
La afirmación es contundente: los adultos mayores que utilizan tecnología digital tienen menos riesgo de deterioro cognitivo. Así lo señala un metaanálisis publicado en Nature Human Behaviour, que analizó datos de más de 400.000 personas mayores de 50 años. La clave estaría en la estimulación cognitiva que estas herramientas propician.
“Vimos que los adultos mayores que utilizaban tecnologías cotidianas como teléfonos inteligentes, correo electrónico e internet mostraban menos problemas cognitivos”, destacó Jared F. Benge, neuropsicólogo de la Universidad de Texas y coautor del estudio. “Estos resultados se mantuvieron incluso después de ajustar los ingresos, la educación y otros factores que podrían explicar los efectos”, amplió.
Tecnología digital y reserva cognitiva

El concepto central detrás de estos hallazgos es la “reserva cognitiva”, una suerte de red de apoyo cerebral que permite mantener funciones mentales pese al paso del tiempo o a posibles daños.
Consultada por Infobae, la bióloga e investigadora adjunta del Conicet en el Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella, Andrea Goldin, lo resumió así: “La reserva cognitiva es una medida de la resiliencia que tienen las redes neurales frente a la disrupción. Es un concepto que permite explicar diferencias individuales en la susceptibilidad que tiene una persona frente al deterioro cognitivo”.
Con ella coincidió el médico neurólogo Guido Dorman (MN 144.347), miembro de la Clínica de la Memoria y Coordinador del Centro de Día y del Programa de Estimulación Integral para pacientes con Deterioro Cognitivo de Ineco, para quien, “este tipo de estimulación refuerza las conexiones neuronales y favorece la reserva cognitiva”.
Este tipo de reserva no se adquiere de forma pasiva. Se construye a lo largo de la vida con prácticas constantes. Goldin lo asoció con “la participación periódica en actividades estimulantes, tener actividades de ocio no contraproducentes, más actividades sociales, ocupaciones más complejas”.
Todos esos factores, explicó, “contribuyen progresivamente a incrementar la reserva cognitiva, entendida como un conjunto de recursos neuronales acumulados que otorgan resiliencia frente al deterioro funcional. Esta reserva puede sostener el rendimiento cognitivo durante un tiempo, pero es finita y comienza a agotarse conforme avanzan los procesos neurodegenerativos”.
¿Son las pantallas un remedio contra el paso del tiempo?

La investigadora advirtió que el deterioro cognitivo “llamado típico, o producto de la edad, y no ocasionado por alguna patología lo tienen todas las personas. Comienza a los 20 y pocos (años) y avanza cada vez más rápido”. Y remarca que “a partir de los 60-65 estos deterioros se intensifican”.
Benge apuntó que “el cerebro muestra diferentes grados de plasticidad a diferentes edades”. Los más jóvenes están en una “ventana crítica” para las exposiciones digitales, mientras que los adultos mayores, aunque más lentos, “pueden mostrar menos plasticidad […] Estar en contacto con tecnologías digitales puede ayudar a la cognición de las personas mayores al fomentar un pensamiento más complejo”.
Goldin también aclaró que “el deterioro es producto del propio deterioro físico que van teniendo todas las personas. Y es lo que hace que empiecen a olvidarse cada vez más de cosas, cueste más organizarse, la planificación, etc”. Frente a ese panorama, se preguntó más que cómo impedirlo, “¿qué podemos hacer para retrasarlo un poco?”, y apuntó que mantener una vida activa y cognitivamente estimulante como primera respuesta.
¿Qué tipo de uso de las tecnologías marca la diferencia?

“El clásico ejemplo son los crucigramas - dijo Goldin-. En un primer momento son un tipo de entrenamiento cognitivo, porque resulta desafiante, pero hay un punto en el cual ya sale fácil y ahí deja de serlo”.
Del mismo modo ocurre con el uso de tecnologías digitales: “Realizar una actividad en formato digital implica un nivel de exigencia cognitiva comparable al de su versión analógica. Sin embargo, para muchas personas adultas, la interfaz digital puede representar un desafío adicional, y superar ese umbral de dificultad constituye un estímulo cognitivo extra que potencia sus beneficios”.
“Cuando una persona interactúa con pantallas para leer, comunicarse, resolver problemas o entretenerse, está activando funciones clave como la memoria, el lenguaje, la atención y la toma de decisiones -aportó Dorman-. Este tipo de estimulación refuerza las conexiones neuronales”.
No obstante, la neurocientífica advirtió que no toda interacción con medios digitales conlleva beneficios cognitivos: “El consumo pasivo de contenidos, como ver televisión, carece del nivel de demanda mental necesario para estimular funciones cognitivas. La falta de ejercitación regular de una habilidad conlleva inevitablemente a su deterioro”. También señaló que ciertos hábitos digitales, como el ‘scrolleo’ sin propósito, no requieren procesamiento activo y pueden afectar negativamente la atención sostenida y la capacidad de concentración.
Qué otros hábitos protegen la salud del cerebro

“El entrenamiento cognitivo se puede lograr mediante programas especializados”, afirmó Goldin, quien mencionó el caso de Mate Marote, que ella desarrolló junto a otros colegas, inicialmente diseñado para niños pero ya aplicado en adultos mayores. Sin embargo, advirtió: “Lo que necesitamos son actividades desafiantes, pero no frustrantes. Desafiante para la cognición y para cada una de las habilidades que la componen, o sea, para la atención, para la memoria, para la planificación, para el cambio de perspectivas, la flexibilidad cognitiva, para el control de impulsos, etcétera”.
En este sentido, Dorman propuso que existe un abanico amplio de herramientas que ayudan a la plasticidad cerebral a partir de la mediana edad: “Aprender un idioma o un instrumento, leer, escribir, bailar, hacer arte, jugar al ajedrez o simplemente mantenerse físicamente activo. También lo social: una charla interesante, compartir una salida o reír con amigos activa distintas zonas del cerebro”.
Ambos especialistas resaltaron la importancia del compromiso emocional con la tarea. Goldin enfatizó que debe haber “engagement, que que la persona se compenetre en lo que sea que haga” y que las actividades sean personalizadas: “Cada uno de nosotros somos mejores con algunas habilidades cognitivas y peores en otras. Entonces, para cada una de esas habilidades cognitivas podemos realizar entrenamiento cognitivo”.
Críticas metodológicas al estudio y desigualdades digitales

Sobre el trabajo, Goldin planteó reparos a la metodología: “Del total de estudios con los cuales empezaron, finalmente por cuestiones metodológicas sólo pudieron incluir 57 estudios, por lo que la potencia del estudio es moderada”.
Y desde una perspectiva del sur global, Goldin planteó una advertencia clave: “La mayoría de los estudios que se analizaron son de países ricos, de hecho, de los 57, tres o cuatro son en países pobres, no más. En los países periféricos es en donde más incidencia de demencia se espera para el futuro y todavía no hay muchos datos”. A esto sumó una reflexión sobre las barreras estructurales: “Es más costoso en países como el nuestro, es más difícil tener acceso a buenos smartphones, a buena conectividad”.
La investigadora también subrayó que este sesgo puede amplificar las brechas ya existentes: “Esto enciende una señal de alarma: es otra forma más de seguir perpetuando las desigualdades en el futuro”. Para ella, si las herramientas de prevención solo están disponibles en contextos privilegiados, el impacto global será limitado.
La importancia de la “dosis” de tecnología y del desafío cognitivo

Una constante en el planteo de Goldin es la moderación y la exigencia adecuada: “Todo siempre depende de la dosis. Asumamos que el uso de tecnologías digitales con actividades desafiantes mejora el rendimiento cognitivo y retrasa el deterioro cognitivo. Todo depende de la dosis”.
Mencionó incluso estudios que sugieren una relación de tipo U invertida: “La pasividad es super contraproducente en ese sentido, pero por otro lado también está esto de la dosis”.
Según ella, este balance entre esfuerzo y capacidad es esencial para que el uso tecnológico sume en lugar de restar: “Lo que sí está claro del entrenamiento cognitivo es que son ejercicios que sean demandantes, pero no frustrantes. Que estén en un nivel en el cual cueste hacerlos, pero no desmotive”.

Finalmente, Goldin subrayó un aspecto emocional: “Tener desafíos a mucha gente le genera, si son desafíos razonables, ganas de aprender, motivación, entusiasmo, y todo eso también va a favor de retrasar el deterioro cognitivo”.
Dorman aportó para el cierre un punto complementario: “Mantener una mente activa, un cuerpo saludable y buenos vínculos sociales puede retrasar o incluso reducir la probabilidad de desarrollar enfermedades como el Alzheimer. No se trata sólo de prevenir, sino de construir salud cerebral a lo largo de la vida”.
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