
En los últimos años, el consumo de leche en México se ha transformado en respuesta a estilos de vida cambiantes, tendencias de salud y avances en la industria alimentaria, lo que se refleja en la oferta diversa de productos lácteos presentes en supermercados y tiendas de conveniencia. Así lo documenta la Revista del Consumidor de la Profeco en su edición de septiembre de 2025.
La leche, considerada por generaciones un alimento completo y equilibrado, es fuente destacada de calcio, proteínas, vitaminas como la A, D, B1, B2, B6 y B12, y minerales como fósforo, zinc y magnesio.
El calcio que aporta se asocia con la formación y mantenimiento de huesos fuertes, ayudando a evitar la osteoporosis, mientras que las proteínas, en especial la caseína y las del lactosuero, cumplen funciones importantes en el desarrollo y la reparación de tejidos. Aunque su composición principal es agua, la leche integra además grasa butírica, lactosa y sólidos no grasos, lo cual le confiere su sabor característico y propiedades nutricionales.

Para el consumidor actual, entender la clasificación de la leche resulta clave al momento de la compra. Según la normativa, la leche se define y etiqueta con base en el contenido de grasa butírica: la leche entera contiene al menos 30 gramos por litro, la semidescremada entre 16 y 18 gramos por litro, la parcialmente descremada de 6 a 28 gramos por litro, y la descremada, máximo 5 gramos de grasa por litro.
Además, la leche puede pasar por diferentes procesos secundarios como pasteurización, ultrapasteurización, microfiltración, evaporación y deshidratación, cada uno con el objetivo de asegurar calidad microbiológica y extender su vida útil.
La leche deslactosada, cada vez más presente debido a la demanda de quienes padecen intolerancia a la lactosa, resulta de procesos en los que se elimina o transforma este azúcar, con técnicas que van de la incorporación de la enzima lactasa hasta métodos de filtración avanzada. Así, estas variedades pueden consumirse sin perder los beneficios centrales del producto original.

El aspecto de mayor relevancia para los consumidores es distinguir entre lo que legal y nutricionalmente se llama leche y aquello que se comercializa bajo la denominación de producto lácteo o producto lácteo combinado. Según la normativa, la leche es el alimento que conserva los componentes naturales tal como provienen del animal, mientras que los productos lácteos y combinados contienen ingredientes adicionales, principalmente grasas vegetales, además de aditivos, saborizantes o componentes rehidratados.
La diferencia crucial radica en su composición: mientras la leche mantiene el perfil de proteínas, caseína, grasa butírica y lactosa requeridos por las normas, los productos lácteos pueden contener menos proteínas o reemplazar hasta la totalidad de la grasa animal por grasa vegetal.
Asimismo, las etiquetas de estos productos deben informar si fueron objeto de procesos primarios y secundarios, así como la inclusión de cualquier saborizante o ingrediente extra. La distinción, aunque a veces sutil a la vista, resulta fundamental en la elección informada de los consumidores, quienes deben valorar tanto la integridad nutricional del producto como sus necesidades y objetivos dietéticos.
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