
La relación entre actividad física y digestión es compleja y depende tanto del tipo de ejercicio como de su intensidad. Si bien una caminata después de comer puede aliviar la pesadez y estimular el tránsito intestinal, entrenamientos extenuantes o sin planificación pueden ocasionar molestias, náuseas y, en casos extremos, daños intestinales serios.
Ejercicio moderado: un aliado clave del sistema digestivo
Las actividades de baja o moderada intensidad —como caminar, andar en bicicleta de manera tranquila o practicar yoga— se asocian a un mejor funcionamiento intestinal y ayudan a prevenir el estreñimiento. Un estudio encabezado por la Universidad de Porto y publicado en la revista Frontiers in Sports and Active Living respalda que esta práctica estimula la diversidad de la microbiota y fortalece la barrera intestinal, dos factores principales para mantener una digestión saludable y evitar molestias recurrentes.
El proceso digestivo comienza incluso antes de comer: el cerebro activa la producción de saliva y enzimas digestivas. Moverse tras las comidas —especialmente caminatas cortas— orienta el flujo sanguíneo hacia los órganos digestivos y facilita la absorción de nutrientes, según consignó The New York Times. Hacer del movimiento un hábito diario es una herramienta eficaz para quienes enfrentan tránsito lento o buscan un mejor bienestar digestivo.

La microbiota, además, recibe un impacto positivo con la rutina activa. Florence-Damilola Odufalu, gastroenteróloga de la Universidad del Sur de California, indicó que el ejercicio regular incrementa la liberación de óxido nítrico, compuesto que relaja la musculatura intestinal y previene la inflamación, según puntualizó The Washington Post. La revisión internacional liderada por la Universidad de Porto enfatiza que tener una microbiota diversa disminuye el riesgo de trastornos funcionales como el síndrome de intestino irritable y la hinchazón crónica.
La conexión intestino-cerebro: más allá del ejercicio
En el tracto gastrointestinal residen más de 100 millones de células nerviosas y se produce el 95% de la serotonina del cuerpo, neurotransmisor clave en el bienestar emocional.
El intestino y el cerebro se comunican de manera permanente, por lo que el estado anímico influye sobre el tránsito y la motilidad intestinal. De acuerdo con BBC, los cuadros de estrés o ansiedad pueden agravar síntomas digestivos, mientras que una rutina física estable ayuda a mejorar el ánimo y disminuir molestias digestivas vinculadas al estrés.
El estudio de la Universidad de Porto refuerza que sostener el ejercicio junto con una alimentación variada y rica en fibra potencia la diversidad de la microbiota, estabiliza la inflamación intestinal y ayuda a mitigar los efectos negativos del estilo de vida moderno.

Cuando el exceso se convierte en un riesgo
Entrenamientos de alta exigencia, como maratones, triatlones o rutinas de alto rendimiento, pueden afectar negativamente el aparato digestivo. Ricardo Da Costa, profesor en nutrición deportiva de la Universidad de Monash, advierte que durante estos esfuerzos el cuerpo deriva el flujo sanguíneo a los músculos y al corazón en detrimento de los órganos digestivos. Esto puede provocar síntomas como náuseas, vómitos, dolor abdominal e incluso microlesiones en la mucosa intestinal, de acuerdo con The Guardian.
La revisión científica de la Universidad de Porto advierte que la alta intensidad y la falta de adaptación pueden alterar la composición de la microbiota, incrementar la inflamación y reducir la tolerancia digestiva durante el esfuerzo.
Las altas temperaturas y la deshidratación agravan estos riesgos. Al subir la temperatura corporal, la sangre fluye a la piel para disipar el calor, lo que reduce aún más el aporte de oxígeno a los órganos internos. Sin una adecuada reposición de líquidos y sales, la sangre se espesa y la circulación se enlentece, lo que facilita la aparición de síntomas digestivos, según advierte BBC.

Estrategias para proteger la digestión al ejercitarse
La clave pasa por adaptar la rutina física a las necesidades y posibilidades de cada persona, junto a hábitos saludables de alimentación e hidratación. Para prevenir molestias, la gastroenteróloga Arafa Djalal recomienda consumir alimentos fáciles de digerir —como yogur, frutas o tostadas— entre treinta y sesenta minutos antes de entrenar, de acuerdo con The New York Times.
El estudio dirigido por la Universidad de Porto subraya la importancia de entrenar el aparato digestivo para deportes de resistencia, aumentando gradualmente la ingesta de líquidos y nutrientes durante la actividad hasta lograr tolerancia sin síntomas.
La hidratación, mientras tanto, es fundamental especialmente en días calurosos o en actividades prolongadas. La revisión internacional mencionada enfatiza la necesidad de personalizar el entrenamiento y estar atento a las señales del cuerpo para conseguir beneficios sin exponerse a complicaciones.
El ejercicio moderado y una rutina planificada son aliados del tránsito intestinal, la diversidad de la microbiota y la reducción de la inflamación. Mantenerse activo, cuidar la hidratación y ajustar el esfuerzo según la respuesta del cuerpo permite disfrutar los beneficios del movimiento y reducir riesgos, resultado validado tanto por la experiencia clínica como por las investigaciones más recientes en fisiología del ejercicio.
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