
Un experimento reciente desafía todo lo que creemos saber sobre la alimentación: una sola comida grasosa puede alterar el cerebro y las arterias en tan solo cuatro horas. Lejos de ser un riesgo exclusivo para quienes tienen malos hábitos, incluso un desayuno aparentemente inocente —una mezcla espesa de crema, azúcar y cacao— demostró provocar un efecto inmediato y profundo en la salud vascular y cerebral, tanto en adultos mayores como en jóvenes sanos.
El impacto es sorprendente: esa comida puntual, que podría formar parte de cualquier menú cotidiano, desencadena una cadena de reacciones en el organismo que comprometen la flexibilidad de las arterias y la capacidad del cerebro para regular su propio flujo sanguíneo. La ciencia advierte que los peligros de las grasas saturadas pueden manifestarse de forma instantánea, sin necesidad de años de excesos.
Datos del estudio y alteraciones metabólicas
El estudio experimental, desarrollado en la Universidad de South Wales, incluyó a 41 hombres sanos divididos en dos grupos: 20 jóvenes con una edad promedio de 24 años y 21 adultos mayores con una media de 67 años. Todos los participantes no presentaban enfermedades cardiovasculares, no fumaban y mostraban mejor condición física que la media.

Tras un ayuno nocturno, consumieron una bebida diseñada para simular una comida rica en grasas saturadas: 130 gramos de grasa, lo que provocó un aumento rápido de lípidos en sangre, conocido como hiperlipidemia posprandial. Las mediciones, realizadas antes y cuatro horas después de la ingesta (en el pico de triglicéridos), permitieron observar las reacciones en el sistema circulatorio y cerebral.
Los análisis sanguíneos reflejaron un aumento marcado de triglicéridos: en los jóvenes, los valores medios pasaron de 0,88 mmol/L a 2,26 mmol/L, y en los mayores, de 1,39 mmol/L a 2,92 mmol/L. También se registró un aumento en los niveles de glucosa e insulina, confirmando el estrés metabólico temporal que representa procesar una carga energética tan alta.
Efectos sobre vasos sanguíneos y cerebro
El estudio detalló un deterioro en la flexibilidad de los vasos sanguíneos tras la ingesta. La dilatación mediada por flujo (FMD), indicador clave de salud arterial, se redujo significativamente, lo que representa el inicio de una disfunción endotelial. Este fenómeno, aunque transitorio, señala lo rápido que el organismo reacciona ante el exceso de grasas saturadas.

En el cerebro, los investigadores evaluaron la autorregulación cerebral dinámica (dCA), esencial para mantener estable el flujo sanguíneo. Cuatro horas después de la comida, la dCA se vio afectada en ambos grupos, con un deterioro mayor en los adultos mayores.
El índice de pulsatilidad (PI) también aumentó, indicando mayor presión de la sangre sobre las paredes vasculares cerebrales. En el grupo de mayor edad, existió una relación directa entre el aumento de triglicéridos y el incremento del PI, lo que demuestra que el exceso de grasa en sangre afecta con mayor intensidad a los cerebros envejecidos.
La edad amplificó la vulnerabilidad al daño de las grasas saturadas. Los adultos mayores presentaban, desde el inicio, menor velocidad de flujo en la arteria cerebral media, así como menor aporte de oxígeno y glucosa al cerebro. Tras la ingesta grasa, estos cambios se intensificaron y el flujo cerebral se volvió menos eficiente. El conjunto de alteraciones podría, a largo plazo, desencadenar episodios de isquemia o pérdida de memoria.
Importancia del tipo de grasa y advertencias prácticas

El tipo de grasa consumida fue determinante. La bebida experimental contenía principalmente grasas saturadas, presentes en mantequilla, carnes procesadas y lácteos enteros. Estas grasas inducen estrés oxidativo e inflamación, reduciendo la disponibilidad de óxido nítrico, vital para la dilatación vascular.
Por contraste, las grasas poliinsaturadas (presentes en pescados, frutos secos y aceites vegetales) tienen efectos más beneficiosos sobre la salud cardiovascular. Aunque el estudio no analizó comidas ricas en grasas poliinsaturadas, la evidencia previa sugiere que pueden proteger la función vascular.
Los investigadores advierten sobre el riesgo de repetir comidas ricas en grasas saturadas. Aunque los efectos observados son reversibles a corto plazo, la exposición continua puede acelerar el deterioro vascular y cerebral.
Una sola elección alimentaria puede tener repercusiones inmediatas sobre la función cerebral y cardiovascular, subrayando la importancia de cuidar los hábitos cotidianos para preservar la salud a largo plazo.
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