
El acoso escolar y el ciberbullying se consolidan como amenazas persistentes para niños y adolescentes, afectando su bienestar y desempeño educativo en todo el mundo.
En el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el ciberacoso, la conmemoración impulsada por la Unesco subraya que las nuevas formas de hostigamiento digital se sumaron a las manifestaciones tradicionales en las escuelas, lo que incrementa el alcance y el daño de estas conductas.
El lema de este año, “Seguridad en la pantalla: aprender a estar protegidos en la era digital”, impulsa la reflexión sobre la necesidad de educar en el uso responsable de las tecnologías y fomentar una convivencia digital basada en el respeto y el cuidado mutuo.
El bullying tradicional: dinámicas de acoso presentes en la escuela

El bullying escolar presenta rasgos clásicos que persisten pese al paso de los años.
Alejandro Castro Santander es escritor, investigador y psicopedagogo institucional, además de director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo) y miembro fundador de la Alianza Anti Bullying Argentina y consultado por Infobae explicó: “El acoso físico, verbal o social que uno o varios estudiantes realizan a uno o varios compañeros sigue estando presente”. Detalló que las formas más frecuentes de hostigamiento se vinculan con el aspecto físico, ya sea el pelo, el peso, los anteojos o la vestimenta. “Muchas veces utilizar el pelo, el peso, los anteojos, la forma de vestirse, es solo una justificación para discriminar y excluir”, describió.
El límite entre la broma y el maltrato suele estar marcado por el impacto emocional. Castro Santander subrayó que el daño radica en que el destinatario sufre lo que para otros puede parecer divertido: “El límite es el daño que puede producir algo que el autor considera divertido pero el destinatario sufre como un insulto. Siente vergüenza si es en público y finalmente daña su autoestima”.
El silencio es una constante en los episodios de acoso escolar. Cerca del 40% de quienes sufren violencia en la escuela no relatan su situación. Castro Santander precisó: “Ya en los últimos años del secundario el adulto casi desaparece en la intención de comunicar el maltrato”. La convivencia familiar y escolar se consolida como campo de aprendizaje, según remarcó el especialista: “La escuela debe ser un espacio de bienestar que debemos construir y cuidar todos, pero cada uno según su rol”.
El avance del ciberbullying: el acoso trasciende la escuela

La irrupción de la tecnología modificó la naturaleza del acoso escolar. Castro Santander puntualizó: “Con la expansión de internet, las redes sociales y los dispositivos móviles, el acoso adquirió una dimensión digital: el ciberbullying. Las agresiones se tornan permanentes, anónimas, virales y difíciles de detener”.
La Unesco alertó que con los avances digitales y la inteligencia artificial, los estudiantes experimentan nuevas exposiciones a la violencia en línea. “La violencia en línea prolonga el acoso — incluido el ciberacoso y la violencia de género facilitada por la tecnología — más allá del aula, en el espacio digital”, detalló la organización. El impacto crece en menores de edad cada vez más jóvenes y en comunidades vulnerables, como niñas, adolescentes y estudiantes migrantes. Según la Unesco, cerca del 58% de niñas y jóvenes han enfrentado acoso en línea.
La licenciada en Psicopedagogía María Zysman, fundadora de Libres de Bullying, observó ante la consulta de este medio: “Hoy hay niños de siete u ocho años que tienen grupos de WhatsApp y la manera en que más se agreden es ahí, despreciando, negando el acceso, contando chismes a cargo de permitirse el ingreso o no a un grupo”.
Expresó preocupación porque el espacio digital se volvió el principal ámbito de conflicto: “Veo el mayor problema en este momento, tanto en primaria como en secundarias, en todos los vínculos y malestares que se generan en el espacio digital y que después cuando están juntos no se pueden ni ver”.
La expansión del universo digital no solo amplía el alcance del acoso, sino que también exige una intervención integral. Castro Santander explicó que la prevención debe contemplar tanto la vida escolar presencial como la online, y que resulta clave integrar la alfabetización digital, la educación emocional y una presencia adulta activa y afectiva como pilares fundamentales para proteger y fortalecer a las infancias y adolescencias.
Nuevos riesgos y viejas prácticas: exclusión y presión de los pares

Las prácticas de exclusión social y la presión de grupo aparecen como formas renovadas de hostigamiento. Al respecto, Zysman remarcó que “la exclusión es el mayor terreno en donde los chicos están sufriendo. El pertenecer o no pertenecer. Y a los que se deja afuera, se les deja muy en claro que están afuera”.
Mencionó además la lógica de los chismes y rumores como “moneda” de acceso al grupo y la facilidad para crear alianzas virtuales en redes sociales y juegos en línea. La dinámica se ve reforzada por la presencia silenciosa o aprobación del grupo. En la experiencia cotidiana, observó: “El bullying es entre pares, es en edad escolar y va construyéndose gradualmente con el objetivo de disminuir a un compañero, a un miembro del grupo para, a partir de esa humillación, elevar la propia postura de poder de quien lo ejerce”.
Los videojuegos también generan conflictos replicados fuera de la pantalla. Según Zysman, existen “muchas dificultades generadas por dinámicas que suceden en el marco de algunos juegos, como el ‘robo’ de elementos. A partir de ahí se suscita rabia, bronca, alianzas, odio”.
Adultos desconectados: desafíos en la prevención y la intervención

Los especialistas consultados detectan falencias en la respuesta del mundo adulto. Zysman planteó: “No se interviene en la previa del bullying, en los apodos, las burlas, el desprecio, la exclusión que hay en un grupo. Se naturalizó el destrato”.
Además, advirtió sobre el miedo o la comodidad de los padres y docentes para involucrarse en el ámbito digital: “Muchos padres consideran que los espacios digitales de los chicos son privados y se sienten obligados a permitir el acceso porque ‘todos tienen’, sin evaluar los riesgos ni acompañar”.
Sobre esto, Castro Santander afirmó: “Es muy necesaria una formación específica a directivos y docentes en gestión del clima social, en qué ver y hacer sobre la convivencia, no sólo de los estudiantes, sino de todos los involucrados directa o indirectamente en la vida de las escuelas”. Propuso avanzar hacia la creación de programas integrales de convivencia en cada escuela institucionalizados con la corresponsabilidad de toda la comunidad educativa.
Las señales de alerta, insistió Zysman, van desde el aislamiento hasta los cambios en el estado de ánimo y la desconfianza en la escuela: “Para reconocer el bullying hay que estar muy conectado con los chicos y cuando uno está conectado ve un chico que se apaga, un chico que no quiere ir a la escuela, que cambia su conducta”. Sugirió hacerse disponible y confiable, ofreciendo tiempo y escucha sin interrumpir con diagnósticos anticipados.
Políticas, prevención y el rol de la comunidad educativa

La conmemoración de la Unesco busca fortalecer el compromiso global en la prevención de la violencia escolar, especialmente tras la expansión de los riesgos digitales. La organización recordó que solo el 16% de los países promulgó una legislación específica para prevenir el ciberacoso en el ámbito educativo y reiteró que “la educación constituye la primera línea de defensa: las aulas seguras también deben significar pantallas seguras”.
Castro Santander remarcó que la prevención no depende solo de normas o protocolos, sino del compromiso conjunto entre escuelas, familias, estudiantes, organizaciones sociales y autoridades. Considera que sólo una comunidad educativa que escucha, actúa y protege puede transformar la experiencia escolar en un espacio seguro y de crecimiento.
El mensaje central apunta a la participación de familias, docentes, autoridades y la industria tecnológica en favorecer entornos de aprendizaje sanos y libres de violencia. Según la Unesco, “aprender a estar seguros en línea — o volverse ‘conscientes de las pantallas’ — es esencial para garantizar la calidad de la educación a la que los niños, niñas y jóvenes tienen derecho”.
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