A horas del cónclave: cómo elaborar el duelo colectivo por la muerte del papa Francisco

Compartir el sentimiento individual con millones de personas, creyentes y no creyentes, ayuda a integrar la pérdida y reforzar vínculos comunitarios

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La muerte del papa Francisco
La muerte del papa Francisco activó un duelo colectivo que trasciende religiones, culturas y geografías, e interpela a todos (EFE/ Fabio Frustaci)

¿Por qué nos duele la muerte de un líder como el papa?

La muerte del papa Francisco no es solo una noticia: es un espejo en el que millones de personas en todo el mundo reflejamos nuestras emociones. Siempre la muerte de una figura trascendental, como es en este caso, no es solo un evento histórico, sino un punto de inflexión existencial para millones de personas, sean creyentes o no.

Esto lo hemos visto en figuras quizás menos universales, pero responde al entrecruzamiento de lo personal con lo colectivo, frente a la pérdida. En el caso del papa, su figura representa valores universales como amor, justicia, ecología, humildad, etc. que, al desaparecer, nos dejan un vacío no solo de la persona, del personaje, sino también de esos valores proyectados en su figura.

El duelo colectivo, a diferencia del individual, teje una red de emociones compartidas que trascienden límites geográficos, religiosos y culturales, y así la muerte del papa nos permite preguntarnos sobre las formas de procesar las pérdidas sean reales y/o simbólicas, tanto en lo individual como en lo colectivo y lo social.

¿Cómo funciona el duelo en estos casos? ¿Es igual para una persona que para una sociedad?

Las etapas del duelo individual

El duelo no elaborado puede
El duelo no elaborado puede traducirse en síntomas como insomnio, aislamiento, fatiga persistente o pensamientos repetitivos (Imagen Ilustrativa Infobae)

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross definió cinco fases del duelo, pero estas no son un manual rígido: cada persona las vive a su ritmo. Tras la muerte de un referente, es normal sentir:

  1. Negación: “No puede ser, debe ser un error, o hasta un aspecto conspirativo difundido por redes (Fake News).
  2. Ira: “¿Por qué a él? ¿Es justo?”. En las redes se leían expresiones críticas a la Iglesia, a políticos o incluso a sus médicos.
  3. Negociación: En lo colectivo, peticiones globales de oración.
  4. Depresión: Tristeza profunda, confusión, aislamiento. En lo individual: dejar de participar en actividades habituales.
  5. Aceptación: Integrar la pérdida y seguir adelante. Colectivo: memoriales públicos u ocuparse de preservar su legado. (diálogo interreligioso, Scholas Occurrentes, etc.)

Cómo es el duelo colectivo

El dolor por la muerte
El dolor por la muerte del papa une a desconocidos, permitiendo compartir emociones y reforzar una identidad colectiva REUTERS/Leonardo Benassatto

Un líder como el papa Francisco actúa como un factor de cohesión social y significa ver nuestras emociones reflejadas en otros, su muerte une a personas distintas en un mismo sentimiento. Parte de este proceso lo vemos en la viralización de mensajes de todo tipo, incluso contra su figura.

Así vemos el ritual masivo bajo formas antiguas y también actuales: misas, velas en plazas, y a la vez hashtags compartidos (#GraciasFrancisco), que actúan como verdaderos actos terapéuticos sociales, que es lo que el ritual permite. Soltar, expresar el dolor, compartiéndolo, nos permite sentirnos menos solos.

Al mismo tiempo, ver que otros comparten nuestra misma modalidad de respuesta, quizás ajena a la que suponemos adecuada (“¿Y si no siento nada?“), o hasta personalizada en fieles que tomaron contacto directo con el papa, permite integrarnos en algo colectivo. Estos rituales refuerzan la conciencia colectiva, permitiendo a las comunidades externalizar el dolor y reafirmar su identidad.

El duelo colectivo opera en dos niveles, uno de ellos es intrapsíquico y es el que hace a cada individuo y el otro es el intersubjetivo, mediante el cual relacionamos ese “pathos” con la comunidad. Las palabras empatía, simpatía, compasión, y otras nos hablan de lo que es compartir emociones.

Colectivamente, las etapas del duelo descriptas por Kübler-Ross, al igual que en lo individual, se manifiestan de manera no lineal o secuencial, pero esta característica al multiplicarse en lo colectivo se ve incrementada. Al mismo tiempo, la forma de manifestar estas puede ser menos evidente, por ejemplo, la negación puede traducirse en teorías conspirativas; la ira, en protestas contra instituciones percibidas como responsables de ese dolor; la aceptación, en memoriales permanentes o incluso autorreferenciales en una intento de apropiarse del dolor colectivo.

El duelo colectivo incluye rituales
El duelo colectivo incluye rituales antiguos, misas y nuevos como hashtags, que funcionan como actos terapéuticos sociales (REUTERS/Yuddy Cahya Budiman)

En referencia a esto la filosofía existencialista de Viktor Frankl nos señala un camino y es mostrar como el dolor colectivo puede transformarse en búsqueda de propósito, de significado, por ejemplo, sostener o explorar alguno de los aspectos de su legado.

Al mismo tiempo, la muerte del papa Francisco no es solo la de un hombre, sino la de un arquetipo cultural. El papa Francisco encarna el arquetipo del “pater”, el padre protector en su aspecto positivo y también del “senex”, del anciano sabio y compasivo, símbolo de orden y moralidad. Estos valores estructurales del psiquismo, padre, abuelo, encarnan valores universales ideales que al desaparecer, nos dejan un vacío de ellos. Ese vacío activa una crisis en este arquetipo, generando una búsqueda colectiva de reequilibrio, en sociedades en las cuales particularmente estos arquetipos ya se encuentran en conflicto.

Para Hannah Arendt en “La condición humana” o en “La crisis de la cultura”, argumentaba las diferencias entre los espacios público y privado, estableciendo que “lo público es el espacio donde lo privado se hace relevante”. Es decir desde esa perspectiva, el ritual de duelo colectivo permite transitar, validando en y con los otros, el dolor propio individual.

También en el plano de lo colectivo, algo menos grato es cuando esa emoción se manipula politizándola o llevándola al plano del interés ideológico y así vemos como líderes de gobiernos, ONG y movimientos sociales usan (y usarán) su legado para legitimar agendas propias.

La figura del papa Francisco
La figura del papa Francisco encarna valores universales que, al desaparecer, dejan un vacío simbólico que afecta más allá de lo religioso (AP Photo/Bernat Armangue)

El duelo también a veces busca ser activamente evitado y así ese dolor se disfraza bajo otras formas. La ausencia del ritual del duelo, que se ve progresivamente en nuestras sociedades modernas, es considerada una señal de pragmatismo, o con racionalizaciones utilitarias, pero esconde tanto en el plano individual como el colectivo la vulnerabilidad, que no queremos afrontar.

El “para qué sirve”, “ya él/ella no lo necesita”, “no lo va volver a la vida” etc., permiten esas maniobras evasivas en las cuales podemos volver a otro ritual más conocido y zona de confort que es el ritual de lo cotidiano, al cual ya estamos condicionados. Sin embargo, ese escape se traduce en síntoma en muchos casos que emerge de manera insospechada.

Varios autores señalan cómo esa evasión de la emoción, y el atravesarlas, entre ellas el duelo, está a la base de la medicalización de la emociones que vivimos en la actualidad.

Así el dolor, la tristeza, el vacío de la pérdida, todos estos no aceptados, negados, pueden conducir a lo que Darian Leader, un psicoanalista británico, utiliza como título para un libro.

Parafraseando a Freud en “Duelo y melancolía”, usa el título “Duelo, melancolía y depresión” (en The New Black: Mourning, Melancholia and Depression), donde señala que la negación del duelo colectivo conduce a una melancolía crónica en sociedades que, incapaces de llorar, se anclan en la ira o la apatía.

La muerte del papa Francisco
La muerte del papa Francisco no es solo una noticia: es un espejo en el que millones de personas en todo el mundo reflejamos nuestras emociones (REUTERS/Vincenzo Livieri)

Esta no incorporación de lo negado es tomada por Karl Jung como la no integración de la “sombra” y en ese proceso la misma se vuelve “tóxica”. La negación del duelo colectivo tiene consecuencias profundas, ya que eso no procesado resurge como fanatismo, teorías conspirativas o ataques a instituciones, como son, por ejemplo, grupos que instrumentalizan la figura del papa para justificar discursos de odio.

También lo vemos en la polarización alrededor de la, por el momento hipotética, figura que emergerá del conclave y tomar partido por un “Team Progresista vs. ”Team Tradicionalista”, y así quitar el aspecto espiritual para llevarlo al plano de lo ideológico-político y atacar al “bando opuesto”.

Los riesgos del duelo no procesado son muchos y eso nos lleva a pensar en la necesidad de buscar métodos que permitan elaborar o sanar ese proceso. Quizás la primera y más importante es aceptar que el dolor no es debilidad y por lo tanto permitirse sentir, sin realizar juicios valorativos, ya que no hay emociones correctas o incorrectas: bronca, tristeza, alivio, culpa, vacío, todas son válidas y el duelo no es, como decíamos al mencionar la etapas de Elisabeth Kübler-Ross, lineal. Evitar presionarse en una dirección u otra, inclusive con el uso de frases que, en la intención de “salir del duelo”, solo lo cronifican: “debería ser más fuerte”, “no puede ser que siga todavía así”, etc.

El duelo pasa por cinco
El duelo pasa por cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación(Imagen Ilustrativa Infobae)

Hemos hablado de los aspectos rituales. La idea de construir, crear uno personal, sin esperar que el mismo adquiera significado externo, es de suma importancia y utilidad. El tema es que el mismo tenga significado para uno, puede ser ir a un lugar, escribir algo, etc., pero es el que uno cargue de significado.

“El dolor compartido es medio dolor” es una expresión que se repite en muchos autores y psicoterapeutas, y hablar, compartir con otros adquiere, cuando no se transforma en algo obsesivo, en un vía de sanación.

Entender, por otro lado, que el duelo no es una carrera y menos que sea uniforme, ayuda así a entender que cada día, momento, puede confrontarnos con diferentes emociones. Respetar el propio ritmo permite conocer y aceptarnos de mejor manera. Así admitir que hoy siento o necesito, distraerme, llorar, no pensar o el silencio, por ejemplo, y especialmente aceptar, ayuda, mucho a transitar el proceso.

Aceptar la muerte de figuras
Aceptar la muerte de figuras como el papa implica un desafío ético: transformar el vacío en un llamado a sostener su legado (Imagen Ilustrativa Infobae)

El duelo, por otro lado, como todas las emociones, no es solo emocional, por eso priorizar la salud de los aspectos que identificamos como corporales, es fundamental. Mantener una rutina y cuidado del sueño, reorganizar las actividades físicas tanto en cuanto a poca o a la inversa mucha actividad, es importante ya que la fatiga, física, psíquica, y emocional, es frecuentemente acompañante en los duelos. Otro aspecto es tener especial atención a no usar a la comida o la bebida como una especie de anestesia emocional.

En cuanto a lo colectivo: participar en rituales colectivos, ceremonias, misas, velas, memoriales digitales o actos comunitarios ayudan a compartir el dolor. En este concepto las hoy omnipresentes imágenes, o citas en redes sociales y compartir espacios y así sea seguir un Hashtag (#GraciasPapaFrancisco) puede adquirir significado y nos integra de alguna manera, a lo colectivo.

Las señales de duelo complicado son varias. Algunas de ellas son el insomnio crónico o pesadillas recurrentes, aumento de la fatiga o cansancio en situaciones que antes no la ocasionaban, ideas de culpa o intentar mentalmente la reconstrucción de episodios del pasado, o inclusive el aislamiento extremo, así como dejar actividades importantes, como trabajo, estudio etc.

El duelo no es el final, es un camino

El duelo colectivo puede adquirir
El duelo colectivo puede adquirir sentido si se lo vive como el arte del Kintsugi, donde las cicatrices no se ocultan sino que generan belleza (Cortesía Embajada de Japón)

Pensar en el duelo no como un final sino como un camino, desde ya no grato pero si cargado de significado, puede ser el comienzo. En la medida que uno empiece a estar a la escucha de los propios pensamientos, emociones, sentimientos y hasta reacciones corporales y fundamentalmente las acepte, no las critique o busque eliminarlas, puede ser el comienzo de un camino en el cual encontremos significado y sentido existencial.

Aceptar sin condiciones esta pérdida no es un acto de nostalgia, sino un desafío ético: ¿Seremos capaces de convertir el vacío en un llamado a la acción, o permitiremos que la sombra de lo no aceptado tanto individual como colectivamente nos fragmente, nos divida?

Procesar este duelo no es cerrar una herida, sino aprender a caminar con ella, recordando que en la aceptación de nuestra finitud radica el misterio de la nueva vida, de la resurrección. Esa fragmentación tanto individual o colectiva adquiere la belleza del arte Kintsugi, esos jarrones japoneses que adquieren belleza mostrando sus cicatrices.

En lo colectivo, poder entender en ese dolor que el otro es uno mismo, nos permite salir del individualismo extremo que está tan extendido en nuestra sociedad y que tanto inquietaba, sobre el que nos llamaba a la acción y alertaba el papa Francisco. Quizás allí en la acción en ese sentido, sea una forma de elaborar su pérdida, sosteniendo su legado.