
El impacto de la hipertensión sobre el cerebro se podría manifestar antes de que los síntomas sean detectables, según un estudio preclínico realizado por investigadores de Weill Cornell Medicine.
Los resultados, publicados en la revista Neuron, revelan que los daños en los vasos sanguíneos, las neuronas y la sustancia blanca cerebral pueden aparecer en etapas tempranas, incluso antes de que se registre un aumento perceptible de la presión arterial.
El equipo dirigido por el doctor Costantino Iadecola, director del Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente de la Familia Feil y profesor de neurociencia en Weill Cornell, identificó que la hipertensión induce alteraciones tempranas en la expresión génica de células cerebrales individuales.
Estas modificaciones moleculares podrían interferir con procesos fundamentales como el pensamiento y la memoria, lo que abre la puerta al desarrollo de fármacos capaces de reducir la presión arterial y prevenir el deterioro cognitivo. Anthony Pacholko, investigador postdoctoral en neurociencia en la misma institución, codirigió el estudio.

El doctor Iadecola explicó que los efectos de la hipertensión sobre las células cerebrales pueden observarse en un plazo sorprendentemente corto: “Descubrimos que las principales células responsables del deterioro cognitivo se vieron afectadas tan solo tres días después de inducir hipertensión en ratones, incluso antes de que aumentara la presión arterial”, afirmó el Dr. Iadecola. “En definitiva, hay algo más allá de la simple desregulación de la presión arterial”, añadió.
En investigaciones previas, el grupo del Dr. Iadecola había postulado que la hipertensión afecta la función neuronal de manera global. Sin embargo, los avances recientes en tecnologías de análisis de células individuales permitieron examinar con mayor precisión los cambios moleculares en distintos tipos celulares del cerebro.
Cómo realizaron el estudio
Para simular la hipertensión en ratones, los científicos administraron la hormona angiotensina, que eleva la presión arterial y reproduce el proceso observado en humanos. Posteriormente, analizaron el impacto sobre las células cerebrales a los tres días (antes de que la presión arterial aumentara) y a los cuarenta y dos días (cuando la presión arterial ya era alta y la cognición se encontraba afectada).

Al tercer día, se detectaron cambios drásticos en la expresión génica de tres tipos celulares: células endoteliales, interneuronas y oligodendrocitos. Las células endoteliales, que recubren la superficie interna de los vasos sanguíneos, mostraron signos de envejecimiento prematuro, con un metabolismo energético reducido y un aumento de los marcadores de senescencia. Además, se observaron indicios tempranos de debilitamiento en la barrera hematoencefálica, responsable de regular el flujo de nutrientes al cerebro y de impedir el paso de moléculas dañinas.
Siempre de acuerdo con los expertos, las interneuronas, encargadas de mantener el equilibrio entre las señales nerviosas excitatorias e inhibitorias, también resultaron dañadas, lo que generó un desequilibrio similar al que se observa en la enfermedad de Alzheimer. Por su parte, los oligodendrocitos, responsables de recubrir las fibras nerviosas con mielina, presentaron una expresión génica anómala en los genes encargados de su mantenimiento y reemplazo.

La insuficiencia de oligodendrocitos compromete la integridad de la vaina de mielina, lo que dificulta la comunicación entre neuronas y afecta la función cognitiva. Al cabo de cuarenta y dos días, los cambios en la expresión génica se intensificaron, coincidiendo con el deterioro cognitivo observable en los animales.
El doctor Pacholko destacó la magnitud de estos hallazgos: “La magnitud de las alteraciones tempranas inducidas por la hipertensión fue bastante sorprendente. Comprender cómo afecta la hipertensión al cerebro a nivel celular y molecular durante las primeras etapas de la enfermedad puede proporcionar claves para encontrar formas de bloquear potencialmente la neurodegeneración”.
En cuanto a posibles intervenciones, el estudio evaluó el efecto del losartán, un fármaco antihipertensivo que inhibe el receptor de la angiotensina y que ya se utiliza en la práctica clínica. El Dr. Iadecola indicó que “en algunos estudios en humanos, los datos sugieren que los inhibidores del receptor de la angiotensina podrían ser más beneficiosos para la salud cognitiva que otros fármacos que reducen la presión arterial”.
En los experimentos realizados, el losartán logró revertir los efectos iniciales de la hipertensión sobre las células endoteliales y las interneuronas en el modelo murino.

El Dr. Iadecola subrayó la importancia de tratar la hipertensión, más allá de su impacto sobre la cognición: “La hipertensión es una de las principales causas de daño al corazón y a los riñones, que se puede prevenir con medicamentos antihipertensivos. Por lo tanto, independientemente de la función cognitiva, tratar la presión arterial alta es una prioridad”.
Actualmente, el equipo de Weill Cornell investiga cómo el envejecimiento prematuro de los pequeños vasos sanguíneos, provocado por la hipertensión, puede desencadenar defectos en las interneuronas y los oligodendrocitos. Su objetivo es identificar estrategias que permitan prevenir o revertir los efectos perjudiciales de la hipertensión sobre la función cognitiva.
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