
El ajo es un ingrediente bastante utilizado en la gastronomía pero también como remedio natural. Sus propiedades terapéuticas han sido ampliamente estudiadas, destacando su capacidad para reducir el colesterol y contribuir al control del peso.
Esta especie contiene principalmente la alicina, un componente sulfurado que se libera cuando el ajo es machacado o picado. El cual posee múltiples beneficios para la salud cardiovascular.
Diversos estudios han demostrado que el consumo regular de ajo puede disminuir el colesterol LDL (el “colesterol malo”) y, a su vez, aumentar ligeramente los niveles de colesterol HDL (el “colesterol bueno”). Esta acción contribuye a prevenir la acumulación de placas en las arterias, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como la aterosclerosis o los ataques al corazón.

Además de la alicina, el ajo es rico en antioxidantes, como los flavonoides y selenio, que ayudan a combatir el estrés oxidativo y la inflamación, factores clave en la acumulación de colesterol en las arterias.
El ajo también ha sido relacionado con el control del peso corporal. Uno de sus principales mecanismos se basa en su capacidad para estimular el metabolismo, incrementando la quema de calorías en el organismo.
Además, tiene efectos termogénicos, es decir, contribuye a generar calor corporal, lo que favorece la pérdida de grasa. Por otro lado, esta especie puede disminuir el apetito al regular los niveles de hormonas asociadas con el hambre.
Entre ellas, la leptina, una hormona clave en la sensación de saciedad. Así, incorporar ajo de manera habitual en la dieta puede suponer una herramienta útil en estrategias de pérdida de peso o mantenimiento del peso ideal.

Cómo consumir el ajo
Para garantizar la máxima efectividad de sus compuestos, es importante consumir el ajo de forma adecuada.
- Ajo crudo: De esta manera, la alicina se activa cuando el ajo se tritura o pica en crudo. Es ideal consumirlo fresco para preservar sus propiedades. Un diente de ajo crudo al día puede ser suficiente.
- En ayunas: Consumir un diente de ajo en ayunas es una práctica habitual en la medicina tradicional. Se considera que, en este momento, su absorción es más eficiente.
- En infusiones: Hervir un diente de ajo pelado durante 10 minutos en agua y añadir limón o miel puede potenciar sus beneficios antioxidantes y digestivos.
- En cápsulas o suplementos: Para quienes tienen dificultad de consumir ajo fresco, los extractos o cápsulas de ajo son una alternativa efectiva, siempre bajo la recomendación de un profesional de la salud.
- Cocinado: Aunque el calor reduce parte de la alicina, el ajo cocido conserva otros compuestos importantes. Se puede añadir a sopas, guisos o salteados.

Aunque el ajo es seguro para la mayoría de las personas, un consumo excesivo puede causar molestias gastrointestinales, como acidez o gases. También puede interactuar con medicamentos anticoagulantes, por lo que es importante consultar a un médico antes de incorporarlo en grandes cantidades.
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