
El envejecimiento no solo se refleja en la piel o en las arrugas del rostro. Nuestro cabello también revela, con el paso del tiempo, señales de envejecimiento: la pérdida de color natural, la aparición de canas, una menor densidad capilar y la caída del cabello. Si bien es cierto que la genética tiene un papel determinante, cada vez más estudios y especialistas destacan la influencia de los hábitos diarios, la dieta y el manejo del estrés en este proceso.
Así lo reveló la doctora Mariel Silva, especialista en antienvejecimiento y directora de los servicios médicos de Sha Wellness Clinic, y con Carmen Mera, nutricionista del mismo centro para el medio Telva, en España. Ambas coinciden en que el cabello es un verdadero espejo de nuestra salud interna.
Silva explica que, si bien la predisposición genética marca un punto de partida, nuestros hábitos —lo que se conoce como epigenética— también influyen en el estado del cabello. “El cabello no es solo una característica estética. Refleja cómo está nuestro organismo por dentro. Cuando se ve apagado, fino o con canas prematuras, muchas veces está respondiendo a procesos de inflamación crónica, estrés oxidativo y carencias nutricionales”, comenta.

La aparición de canas, por ejemplo, está directamente relacionada con la disminución en la producción de melanina, el pigmento natural que da color al cabello. Esta producción depende de los melanocitos, unas células que se ven afectadas por los radicales libres, moléculas inestables que dañan las estructuras celulares, incluyendo las que mantienen el color del pelo. “A medida que envejecemos, el cuerpo acumula más radicales libres, lo que debilita a los melanocitos y acelera la pérdida de pigmentación”, explica Silva.
La inflamación crónica, muchas veces silenciosa, también juega un rol determinante. Esta puede ser provocada por malos hábitos alimenticios, el estrés emocional, la falta de descanso o incluso por el sedentarismo. “Un folículo inflamado pierde fortaleza, lo que no solo favorece la caída, sino que también impide una regeneración saludable del cabello”, afirma la doctora.
Por eso, mantener una dieta rica en antioxidantes no solo ayuda a preservar la producción de melanina, sino también a mejorar la calidad general del cuero cabelludo.

¿Qué comer para tener un cabello joven y fuerte?
Carmen Mera detalla los alimentos que no pueden faltar si queremos preservar un cabello saludable. “Una dieta rica en frutos rojos, espinacas, aceite de oliva, semillas de chía, té verde, cúrcuma y frutos secos proporciona los antioxidantes necesarios para combatir el envejecimiento capilar”, explica.
Asimismo, las vitaminas del grupo B, en especial la B12, B9 (ácido fólico) y la biotina, junto con minerales como el zinc, hierro y cobre, son fundamentales para mantener la pigmentación y la estructura del folículo piloso. “A partir de los 40, los cambios hormonales aumentan la vulnerabilidad del cabello, por lo que debemos potenciar aún más nuestra alimentación con omega-3, antioxidantes y proteínas de alta calidad”, subraya.
En cuanto a las fuentes de proteína, Mera recomienda incluir legumbres, quinoa, frutos secos, y pescados como el salmón y la caballa, ya que aportan aminoácidos esenciales como la glutamina, cisteína y lisina, indispensables para la formación de queratina, proteína estructural del cabello.

El estrés, el sueño y la hidratación: aliados (o enemigos) del cabello
Más allá de lo que comemos, nuestros hábitos cotidianos también influyen en cómo envejece nuestro pelo. La gestión del estrés —mediante prácticas como la meditación o el yoga—, un descanso reparador y una adecuada hidratación son esenciales para un cuero cabelludo saludable.
“El cabello necesita oxigenación, nutrientes y un entorno saludable para crecer. Si el cuerpo está constantemente bajo presión o mal alimentado, los folículos capilares serán de los primeros en resentirse”, comenta Mariel Silva.

¿Y si ya tengo canas?
Aunque no existe una cura milagrosa para revertir las canas, adoptar un estilo de vida saludable puede frenar su progresión. “Incluso si ya tienes canas, seguir una dieta adecuada y reducir el estrés oxidativo puede ayudar a conservar la salud y fuerza del cabello”, señala la especialista. Además, cuidar la salud intestinal y evitar alimentos ultraprocesados también contribuye al equilibrio general del organismo y, por ende, a un cabello más sano.
El envejecimiento del cabello no es inevitable, pero sí influenciable. Aunque la genética establece las bases, nuestros hábitos diarios pueden acelerar o ralentizar el proceso. Una buena alimentación, la reducción del estrés, un descanso adecuado y el cuidado del cuero cabelludo pueden marcar una diferencia notable en cómo lucimos y, sobre todo, en cómo nos sentimos.
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