
El llanto es mucho más que lágrimas: es una de las respuestas más poderosas y universales del ser humano. Surge frente al dolor físico, la intensidad de una emoción o incluso el recuerdo de un momento sensible, y funciona como un lenguaje no verbal que revela lo que a veces no se puede decir con palabras. La ciencia actual, a través de la neurociencia, demuestra que llorar no solo libera emociones, sino que activa complejos mecanismos biológicos capaces de aliviar la tensión y devolver el equilibrio después de una experiencia intensa.
Según el portal Psicología y Mente, el llanto suele aparecer después de presenciar situaciones de sufrimiento propio o ajeno, pérdidas significativas o incluso durante momentos de alegría profunda. Aunque, en mayor parte, este acto se asocia a experiencias dolorosas, también puede ser resultado de sentimientos de plenitud.
De acuerdo con la autora Lourdes De La Puente, resultan notorias las diferencias entre las reacciones humanas y las del resto de los animales, ya que la ciencia todavía debate la existencia de un llanto genuino en otras especies.
Históricamente, civilizaciones como la mesopotámica o la griega atribuyeron el origen del llanto al corazón. Sin embargo, las investigaciones modernas dirigieron la atención hacia el cerebro, específicamente al sistema límbico. De acuerdo con los trabajos de Paul McLean, neurocientífico estadounidense, fue posible establecer la relación entre este sistema y la gestión de las emociones.
En el corazón de nuestra mente se encuentra el sistema límbico, un entramado cerebral que dirige gran parte de lo que sentimos y cómo reaccionamos. Allí, la amígdala funciona como una alarma frente al miedo, el hipotálamo regula funciones vitales como el hambre, la sed, el sueño y hasta la conducta sexual, mientras que el tálamo actúa como centro de control, procesando toda la información que captan nuestros sentidos. En conjunto, estas estructuras conectan cuerpo y mente en un delicado equilibrio.
Según lo señalado por CNN, este circuito cerebral funciona en coordinación con glándulas principales como la hipófisis o las suprarrenales, que liberan el cortisol, una hormona crucial en la respuesta al estrés. Así, se confirma que el origen de las emociones, y entre ellas el llanto, reside en el cerebro, en particular en el sistema límbico.

De acuerdo con los hallazgos científicos difundidos en la misma fuente, el vínculo entre emociones y la actividad del sistema lagrimal depende de la liberación de ciertas hormonas. En las lágrimas se encuentran presentes oxitocina y endorfinas. Ambas se producen en el hipotálamo y reafirman su importancia como centro de control emocional.
La oxitocina recibe el nombre de “hormona del amor” y se incrementa en situaciones de cercanía afectiva: reuniones sociales, encuentros de pareja o durante la lactancia materna. Por su parte, las endorfinas tienen el efecto de aliviar el dolor y se activan con actividades placenteras, como practicar yoga, ejercitarse, leer por placer o escuchar música.
El fenómeno del llanto, además del sistema límbico, involucra la acción de dos ramas del sistema nervioso autónomo: el sistema simpático y el parasimpático. Según lo detalla Lourdes De La Puente, el sistema nervioso autónomo funciona sin interrupciones, regula funciones como la frecuencia cardíaca y participa en la gestión del estrés.
El sistema simpático acelera los órganos durante situaciones de peligro, aumentando el estado de alerta. En contraste, el parasimpático permite que los órganos retomen el equilibrio y produzcan sensaciones de relajación.
La autora enfatiza que ambos sistemas influyen sobre los mismos órganos, pero tienen efectos antagónicos en el sistema lagrimal. Este último solo se activa cuando predomina el sistema parasimpático, mientras se inhibe bajo el predominio del simpático. Por esta razón, la producción de lágrimas solo ocurre en contextos en los que el cuerpo busca restablecer la calma o recuperarse de un episodio de tensión.
De acuerdo con la publicación referida, el efecto calmante del llanto radica en la liberación de neurotransmisores vinculados al bienestar y el afecto. Las lágrimas se presentan como una expresión visible de la acción hormonal dirigida por el sistema parasimpático. Así, el llanto permite que el organismo recupere el equilibrio luego de episodios intensos de estrés o emoción, gracias a la acción de la oxitocina y las endorfinas.

Este ciclo biológico, fundamentado en la colaboración de sistemas cerebrales, glándulas endocrinas y neurotransmisores, explica por qué el llanto cumple una función natural y necesaria en la experiencia humana. Se trata de un mecanismo evolutivo que no solo comunica estados emocionales, sino que también contribuye a la restauración interna después de vivencias abrumadoras o dolorosas.
La investigación de Lourdes De La Puente para Psicología y Mente destaca que entender estos procesos ayuda a desestigmatizar el llanto y reconoce su papel beneficioso sobre la salud mental. Al comprender los motivos biológicos que lo originan, resulta posible valorar su importancia como parte integral del bienestar emocional.
La comprobación científica de estos procesos ofrece una visión sobre la relación entre emociones, sistema nervioso y hormonas, y permite entender la relevancia de permitir la expresión emocional como camino hacia la recuperación y el equilibrio psicológico.
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