
Caminar por determinada cantidad de pasos diarios podría marcar una diferencia significativa en la prevención del deterioro cognitivo asociado al Alzheimer, de acuerdo con un estudio reciente publicado en Nature Medicine y citado por The Washington Post.
Dicha investigación, desarrollada en el marco del Harvard Aging Brain Study, indicó que incluso incrementos modestos en la actividad física diaria pueden ayudar a retrasar la aparición de síntomas en personas con mayor riesgo de la enfermedad, lo que representa una noticia alentadora para quienes buscan proteger su salud cerebral.
Cantidad de pasos diarios recomendada y su impacto
El estudio, liderado por Wai-Ying Wendy Yau, neuróloga cognitiva de Mass General Brigham, analizó a cerca de 300 adultos mayores sin demencia al inicio del seguimiento. Los resultados mostraron que quienes caminaban entre 3.000 y 5.000 pasos diarios lograron retrasar el deterioro cognitivo en 3 años respecto a quienes caminaban menos.
Aquellos que alcanzaron entre 5.000 y 7.000 pasos diarios experimentaron un retraso promedio de 7 años en la progresión de los síntomas. Según explicó Yau en The Washington Post, “si eres sedentario, incluso una actividad modesta podría ayudar a ralentizar ese proceso”.

La investigación también observó que los participantes con mayor actividad física presentaron una acumulación más lenta de tau, una proteína que, al agruparse, interfiere en la comunicación entre las células cerebrales y se asocia al avance del Alzheimer.
Cómo se realizó el estudio y quiénes participaron
El trabajo se centró en adultos de entre 50 y 90 años, todos sin demencia ni problemas de memoria al inicio. Los participantes se sometieron a escáneres cerebrales para medir la presencia de amiloide beta y tau, dos proteínas vinculadas al desarrollo de la enfermedad neurodegenerativa.
Además, llevaron un podómetro durante una semana para registrar su promedio diario de pasos. El seguimiento se extendió durante aproximadamente 9 años, lo que permitió a los investigadores analizar la relación entre la cantidad de pasos, los cambios cerebrales y la evolución de las capacidades cognitivas y funcionales de los voluntarios.

Por qué la actividad física puede beneficiar al cerebro
Aunque la investigación no establece una relación causal directa, los expertos consideran que la actividad física regular podría proteger el cerebro a través de varios mecanismos. La investigadora Yau señaló en The Washington Post que una posible explicación es la mejora del flujo sanguíneo cerebral o la reducción de la inflamación, factores que podrían ralentizar el avance del Alzheimer.
Sumado a esto, algunos análisis previos en animales han mostrado que el ejercicio puede frenar la progresión de la enfermedad, aunque los resultados en humanos aún no son concluyentes.
John Thyfault, director del KU Diabetes Institute, destacó que los hábitos de ejercicio mantenidos a lo largo de la vida parecen tener un efecto más sólido en la prevención o el retraso del Alzheimer que los programas de actividad física de corta duración en personas con deterioro cognitivo leve.
Limitaciones y consideraciones del estudio
A pesar de la solidez metodológica del estudio, los autores advirtieron sobre ciertas limitaciones. El podómetro utilizado solo registró el número de pasos diarios, sin distinguir si estos se realizaron caminando o corriendo, ni la intensidad, duración o patrón de la actividad. Tampoco se recogió información sobre otros tipos de ejercicio, como entrenamiento de resistencia o natación.
Asimismo, la muestra estuvo compuesta mayoritariamente por personas blancas, no hispanas y con alto nivel educativo, lo que restringe la generalización de los resultados a otras poblaciones.
Por su parte, el profesor de neurología en la Mayo Clinic, Ronald Petersen, subrayó en declaraciones a The Washington Post la importancia de ser cautelosos al extrapolar estos hallazgos, ya que aún se desconocen los mecanismos exactos por los que el ejercicio influye en la salud cerebral.

Otros tipos de ejercicio y recomendaciones prácticas
Más allá de caminar, existen indicios de que otras formas de actividad física también pueden ser beneficiosas para el cerebro.
La líder del reciente estudio mencionó que investigaciones previas ya demostraron efectos positivos de diferentes tipos de ejercicio sobre la salud cerebral, aunque aún queda por determinar qué aspectos —como la intensidad, la duración o el tipo de actividad— resultan más relevantes en la prevención del Alzheimer en fases preclínicas.
Los expertos plantearon en que mantener una vida activa, independientemente de la modalidad de ejercicio, contribuye a reducir el riesgo de deterioro cognitivo.
Ante esto, los especialistas consultados por The Washington Post coincidieron en que cualquier incremento en la actividad física diaria puede ser valioso, especialmente para quienes llevan una vida sedentaria. Yau anima a sus pacientes a considerar que “cada paso en la dirección correcta ayuda a la salud cerebral”.

Aunque el estudio no permite establecer una cifra exacta aplicable a toda la población, la recomendación de caminar entre 3.000 y 7.000 pasos diarios se presenta como una meta alcanzable y respaldada por la evidencia para quienes buscan proteger su memoria y función cognitiva con el paso de los años.
Aumentar el tiempo dedicado a caminar y a la actividad física no solo puede retrasar los síntomas del Alzheimer, sino que también aporta múltiples beneficios para la salud general, sin efectos adversos conocidos por las observaciones especializadas.
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