
La idea de que el envejecimiento cerebral implica un deterioro inevitable empieza a perder fuerza. Un estudio reciente publicado en Nature Neuroscience, y analizado por Psicología y Mente, revela que el paso del tiempo no afecta al cerebro de forma tan negativa como se creía.
Los investigadores descubrieron que el cerebro de los adultos mayores no se reduce de manera uniforme: algunas regiones incluso aumentan su tamaño con los años. Este hallazgo desafía las creencias más extendidas sobre el deterioro cognitivo y abre la puerta a una nueva comprensión del envejecimiento como un proceso más flexible, dinámico y lleno de posibilidades.
El estudio liderado por P. Liu y E. Kuehn llevó la investigación sobre el envejecimiento cerebral a un nuevo nivel de precisión. Su objetivo fue comprender cómo cambian las capas de la corteza cerebral con el paso del tiempo y de qué manera estas transformaciones influyen en la percepción y el procesamiento sensorial.
Para ello, compararon dos grupos: adultos jóvenes de unos 25 años y adultos mayores cercanos a los 65. Mediante resonancias magnéticas de alta resolución (7 Tesla) —cinco veces más precisas que las convencionales—, analizaron la corteza somatosensorial primaria, la región encargada de recibir y procesar la información táctil de manos y dedos.
Además, complementaron el estudio con pruebas conductuales y experimentos en ratones de distintas edades, utilizando imágenes de calcio en vivo y análisis histológicos. Gracias a esta combinación de técnicas, lograron observar con un detalle inédito la estructura y la actividad neuronal a lo largo del envejecimiento.
Los hallazgos, reportados por Psicología y Mente, revelan que, aunque las capas cinco y seis de la corteza —ligadas a la modulación de la percepción corporal— muestran signos de degeneración en mayores, la capa cuatro, crucial para la percepción táctil, es más grande en los adultos mayores respecto a los jóvenes. Esta observación desafía la idea de una reducción cerebral global con la edad.
Los experimentos en ratones confirmaron el mismo patrón: los ejemplares más añosos también exhibieron un aumento del tamaño en la cuarta capa, aunque esta tendencia se revertía en animales muy longevos, donde predominaron signos de deterioro.
El incremento de tamaño en ciertas regiones cerebrales no se traduce necesariamente en un mayor número de neuronas. Según los expertos citados por Psicología y Mente, el fenómeno consiste en un aumento del grosor de la corteza, de la cantidad de mielina y de las conexiones locales. Este proceso es una clara muestra de plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse tras experiencias y aprendizajes acumulados durante los años.
En concreto, la expansión de la capa sensorial vinculada al tacto podría reflejar la acumulación de habilidades táctiles y motoras adquiridas a lo largo de la vida.

El estudio señala que el envejecimiento cerebral no sigue un modelo uniforme: las áreas más utilizadas se mantienen en mejores condiciones, mientras que las menos empleadas son las más susceptibles al deterioro. Como explican los autores en Psicología y Mente: “El cerebro de las personas mayores conserva algo mejor aquello que más utiliza”.
Este descubrimiento tiene implicaciones relevantes: el envejecimiento es un proceso individual, afectado por variables como el estilo de vida, las experiencias sensoriales y los retos cognitivos del día a día.
Además, el patrón observado en adultos mayores guarda ciertas similitudes con neurodivergencias como los trastornos del espectro autista o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Sin embargo, Psicología y Mente aclara que estos patrones en las neurodivergencias están presentes desde el nacimiento, mientras que en la vejez emergen durante la vida.
Aunque los autores admiten que se desconoce el impacto funcional exacto de este aumento de masa cerebral en la vejez, sus resultados sugieren posibles explicaciones para algunas dificultades frecuentes en adultos mayores, como la adaptación a nuevos entornos sensoriales o la realización de múltiples tareas de modo simultáneo.
El cerebro, incluso en la madurez, conserva la posibilidad de reorganizarse estructuralmente en respuesta a las experiencias acumuladas, desafiando así las visiones tradicionales sobre el envejecimiento y la pérdida cognitiva.
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