
La búsqueda por entender los secretos de la memoria y el envejecimiento cerebral ha llevado a los científicos a descubrir a los denominados “superancianos”, un grupo excepcional de octogenarios y nonagenarios cuyas capacidades cognitivas desafían lo que se considera habitual en la vejez.
El término “superaging” nació por casualidad en los años ’90, cuando un grupo de investigadores del Centro de investigación de la enfermedad de Alzheimer de la Universidad de Northwestern recibió la autopsia cerebral de una mujer de 81 años que había demostrado, hasta sus últimos días, una memoria y funcionalidad similares a las de personas mucho más jóvenes.
El hallazgo de esta paciente fue tan inesperado como revelador. Su cerebro apenas mostraba signos del desgaste propio de la edad, presentando un solo ovillo neurofibrilar, una alteración típica en enfermedades como el Alzheimer.
Este hecho motivó la creación del Programa de Superenvejecimiento de la Universidad de Northwestern en el año 2000, cuya misión sería rastrear y estudiar casos similares para descubrir los factores que permiten el mantenimiento excepcional de las habilidades cognitivas en la edad avanzada.

A lo largo de sus más de 25 años de actividad, el programa ha fortalecido la relación entre participantes y científicos, quienes no solo acompañan en vida a los voluntarios, sino que continúan analizando sus cerebros después de su muerte.
Actualmente, el programa cuenta con más de un centenar de participantes activos y ha realizado decenas de autopsias, lo que constituye una fuente invaluable de información sobre el envejecimiento saludable.
“Tenemos personas que fallecieron hace más de 20 años cuyos cerebros se usan para los estudios”, le dice a BBC Mundo Molly Mather, una de las investigadoras y profesora asistente de Psiquiatría y Ciencias del comportamiento en la Universidad de Northwestern.
“Se construye una relación de confianza y cuando deciden donar su cerebro después de morir, saben a dónde irá y quién lo va a estudiar”, añade y completa: “Quieren ser parte de la investigación en el futuro”.
Definición y características cognitivas de los superancianos

Ser catalogado como superanciano implica cumplir con exigentes criterios. Los investigadores de Northwestern definen a los superancianos como personas de 80 años o más cuyas capacidades de memoria, según pruebas estandarizadas como el Test de Aprendizaje Verbal de Rey, resultan equivalentes a las de personas al menos 30 años más jóvenes.
La memoria episódica, que suele ser la más vulnerable al paso del tiempo, es el principal marcador utilizado para esta clasificación, ya que su deterioro suele anunciar problemas cognitivos en el envejecimiento promedio.
Este fenómeno sorprende incluso a los propios expertos, quienes han documentado casos de nonagenarios con una capacidad para retener información nueva superior a la de muchos adultos medios.
Este espectro de trayectorias individuales demuestra que el declive cognitivo asociado a la edad no es una consecuencia inevitable, y que algunos cerebros preservan habilidades notables hasta etapas avanzadas de la vida.
Rasgos biológicos únicos en los cerebros de los superancianos

La investigación ha demostrado que los superancianos presentan diferencias estructurales y fisiológicas respecto a sus pares. Uno de los hallazgos más notables es la conservación del volumen cortical, que en muchos superancianos resulta similar al de adultos varias décadas más jóvenes.
En particular, la región del giro cingulado anterior muestra un grosor mayor incluso que el de personas de 50 o 60 años, algo que los científicos vinculan con funciones como la motivación, la toma de decisiones y la sociabilidad.
Además, los superancianos tienden a mostrar un menor grado de encogimiento cerebral, fenómeno que comúnmente acompaña al envejecimiento. Esto implica que regiones implicadas en el procesamiento del lenguaje y la evocación de recuerdos conservan su integridad más allá de lo esperado para la edad.
En el programa de la BBC Health Check, la doctora Sandra Weintraub, una de las investigadoras líderes del estudio y también profesora de la Universidad de Northwestern, recordó los inicios del estudio: “Nuestro primer cerebro superanciano tenía un ovillo y pensamos: ‘¡Dios mío, hemos descubierto el secreto para conservar el cerebro: no producir ovillos!’”.

“El siguiente cerebro superanciano tenía tantos ovillos como alguien a quien le hubieses dado un diagnóstico post mortem de la enfermedad de Alzheimer”.
Descubrimientos destacados: neuronas, microglía e inervación colinérgica
Entre los hallazgos celulares destaca la presencia en los superancianos de una mayor cantidad de neuronas Von Economo, también conocidas como neuronas en huso, especialmente en la región del giro cingulado anterior. Estas neuronas parecen estar asociadas con la sociabilidad y la gestión de emociones complejas, lo cual coincide con el perfil socialmente activo observado en muchos superancianos.
Otra observación relevante ha sido la actividad de la microglía, un tipo de célula encargada de la limpieza y respuesta inflamatoria en el cerebro.
En los superancianos, esta actividad resulta ser menos inflamatoria y quizás, por ello, menos perjudicial para las neuronas. Asimismo, la inervación colinérgica —la capacidad de las neuronas colinérgicas de transmitir señales clave para la memoria y el funcionamiento del sistema nervioso— se mantiene más intacta que en la mayoría de sus coetáneos.
Diversidad de estilos de vida y la ausencia de una fórmula universal

El estudio del Programa de Superenvejecimiento ha dejado claro que no existe un perfil prototípico de superanciano en cuanto al estilo de vida.
Los voluntarios han mostrado una amplia gama de costumbres: algunos practican ejercicio regularmente y cuidan su dieta, mientras otros fuman, beben, sufren estrés o tienen malos hábitos de sueño. Incluso en lo médico, muchos presentan problemas físicos y toman medicación habitual para su edad.
Los investigadores subrayan que los logros cognitivos de estos participantes no pueden asociarse a una fórmula sencilla.
La biología, la genética y factores ambientales parecen jugar roles igualmente importantes. Incorpora, además, la recomendación de que cada persona adapte las pautas de vida saludable a su propia realidad y preferencias, reconociendo que no todas las variables están bajo control individual.
La posibilidad de convertirse en superanciano: genética, riesgo y esperanza

Frente al anhelo de mantener una memoria intacta en la tercera edad, los especialistas admiten que aún no existe una receta infalible.
Si bien conductas como mantener el corazón sano, alimentarse adecuadamente y ejercitar la mente se asocian con una mejor salud cerebral, el componente genético y la interacción con otros factores biológicos siguen siendo determinantes.
El equipo de Northwestern coincide en que no hay garantías, pero sí probabilidades que cada individuo puede optimizar.
La clave está en reducir los riesgos conocidos, aunque el azar y la genética también intervienen. Por ahora, los superancianos siguen desafiando los límites del envejecimiento y planteando nuevas preguntas sobre la resiliencia del cerebro humano en la vejez.
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