
Bryan Johnson es un empresario tecnológico que, además de ser reconocido por su éxito en dicho sector, se ha convertido en una suerte de gurú de la longevidad. Según confesó a diversos medios, destina más de seis horas diarias a una rutina meticulosamente diseñada para desafiar el proceso biológico del paso del tiempo.
Radicado en California, el magnate transformó su vida en una secuencia de intervenciones médicas, tecnologías avanzadas y hábitos estrictos, organizados en el ambicioso Project Blueprint, como detalla New Scientist.
La motivación de Johnson hacia la longevidad nació tras una etapa de cambios personales profundos: dejó la iglesia mormona donde creció, finalizó su matrimonio y vendió la empresa gracias a la que financió su nueva misión.
Ahora, con 48 años, se define como un “atleta profesional del rejuvenecimiento” y compara su disciplina con la de un deportista olímpico, aunque orientada a prolongar la vida: “Mucha gente escucha esto y piensa: ‘Eso es una locura’. La forma en que pueden entenderlo es que soy como un olímpico, pero para la longevidad”.
Una rutina de precisión y tecnología
El día a día de Johnson comprende desde la medición de la temperatura corporal al despertar hasta la aplicación de sueros para el crecimiento capilar, incluyendo sesiones de sauna, terapias de luz roja, inhalación de diferentes concentraciones de oxígeno, y una hora de ejercicio que integra cardio, fuerza y equilibrio.
Tras su actividad física, desayuna una mezcla precisa de frutos secos, semillas, arándanos, aceites, extractos y proteínas vegetales. Entre sus tareas figura utilizar un casco que irradia luz infrarroja sobre áreas cerebrales específicas, con el propósito de mejorar la función cognitiva.
Pero eso no es todo, ya que también utiliza dispositivos de monitorización avanzada que permiten obtener datos en tiempo real sobre diferentes parámetros fisiológicos.
El Project Blueprint y su equipo científico

El Project Blueprint, presentado en 2021, constituye el eje central de su cruzada personal. Su objetivo: medir y reducir la edad biológica de sus órganos mediante pruebas clínicas avanzadas.
Para ello, ha reunido un grupo de 30 especialistas cuya experiencia abarca neurología, cardiología y genética. “Buscamos expertos en cada área… el cerebro, el corazón, los patrones de proteínas”, explicó. El impulso experimental y lúdico del proyecto resulta atractivo para los profesionales involucrados, según señala el propio empresario.
Johnson también detalló públicamente, en declaraciones recogidas por Infobae, que los pilares de su método siguen siendo el sueño reparador, una alimentación calculada, el ejercicio diario y la recopilación científica de datos fisiológicos con nueva instrumentación.

Esta metodología, según afirmó, le ha permitido optimizar decenas de biomarcadores y retroceder más de cinco años la edad biológica estimada por su equipo. Aspectos que, además, aborda mediante la start-up que dirige, Blueprint, la cual está orientada a la comercialización de suplementos, análisis de sangre y otros servicios vinculados a la longevidad.
Métodos experimentales y debate en la comunidad científica
Entre las intervenciones más controvertidas figura el uso de rapamicina, un inmunosupresor empleado en trasplantes y bajo investigación por sus supuestos efectos antienvejecimiento.
Si bien estudios en ratones arrojaron resultados alentadores, Johnson suspendió su consumo debido a efectos secundarios y nuevas investigaciones que apuntan a que la rapamicina podría acelerar el envejecimiento en humanos.

Consultado por New Scientist sobre los riesgos de experimentar sin respaldo científico robusto, Johnson explicó: “Muchos dirían: ‘Bryan, estás asumiendo mucho riesgo’, pero yo digo: ‘Amigo, tú corres más riesgo que yo porque experimentas con comida rápida, trasnochas, bebes alcohol y consumes toxinas’. Sus vidas son más arriesgadas que la mía. Yo asumo menos riesgos porque como bien, duermo bien y hago ejercicio constantemente”.
Las prácticas de Johnson generan tanto admiración como escepticismo. Richard Siow, director de investigación sobre envejecimiento en el King’s College London, reconoce que los biomarcadores como la inflamación, la capacidad pulmonar y los lípidos pueden modificarse, pero advierte sobre la falta de validez clínica al traducirlos en una “edad” específica.
En ese tono, sostiene que “los números son buenos para el marketing, pero tienen menos significado clínico”, dado que no existen grandes bases de datos que permitan establecer equivalencias precisas entre biomarcadores y edades.

El equipo de Johnson, en respuesta, defiende la precisión de sus mediciones, argumentando que “Bryan Johnson conoce la edad biológica de sus órganos gracias a pruebas científicas exhaustivas y monitorización… utilizando métodos como resonancias magnéticas, ecografías, análisis de sangre, cribados genéticos (incluidos relojes epigenéticos) y otras pruebas clínicas”.
Sin embargo, estos resultados no han sido publicados en estudios revisados por pares, lo que limita su aceptación científica. Siow reconoce el valor de la autoexperimentación para explorar límites imposibles de investigar en ensayos clínicos tradicionales, pero insiste en que los resultados individuales no pueden extrapolarse a la población general.
Perspectiva práctica y visión sobre la longevidad
Más allá de los dispositivos y los fármacos, Johnson ofrece directrices prácticas. Considera fundamental la regulación del ritmo cardíaco en reposo antes de dormir, aspecto clave para la calidad del sueño: “Esto determina la calidad de tu sueño. Y cómo duermes determina si harás ejercicio, y si haces ejercicio, eso influye en tu alimentación. Así se inicia una cascada positiva”.

Para lograrlo, recomienda dejar de comer cuatro horas antes de acostarse, dedicar una hora a relajarse sin pantallas, leer, caminar o meditar y evitar estimulantes como la cafeína. Además, de acuerdo con New Scientist, pone especial énfasis en la influencia negativa de la rumiación mental sobre la frecuencia cardíaca.
Y si bien la longevidad es su motor, Johnson asegura que la cantidad de años restantes en vida no figura entre sus principales preocupaciones.
De todas maneras, entre 2024 y 2025, Bryan Johnson mantuvo su discurso de priorizar los avances en longevidad mediante ciencia y tecnología, subrayando que el objetivo central de su protocolo no es “alcanzar la inmortalidad”, sino dar a las personas la posibilidad de “elegir no morir” a través del control intensivo de biomarcadores y hábitos saludables.

Johnson sostuvo en entrevistas recientes, recogidas por Infobae, que busca transformar la idea de supervivencia en un nuevo marco ético universal y sigue presentando resultados sobre reducción de edad biológica—según sus propias mediciones—basados en su rutina de sueño precoz, dieta vegetal ajustada, entrenamiento riguroso y exposición programada a la luz y el aire libre.
“La existencia debe ser la virtud suprema por la que luchamos”, aseguró el magnate y propuso reemplazar paradigmas tradicionales por una ética global de supervivencia
En ese sentido, la irrupción de la inteligencia artificial podría, en su opinión, redefinir radicalmente el concepto de longevidad. Como parte de su proyecto “Don’t Die”, pretende transferir sus pensamientos a un modelo de IA para que su conciencia pueda persistir indefinidamente en formato digital.
Es que, para Johnson, la velocidad y el alcance del cambio tecnológico superarán cualquier expectativa actual sobre la vida biológica, desplazando el debate sobre la longevidad humana hacia un plano completamente nuevo.
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