la reducción de emisiones alcanzó un 28%. Según Cowley, “todos los estudios realizados sobre la carne no han demostrado ninguna acumulación de bromoformo, ni ningún impacto en el sabor, la ternura o la jugosidad de la carne”.

Seguridad alimentaria bajo la lupa
El bromoformo, que si bien es esencial para su eficacia, plantea interrogantes sobre su seguridad. Se consideró cancerígeno en estudios con ratas, aunque investigaciones recientes señalaron que, en las condiciones en que es suministrado al ganado, se degrada en su estómago sin dejar residuos.
“Por lo tanto, no hay acumulación de bromoformo en la carne ni en la leche porque, para empezar, solo llega en una dosis relativamente baja”, afirmó Cowley, destacando que el desarrollo de métodos seguros para su uso en la ganadería es esencial para su adopción a gran escala.
Innovación y sostenibilidad desde el mar
La empresa Sea Forest, está a la vanguardia del movimiento para integrar las algas en la cadena de suministro agrícola. Fundada por Sam Elsom, después de su paso por la industria textil, la compañía ahora produce suplementos alimenticios derivados de algas en formas accesibles para el ganado, como aceites, pellets y bloques para lamer.
Esta estrategia además de buscar reducir las emisiones, aspira a proporcionar soluciones sostenibles sin imponer costos adicionales a agricultores y consumidores.
Bajo el liderazgo de Elsom, Sea Forest comenzó a colaborar con empresas como la lechera Ashgrove y la cadena de hamburguesas Grill’d, y busca expandir su alcance a mercados internacionales como el europeo.

El océano, una fuente renovable para el futuro
Más de dos tercios del planeta están cubiertos por océanos, estando, por tanto, gran parte de ellos disponibles para el cultivo de algas. Estas plantas crecen rápidamente, hasta 30 veces más rápido que las terrestres, y a su vez no necesitan recursos como fertilizantes o agua dulce, posicionándolas como un recurso sostenible clave para el futuro.
La situación geográfica y la riqueza biológica de la región de Tasmania proporcionan un entorno casi ideal para maximizar el potencial de las algas marinas como herramienta fundamental en la lucha contra el cambio climático.
De esta manera, el cultivo de asparagopsis y la aplicación de sus derivados en la agroalimentación representa no solo una oportunidad de innovación tecnológica, sino también una vía hacia la sostenibilidad ambiental.
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