
Un nuevo estudio publicado en Nature presentó los primeros datos poblacionales sobre la prevalencia de los cambios neuropatológicos asociados con la enfermedad de Alzheimer, identificados como un factor causal principal de la demencia. La investigación reveló que estos cambios aparecen con mayor frecuencia en personas mayores de 85 años y con menor frecuencia en quienes tienen menos de 75 años. El Alzheimer afecta a uno de cada diez adultos mayores de 70 años.
La investigación, liderada por el profesor Dag Aarsland y un equipo internacional de científicos del King’s College de Londres, el Hospital Universitario de Stavanger y la Universidad de Gotemburgo, indica que la prevalencia real de la enfermedad ha sido subestimada y que un análisis de sangre no invasivo permite identificar a quienes cumplen los criterios para recibir estos tratamientos.
Hasta ahora un diagnóstico de la enfermedad de Alzhéimer precisaba de técnicas invasivas y costosas (una punción lumbar o una técnica PET de neuroimagen), lo que no permitía realizar estudios de prevalencia en personas sin síntomas.
“En una población mundial que envejece, la evaluación y el tratamiento de la demencia representan un desafío significativo. Nuestro estudio utilizó un simple análisis de sangre para establecer los cambios que contribuyen al deterioro cognitivo en personas con demencia”, afirmó el profesor Dag Aarsland, profesor de Psiquiatría de la Vejez en King’s IoPPN y autor principal del estudio.

Los resultados de la investigación implican que un 11% de las personas mayores de 70 años son candidatas a ser tratadas con los nuevos anticuerpos contra la proteína beta-amiloide que frenan la evolución de la enfermedad.
Más de 55 millones de personas viven hoy con demencia, y cerca del 70% de los casos corresponden a la enfermedad de Alzheimer. La Organización Mundial de la Salud estima que para 2050 la cantidad de afectados superará los 153 millones.
Los cambios en el cerebro
El estudio se basó en el análisis de 11.486 muestras de sangre de participantes mayores de 58 años del Estudio de Salud Trøndelag (HUNT) en Noruega, un estudio de investigación prospectivo que comenzó en 1984 y que ha recopilado datos de salud y muestras biológicas de 250.000 noruegos.
El equipo analizó los niveles de una proteína llamada tau fosforilada en un sitio específico. Conocida como pTau217, este marcador sanguíneo es un indicador de la acumulación de placa amiloide en el cerebro, un rasgo distintivo de la enfermedad de Alzheimer (EA).
Los participantes del estudio HUNT mayores de 70 años realizaron pruebas cognitivas, lo que permitió a los investigadores comparar los niveles de pTau217 con la presencia de demencia. Los resultados muestran que la prevalencia de los cambios neuropatológicos asociados a la enfermedad de Alzheimer aumenta de forma significativa con la edad.
El 10% de los mayores de 70 años presentó signos de Alzheimer

Alrededor del 10 % de los participantes mayores de 70 años presentaba algún signo vinculado al desarrollo de demencia y patología de enfermedad de Alzheimer, presentando deterioro cognitivo y niveles elevados de pTau217, según el estudio.
Otro 10 % presentaba deterioro cognitivo leve y niveles elevados de pTau217. Y un 10 % presentaba niveles elevados de pTau217, pero sin signos de deterioro cognitivo, lo que los autores denominan EA preclínica.
Estos resultados están en general en línea con las expectativas de la investigación, pero también hubo sorpresas.
Según los datos recogidos por el equipo, poco menos del 8% de los participantes de entre 65 y 69 años presentaba resultados claramente anormales en el biomarcador, mientras que esta cifra ascendía al 65% en el grupo de mayores de 90 años. Este hallazgo sugiere que la demencia por Alzheimer es más común en personas de mayor edad y menos frecuente en menores de 75 años de lo que se pensaba.
El análisis de sangre empleado en la investigación permite detectar los cambios que contribuyen al deterioro cognitivo en personas con demencia.

Entre los mayores de 70 años, el estudio identificó la presencia de cambios neuropatológicos de la enfermedad de Alzheimer (ADNC) en el 60% de quienes ya tenían demencia y en el 32,6% de quienes presentaban deterioro cognitivo leve. Estos datos sugieren que, aunque el ADNC es un factor importante, existen otros elementos que influyen en el desarrollo de la demencia.
“Nuestros hallazgos sugieren una mayor prevalencia de demencia por enfermedad de Alzheimer en personas mayores y una menor prevalencia preclínica en grupos más jóvenes de lo estimado previamente”, dijeron los autores.
El profesor Aarsland dijo: “Encontramos que alrededor del 11% de los participantes mayores de 70 años cumplen con los criterios de elegibilidad para los tratamientos con anticuerpos monoclonales que potencialmente pueden retardar el impacto del deterioro cognitivo en estos individuos.
La posibilidad de utilizar un análisis de sangre sencillo para identificar a quienes podrían beneficiarse de tratamientos con anticuerpos monoclonales abre nuevas perspectivas para la detección temprana y la intervención en fases iniciales de la enfermedad. Sin embargo, el análisis de sangre utilizado en el estudio aún no está disponible en el NHS de Inglaterra, lo que plantea desafíos para su implementación a gran escala.

“Con la llegada de fármacos capaces de reducir la patología de beta-amiloide y frenar el declive cognitivo, un conocimiento preciso de la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer es esencial para prever el número de personas candidatas al tratamiento y estimar las futuras demandas para el sistema sanitario y los costes asociados”, afirmaron los autores de la investigación.
El estudio también aporta información relevante sobre los factores asociados a la prevalencia de la enfermedad. Los investigadores no encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres en ningún grupo de edad, lo que contradice la creencia de que la demencia de Alzheimer afecta principalmente a mujeres.
Además, los cambios neuropatológicos resultaron menos frecuentes en personas con niveles educativos más altos, lo que sugiere que la educación podría desempeñar un papel protector frente al desarrollo de la enfermedad.

La protección no solo se debe a la reserva cognitiva, sino que también influye en la neurodegeneración. Quienes tienen estudios universitarios presentan menores niveles de p-tau217 que quienes solo completaron estudios secundarios o primarios. Los investigadores señalan que hacen falta más estudios, ya que no consideraron factores como tabaquismo, sedentarismo y consumo de alcohol.
De cara al futuro, el equipo de investigación explora la capacidad de los biomarcadores sanguíneos para predecir el desarrollo de la demencia y estudia su posible aplicación en la atención primaria, en colaboración con médicos de cabecera. Estas líneas de trabajo buscan facilitar la identificación precoz de la enfermedad y mejorar el acceso a tratamientos innovadores.
La detección temprana de los signos de demencia se perfila como una herramienta clave para afrontar el desafío global que representa el envejecimiento de la población, y el análisis de sangre propuesto por el equipo de Aarsland podría convertirse en un recurso fundamental para avanzar en la lucha contra la enfermedad.
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