
Cada mañana, millones de personas en todo el mundo inician su día con una rutina bien establecida: café, desayuno y una o más píldoras de vitaminas.
Influenciados por recomendaciones médicas, mensajes publicitarios y consejos de conocidos, el consumo de suplementos ha crecido exponencialmente en las últimas décadas.
Como menciona Science Illustrated, en 2024, la industria de vitaminas alcanzó un valor global de 350.000 millones de dólares, con un crecimiento anual del 6%.
Pero ¿realmente necesitamos estos suplementos o simplemente estamos alimentando un negocio lucrativo?
El descubrimiento de las vitaminas y su función en el cuerpo
El papel de las vitaminas en la salud humana se descubrió hace poco más de un siglo. En 1913, el bioquímico estadounidense Elmer McCollum demostró que las ratas que consumían una dieta limitada a proteínas, grasas, carbohidratos y minerales no prosperaban.
Sin embargo, al añadir mantequilla a su alimentación, los animales mejoraban considerablemente.
Fue así como se identificó la vitamina A, dando inicio a la búsqueda de otras sustancias esenciales para el organismo.
A lo largo de las siguientes tres décadas, los científicos descubrieron un total de 13 vitaminas esenciales.
A diferencia de los macronutrientes, las vitaminas no aportan energía ni construyen tejido, pero son fundamentales para el correcto funcionamiento del cuerpo.
Actúan como catalizadores en múltiples procesos biológicos, permitiendo que el metabolismo opere de manera óptima.
La carencia de una sola vitamina puede desencadenar trastornos graves, desde el escorbuto hasta problemas neurológicos o déficits en el desarrollo.
¿Es realmente necesario tomar suplementos?
El temor a la deficiencia vitamínica ha impulsado el consumo de suplementos en todo el mundo, pero los expertos advierten que este miedo puede ser exagerado.
Lars Ove Dragsted, profesor de Biomedicina y Nutrigenómica en la Universidad de Copenhague, señala que muchas personas tienen niveles bajos de ciertas vitaminas, pero esto no implica necesariamente una deficiencia grave.

Según Dragsted, la mayoría de las deficiencias son leves y transitorias, y pueden corregirse con una alimentación equilibrada. No obstante, existen dos excepciones clave:
- Vitamina B12:
- Fundamental para la formación de glóbulos rojos y el funcionamiento del sistema nervioso.
- Se encuentra principalmente en alimentos de origen animal.
- Su deficiencia es común en personas mayores y en quienes siguen dietas veganas.
- Al ser hidrosoluble, se elimina rápidamente del cuerpo y requiere una ingesta regular.
- Vitamina D:
- Esencial para la absorción de calcio y la salud ósea.
- Se sintetiza en la piel mediante la exposición solar.
- En países con poca luz solar, en personas con piel oscura o en quienes pasan mucho tiempo en interiores, los niveles pueden ser insuficientes.
- Al ser liposoluble, se almacena en el cuerpo por más tiempo, pero su déficit puede derivar en osteoporosis y otras afecciones.
Las consecuencias del déficit vitamínico en la actualidad
Aunque muchas personas consumen suplementos sin necesitarlos, el déficit vitamínico sigue siendo un problema en ciertos grupos vulnerables.
En 2024, un hombre en Australia fue diagnosticado con escorbuto, una enfermedad históricamente asociada con los marineros del siglo XVIII que carecían de vitamina C en su dieta.
El paciente, tras una cirugía para bajar de peso, no pudo costear los suplementos prescritos y su alimentación se redujo a un nivel tan pobre que desarrolló la enfermedad.
Este caso refleja cómo factores económicos y sociales pueden afectar la ingesta de nutrientes esenciales.
Además, algunas vitaminas no están disponibles directamente en los alimentos, sino en forma de provitaminas que deben ser convertidas por el organismo.
Por ejemplo, el betacaroteno de las zanahorias no es una vitamina en sí, pero el cuerpo lo transforma en vitamina A.
¿Píldoras o alimentos? El debate sobre la absorción de vitaminas

Existe la creencia de que las vitaminas se absorben mejor en los alimentos que en los suplementos, pero Dragsted desmiente este mito.
Según el experto, los suplementos están diseñados para una absorción óptima, e incluso algunas vitaminas se aprovechan mejor en píldoras que en los alimentos.
Un ejemplo claro es la vitamina A, que se absorbe con mayor eficacia en suplementos que a partir de fuentes naturales como los vegetales de color naranja o el hígado.
El peligro del exceso: cuando las vitaminas dejan de ser saludables
Si bien la falta de vitaminas puede causar problemas graves, el consumo excesivo también conlleva riesgos.
Algunas vitaminas, especialmente las liposolubles (A, D, E y K), se almacenan en el cuerpo y pueden alcanzar niveles tóxicos con facilidad.
- Vitamina A: una sobredosis puede dañar el hígado y provocar problemas neurológicos. Solo 3 o 4 veces la dosis diaria recomendada pueden generar toxicidad.
- Vitaminas hidrosolubles (C y grupo B): suelen eliminarse con la orina, pero en dosis excesivas pueden provocar efectos adversos como picazón, entumecimiento o diarrea (B3, B6 y C).
El futuro de las vitaminas: personalización según el ADN
La investigación en nutrigenómica ha demostrado que la genética influye en la absorción y el metabolismo de las vitaminas.
En 2020, científicos finlandeses descubrieron que algunos genes determinan la necesidad de suplementación de vitamina D.
Una revisión de 2018 identificó variantes en 19 genes asociados con la absorción de vitamina B12.
Estos hallazgos sugieren que, en el futuro, los suplementos vitamínicos podrían diseñarse de manera personalizada, adaptándose a la biología individual de cada persona.

¿Debemos tomar suplementos?
El debate sobre la suplementación vitamínica sigue abierto. Lars Ove Dragsted advierte que la mayoría de las personas solo necesita suplementos específicos, mientras que el consumo generalizado beneficia más a los fabricantes que a los consumidores.
Para quienes tienen una dieta equilibrada, las píldoras de vitaminas pueden ser innecesarias. Sin embargo, en grupos vulnerables como adultos mayores, veganos o personas con problemas de absorción, los suplementos pueden ser una herramienta útil.
En última instancia, la clave está en la moderación y en priorizar una alimentación saludable antes de recurrir a una pastilla.
Como bien señala Dragsted, “los suplementos no suelen ser dañinos, pero su mayor impacto puede ser en el bolsillo más que en la salud”.
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