
La estructura del entorno urbano tiene un impacto directo en la salud mental de la población, especialmente en contextos de pobreza, violencia y precariedad habitacional, de acuerdo con la doctora María Elena Medina-Mora, investigadora en salud mental y miembro del Colegio Nacional.
Durante su participación en el conversatorio Salud y Ambiente, la especialista presentó los hallazgos de un estudio regional que analizó las condiciones sociales y ambientales de ciudades como Ciudad de México, Lima, São Paulo y Medellín. Los resultados revelaron que la prevalencia de trastornos mentales está vinculada a factores como el desempleo, la falta de escolaridad, la concentración de población migrante, la inseguridad y la exposición a distintos tipos de violencia.
Medina-Mora subrayó que el entorno construido, incluyendo la calidad de las viviendas, la disponibilidad de luz natural, la ventilación adecuada, la cercanía a áreas verdes y la percepción de seguridad, influye directamente en el bienestar emocional. En contraste, condiciones como calles sin árboles, ruido constante y hacinamiento favorecen el desarrollo de ansiedad, depresión, adicciones y otras enfermedades mentales graves.
Sin diagnóstico ni tratamiento
En México, datos de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica indican que casi 29% de los adultos ha experimentado al menos un trastorno mental en su vida, y que más del 80% de los casos no recibe atención profesional, principalmente por estigmas sociales, falta de servicios especializados y barreras económicas.
En América Latina, el 34% de la población presenta algún tipo de trastorno mental. Estos padecimientos representan el 19% de la carga de enfermedad, lo cual se traduce en miles de casos sin diagnóstico ni tratamiento. La mayoría de los casos no son atendidos debido a estigmas sociales y falta de acceso a servicios especializados.
La evidencia científica ha documentado que el contacto con la naturaleza puede disminuir el estrés y reducir la incidencia de problemas de salud mental. Medina-Mora enfatizó que la planeación urbana con espacios verdes accesibles y servicios públicos funcionales es una medida de prevención eficaz, además de un factor de apoyo para quienes ya presentan algún trastorno.

También explicó que los efectos de la violencia son persistentes. Las personas expuestas a violencia interpersonal, organizada o sexual enfrentan un riesgo significativamente mayor de padecer trastornos mentales. En casos de violencia sexual, el tiempo promedio de recuperación emocional es de once años.
La especialista planteó la necesidad de replantear no sólo el enfoque médico de atención a la salud mental, sino también las formas en que se construyen las ciudades y se organizan los espacios comunitarios. Señaló que vivir en comunidad, en un entorno seguro y digno, puede tener un efecto preventivo y terapéutico.
Finalmente, destacó que la carga del cuidado de personas con enfermedades mentales recae, en su mayoría, sobre mujeres de bajos ingresos. De acuerdo con datos presentados, el 80% de quienes desempeñan esta labor son mujeres en situación de pobreza, muchas veces sin apoyo institucional ni reconocimiento social.
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