El escritor Simon Sinek advirtió sobre los riesgos de exponer a los niños a la IA desde edades tempranas

En el pódcast The Diary of a CEO, el conferencista planteó que el uso intensivo de inteligencia artificial desde edades tempranas podría debilitar habilidades esenciales como la empatía, el aprendizaje a partir del error y la interacción social

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Una generación criada entre algoritmos
Una generación criada entre algoritmos crece sin margen para equivocarse. Los dispositivos anticipan cada paso y eliminan el error como fuente de aprendizaje (The Diary Of A CEO)

La promesa de eficiencia que ofrece la inteligencia artificial empieza a generar alertas en ámbitos impensados: la infancia, la socialización y el desarrollo emocional. Para el pensador y autor Simon Sinek, el problema no es la tecnología en sí, es su uso desmedido y descontextualizado, especialmente durante las etapas más formativas.

En una conversación con el pódcast The Diary of a CEO, planteó que se está privando a los niños de vivir experiencias fundamentales para su desarrollo humano.

“La belleza no está en hacerlo todo bien, se encuentra en equivocarse muchas veces”, dijo Sinek al referirse al valor del error como herramienta de aprendizaje. La afirmación no es una consigna nostálgica, sino una advertencia: en un entorno donde los algoritmos anticipan respuestas y resuelven conflictos, el ensayo, la frustración y la vulnerabilidad se vuelven escasos.

Desde la industria al alma:
Desde la industria al alma: el podcast de Steven Bartlett explora los límites éticos de la innovación. Un espacio donde líderes globales cuestionan el rumbo del progreso (The Diary Of A CEO)

Automatización y desplazamiento cognitivo

La expansión de la IA también redibuja el mapa laboral. Históricamente, la automatización afectó primero a los oficios manuales. Hoy, el avance de sistemas inteligentes amenaza a los trabajadores del conocimiento: programadores, analistas, contadores. “Ahora son ellos los que temen por sus empleos”, apuntó el autor, marcando un desplazamiento del temor tecnológico desde la fábrica hacia la oficina.

Pero más allá de lo económico, Sinek subrayó un fenómeno más silencioso: el desplazamiento de habilidades cognitivas y sociales. Recordó que antes solía memorizar los teléfonos de sus seres queridos. “Ahora mi cerebro se niega, porque el teléfono lo hace por mí”, reconoció. Esa renuncia progresiva a funciones básicas, por comodidad o eficiencia, tiene efectos colaterales sobre la autonomía mental.

El proceso como espacio de humanidad

En un mundo que celebra la perfección de lo automatizado, Sinek defendió la imperfección como rasgo distintivo de lo humano. “La humanidad está en el proceso, no en el resultado”, afirmó. Lo valioso no es que una canción esté bien afinada o un texto impecablemente escrito, en realidad está en la historia que hay detrás, el intento, la equivocación, la mejora.

Para reforzar esta idea, apeló al concepto japonés de wabi-sabi, que valora lo irregular, lo transitorio, lo hecho a mano. Citó las cerámicas imperfectas como metáfora de una autenticidad que la producción masiva no puede ofrecer. En sus palabras, “lo perfecto y fabricado en serie carece de calidez emocional”.

Ese mismo razonamiento lo extendió a las relaciones personales. Un mensaje redactado por ChatGPT puede sonar impecable, pero si el destinatario descubre su origen, pierde valor. La autenticidad reside en la intención, el esfuerzo y, a veces, el error.

Cada grieta revela la historia
Cada grieta revela la historia del objeto. En la imperfección de lo hecho a mano persiste el rastro irreemplazable del tiempo y la intención (Freepik)

Soledad, estrés y desconexión

Sinek también se detuvo en las consecuencias sociales del avance tecnológico. Alertó sobre un aumento sostenido de la soledad y la falta de propósito, que afecta tanto a jóvenes como a adultos. Según sostuvo, la IA puede simular empatía, pero no enseña a ser amigo ni a gestionar conflictos reales.

El pódcast incluyó datos que vinculan la calidad de las relaciones humanas con el bienestar emocional. La desconexión provocada por la digitalización y la hiperconectividad parece haber deteriorado la vida en comunidad. “Estamos perdiendo las habilidades que nos permiten convivir y construir sentido”, resumió el autor.

Enseñar lo humano antes que lo técnico

Frente a ese diagnóstico, Sinek planteó una hoja de ruta que parte de lo básico: enseñar a niños y adultos a reconocer errores, pedir perdón, escuchar, agradecer. “A menos que asumamos la responsabilidad de transmitir estas habilidades, desaparecerán”, advirtió. Propuso que estas competencias se enseñen con la misma seriedad que la ortografía o las matemáticas.

El autor insistió en que también las organizaciones deben fomentar espacios para el desarrollo emocional. Preguntas como “¿cómo escucho?” o “¿cómo sostengo el espacio para otro?” deberían ser parte central de la formación profesional y humana.

Aprender a decir “lo siento”
Aprender a decir “lo siento” sin atajos ni algoritmos. La empatía no se programa, se transmite (Freepik)

El costo de no regular

En el plano institucional, criticó la falta de límites claros para el desarrollo de IA. Mientras regiones como Europa o China aplicaron restricciones para proteger a los menores, Estados Unidos mantiene una lógica de laissez-faire (dejar hacer). Para Sinek, esta ausencia de regulación refleja una prioridad económica por sobre la seguridad de los usuarios.

“No se trata de frenar el progreso, sino de poner cinturones de seguridad”, comparó. Además, cuestionó la doble moral de algunos líderes tecnológicos, que reconocen en privado los riesgos de sus productos pero comunican públicamente una narrativa optimista y neutra.

Amistad y gratitud como antídotos

En el cierre de la entrevista, Sinek propuso respuestas concretas. Recomienda que los adultos agenden tiempo para la amistad con la misma importancia que una reunión de trabajo. “La gratitud y la amistad son el mejor ‘biohack’ para la salud mental”, aseguró.

A nivel profesional, sugirió elegir trabajos por las personas con quienes se comparte el entorno, más que por el salario o el prestigio. Y en lo cotidiano, propuso reorganizar prioridades en favor de los vínculos reales y significativos.

Según adelantó, su próximo libro estará dedicado íntegramente a la amistad, un valor que —sostiene— será central para afrontar los desafíos de un mundo automatizado. “Lo hecho a mano será más valioso, y más caro”, concluyó, no como deseo nostálgico, sino como hipótesis sobre una sociedad que, frente al exceso de perfección, volverá a valorar lo genuinamente humano.