
Las cifras de personas diagnosticadas con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) han alcanzado niveles sin precedentes en distintos países, impulsadas por una mayor conciencia social, así como una mayor fijación por la salud mental. Concretamente, más del 11 % de los niños en Estados Unidos habría recibido un diagnóstico de TDAH en algún momento de su vida en 2023, frente al 8 % registrado en 2003, según confirma la revista Nature. Este incremento ha generado preocupación entre especialistas y autoridades, que advierten sobre el riesgo de sobrediagnóstico y las posibles consecuencias para las personas afectadas.
En este sentido, altos funcionarios de salud pública en Estados Unidos, entre ellos Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y director de la Comisión Make America Healthy Again, sostienen que el país enfrenta una “crisis de sobrediagnóstico y sobretratamiento” relacionada con el TDAH. Por eso, han mostrado sus dudas sobre la eficacia de los medicamentos en el largo plazo y ha planteado la necesidad de revisar los métodos de evaluación actuales. Frente a ello, el crecimiento de diagnósticos también evidencia una mayor detección en poblaciones históricamente desatendidas, como las niñas y mujeres, cuyos síntomas muchas veces pasaban inadvertidos en años previos.
Mientras el diagnóstico se expande, el debate en torno a su manejo cobra fuerza. Y es que este muchos cuestionan la etiqueta de “trastorno” y proponen que estas diferencias neurobiológicas obtengan una mayor comprensión y adaptaciones sociales, antes que una medicación. “Tengo un gran problema con el ‘desorden’. Es el sistema escolar el que está desordenado. No son los niños”, afirma Jeff Karp, ingeniero biomédico del Hospital Brigham and Women’s de Boston y persona con diagnóstico de TDAH.
A pesar de estas peticiones, el ámbito médico subraya las consecuencias negativas para aquellos que no reciben un tratamiento adecuado. “Escucho a mucha gente hablar de que el TDAH es un don y un superpoder, y lo aplaudo. Pero no quiero restarle importancia al impacto que el TDAH puede tener en la vida de una persona cuando no se diagnostica o no se controla adecuadamente”, remarca Jeremy Didier, médico especialista y presidente de Niños y Adultos con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (CHADD).

El cambio de criterios de diagnóstico como uno de los factores del incremento
El TDAH presenta tres modalidades reconocidas oficialmente: predominancia de inatención, hiperactividad-impulsividad o ambas combinadas. Para ser diagnosticada, una persona debe presentar síntomas durante al menos seis meses y en diversos entornos, como la escuela y el hogar, junto con evidencia de que estos síntomas afectan negativamente la vida cotidiana.
El aumento de diagnósticos ha sido generalizado, un hecho similar al incremento en los diagnósticos de autismo. Pero en el caso de Reino Unido se han duplicado en niños y se ha cuadriplicado en niñas entre el año 2000 y el 2018. Mientras que en adultos la detección se ha disparado. “Tenemos cifras que sugieren que estamos viendo un aumento”, señaló Max Wiznitzer, neurólogo pediátrico del Rainbow Babies and Children’s Hospital en Cleveland.
Este crecimiento no se corresponde con un aumento equivalente en síntomas de hiperactividad, impulsividad o inatención. No obstante, esto tiene sentido, ya que “al ampliar los criterios, obviamente aumentamos ligeramente la prevalencia”, explica Luis Rohde, psiquiatra y especialista en TDAH de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Y es que, las pautas necesarias para diagnosticar TDAH se modificaron en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) publicada en 2013 -frente a la cuarta publicada en 1994-.
Con la edición anterior, el diagnóstico exigía la presencia de al menos seis de nueve síntomas de inatención o seis o más de nueve síntomas de hiperactividad, y establecía que estos debían manifestarse antes de los siete años. Pero con el manual actual, los parámetros se modificaron de tal forma que los síntomas debían aparecer antes de los 12 años y, en el caso de adultos, bastaba con cinco síntomas para confirmar el diagnóstico.
Diagnósticos más liberales y rápidos gracias a una mayor conciencia social
Otro de los factores que han influido en el aumento de su diagnóstico ha sido la tendencia de los médicos para consignar la presencia del TDAH en conjunto con otros trastornos. Aunque también lo ha sido la información infinita que se comparte en redes sociales y el mayor acceso a los servicios de salud mental. En este sentido, expertos como Sven Bölte, del Instituto Karolinska de Estocolmo, consideran que los médicos están interpretando los criterios diagnósticos de una manera más liberal y abierta, lo que contribuye al aumento observado.
Con respecto a ello, uno de los elementos más cuestionados es la rapidez con la que se realizan algunos diagnósticos, especialmente a través de consultas en línea o por personal médico sin formación en TDAH. “Reciben una consulta de 15 o 20 minutos y se realiza el diagnóstico”, advirtió Stephen Hinshaw, especialista en la Universidad de California, Berkeley. Ante ello, el ya nombrado, Jeremy Didier destaca la necesidad de una evaluación profesional integral: muchas personas continúan sin recibir diagnóstico ni tratamiento adecuados.
Y es que, con el auge de las redes sociales, y especialmente con TikTok, se ha desempeñado un papel fundamental en la difusión de información sobre síntomas y experiencias ligadas al TDAH. Esta exposición mediática, también, ha generado interés entre personas que no habían identificado previamente sus síntomas y las impulsa a buscar diagnósticos profesionales o adaptaciones en la escuela y el trabajo; algo que fomenta el auge de casos y las consultas efímeras.
Aun así, hay que tener en cuenta que los factores socioeconómicos condicionan el acceso al diagnóstico, claramente por “el infradiagnóstico, el estigma y el infratratamiento”, señala Rohde para Nature. Por este motivo, muchos de los que ahora pueden acceder a un diagnóstico lo hacen a través del de sus hijos. Y es que los estudios muestran que la prevalencia genética del TDAH permanece estable, con una heredabilidad del 70 al 80 %.
En este sentido, Wiznitzer remarca que, al diagnosticar a un niño, “casi invariablemente [uno de] los padres también lo padece”. Así, a medida que el debate avanza y la conciencia pública crece, se multiplican las voces que piden un enfoque integrador y preciso para abordar el TDAH, desde la reforma de criterios diagnósticos hasta la creación de entornos escolares y laborales verdaderamente adaptativos.
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