
En la era de la hiperconectividad, la maternidad se ve cada vez más influenciada por el mundo digital. Según detalla en un ionforme especial MIT Technology Review, desde la primera búsqueda sobre síntomas hasta el nacimiento del bebé, el proceso de gestación no solo se desarrolla, también se transforma en un espacio vigilado, analizado y comercializado.
Aplicaciones, anuncios personalizados y algoritmos además de brindar información, configuran la experiencia misma del embarazo, bajo la promesa de optimizar cada etapa.
La periodista y crítica cultural Amanda Hess, en su libro Second Life: Having a Child in the Digital Age (Doubleday, 2025), explora cómo el internet redefinió la experiencia de la maternidad y desplazó el apoyo médico y social hacia una dependencia tecnológica. Esta promete control, pero en realidad amplifica la ansiedad y la vigilancia, tal como se explica en su testimonio personal.

El algoritmo como primera señal de embarazo
Cuando Hess quedó embarazada en 2020, las primeras entidades en detectar su estado no fueron médicos ni familiares, sino las grandes plataformas digitales. “Más marcas sabían sobre mi embarazo que personas”, afirmó en su libro al describir la gran cantidad de anuncios personalizados que comenzó a recibir apenas sus patrones de búsqueda reflejaron el más mínimo indicio de gestación.
La periodista subraya que el embarazo convierte a las mujeres en un nuevo tipo de consumidoras dentro de un ecosistema digital que además de informar, las perfila y convierte en objetivo de campañas de marketing.
Según MIT Technology Review, esta experiencia de la maternidad en línea está profundamente mercantilizada. Las futuras madres no solo buscan consejos o comunidades de apoyo, sino que son bombardeadas con productos, servicios y recomendaciones que refuerzan la idea de que la maternidad óptima solo es alcanzable a través del consumo.

El internet como herramienta para gestionar la incertidumbre médica
Uno de los momentos más críticos que Hess aborda en su libro ocurrió cuando, a los siete meses de embarazo, una ecografía mostró una posible anomalía en su bebé. Mientras esperaba el diagnóstico médico, su primer instinto fue recurrir a internet, convencida de que, si encontraba la información correcta a tiempo, podría reducir la incertidumbre.
Sin embargo, según detalló la autora, esta dependencia tecnológica no hizo más que aumentar su ansiedad.
Tras semanas de pruebas, los médicos diagnosticaron a su hijo con síndrome de Beckwith-Wiedemann, un trastorno genético raro. A pesar de contar con información precisa de los especialistas, Hess reconoció que continuó recurriendo a internet en busca de respuestas emocionales.
“Me encontré acudiendo a la red, en lugar de a mis amigos o médicos, para intentar procesar lo que me estaba sucediendo y recuperar un sentido de control sobre mi cuerpo”, afirmó en su libro.

La inteligencia artificial y la mercantilización de la maternidad
La escritora también investigó cómo la inteligencia artificial reforzó la mercantilización de la maternidad. En un experimento, buscó en Google la frase “qué hacer cuando te enteras de que estás embarazada” y los primeros resultados fueron respuestas básicas como “haz una cita con el médico” o “deja de fumar”, seguidos inmediatamente por contenido patrocinado de empresas dedicadas a la venta de productos para embarazadas.
Según Hess, este fenómeno demuestra que las plataformas digitales priorizan la rentabilidad por encima de la utilidad. “La red me hacía sentir que tenía una relación con mi teléfono, cuando en realidad solo estaba orquestando una escena de información que podía monetizarse”, afirmó.
A su juicio, el acceso a la información está mediado por algoritmos que no buscan educar a la usuaria, sino dirigirla hacia productos y servicios específicos.

La falsa promesa de la “aldea digital”
Históricamente, la crianza de un hijo fue un proceso colectivo, reflejado en la frase “se necesita una aldea para criar a un niño”. Sin embargo, según Hess, este concepto lo apropió el marketing digital para reforzar el consumo.
En su libro, analizó cómo empresas como Snoo (fabricante de cunas inteligentes), el sitio de consejos para padres Big Little Feelings y la marca de ropa para embarazadas Bumpsuit utilizan el término “aldea” para presentar sus productos como la solución definitiva a los desafíos de la maternidad.
La autora sostuvo que esta narrativa reemplaza la idea de comunidad real por un modelo de apoyo basado en el consumo, donde las necesidades de los padres se resuelven a través de aplicaciones, dispositivos y suscripciones en línea.
“Nos venden la idea de que la ayuda mutua y el apoyo comunitario son cosas del pasado, cuando en realidad podríamos reconstruirlos en lugar de sustituirlos por productos”, argumentó.

Tecnología para bebés: ¿avance o placebo para la ansiedad parental?
El mercado de dispositivos tecnológicos para bebés creció de manera exponencial, promoviendo la idea de que la crianza puede optimizarse mediante el control de datos. Hess citó el caso del monitor Nanit, que le informaba que su hijo “dormía más eficientemente que el 96% de los bebés, un sólido A”.
Sin embargo, la autora se mostró escéptica sobre la utilidad de estos dispositivos, afirmando que la mayoría de los datos que generan no tienen un impacto real en el bienestar del bebé.
Según la periodista, estos productos generan una falsa sensación de control y perpetúan la idea de que la crianza puede cuantificarse y gestionarse como si fuera un problema de eficiencia. Además, señaló que estos dispositivos suelen venderse como artículos “casi médicos”, aunque no lo sean, lo que refuerza una relación de dependencia tecnológica que no necesariamente contribuye al bienestar de los niños.

El parto “natural” y la idealización digital de la maternidad
Otro fenómeno analizado en el libro es el auge del freebirth, el parto sin asistencia médica promovido en redes sociales como un acto de autonomía extrema. Hess explicó que estas prácticas son impulsadas por influencers que presentan el parto no asistido como una forma de reafirmar el control absoluto sobre el cuerpo y el nacimiento del bebé.
La autora también exploró la estetización del embarazo en la era digital, destacando cómo muchas aplicaciones de seguimiento utilizan imágenes idealizadas del feto, inspiradas en la icónica fotografía tomada por Lennart Nilsson en los años 60.
Según Hess, esta representación contribuye a un discurso donde el embarazo es visto como un estado místico y puro, en contraste con la invisibilización del dolor, el esfuerzo y las dificultades del posparto.

¿Control real o una nueva forma de vigilancia?
El análisis de Amanda Hess sugiere que la tecnología lejos de facilitar la maternidad, reconfiguró sus desafíos. Las plataformas digitales reemplazaron el apoyo comunitario con productos que refuerzan la idea de que el embarazo y la crianza pueden ser optimizados a través del consumo.
Sin embargo, en este proceso, las madres cedieron su privacidad y autonomía a un sistema diseñado no para su bienestar, sino para su permanencia dentro de un ciclo comercial continuo.
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