Manel Esteller, doctor experto en longevidad: “Si mantenemos las condiciones, dentro de 100 años veremos personas de 110, 120 o 130 años”

Según Esteller, el envejecimiento es un proceso influido por la genética, la epigenética y el entorno. Su trabajo se centra en cómo los factores externos modifican la actividad de los genes

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Experto en longevidad y epigenética
Experto en longevidad y epigenética durante una conferencia (EFE)

El médico español Manel Esteller, una de las voces más reconocidas en epigenética a nivel internacional, sostiene que el ser humano podría alcanzar edades de 110, 120 o incluso 130 años dentro de un siglo si se dan las condiciones adecuadas. Así lo afirmó en una entrevista concedida en 2024 a la Cadena SER, donde detalló qué factores ambientales, económicos y sanitarios podrían permitir un salto notable en nuestra longevidad. Esteller, jefe del Grupo de Epigenética del Cáncer del Instituto Josep Carreras y catedrático de Genética en la Universidad de Barcelona, señaló que el futuro de la salud humana dependerá tanto del cuidado del planeta como del avance de la tecnología médica aplicada al cuerpo.

En sus palabras, el escenario posible en el año 2124 combinaría un entorno saludable con la incorporación de elementos tecnológicos dentro del organismo. El especialista explicó que, si se logra preservar el equilibrio climático y garantizar estabilidad económica y alimentaria, las generaciones futuras vivirán en un contexto donde los tratamientos médicos permitirán sustituir órganos o reforzar funciones biológicas con apoyo tecnológico. Según Esteller, esta evolución no implicaría dejar de ser humanos, pero sí transformaría el modo en que entendemos el cuerpo y el envejecimiento.

Hoy, la referencia para medir la longevidad sigue siendo la esperanza de vida media y los datos de las llamadas “zonas azules”, regiones del mundo donde la población alcanza edades avanzadas con buena salud. Para 2054, las proyecciones sitúan la esperanza de vida en torno a los 77 años, aunque la cifra varía según el país y las condiciones socioeconómicas. El interés científico se centra en comprender qué hábitos o factores ambientales diferencian a estas zonas del resto del planeta y si pueden aplicarse a otras poblaciones.

Alimentación en las ‘zonas azules’

Uno de los casos más estudiados es Okinawa, en Japón. Esta región se ha convertido en un referente mundial por la elevada presencia de personas centenarias. Por cada 100.000 habitantes, 68 superan los 100 años, una cifra muy superior a la media global. Desde hace décadas, investigadores de distintos países analizan su modo de vida para entender qué explica esta longevidad prolongada. Entre las observaciones más repetidas está el peso de los hidratos de carbono en su dieta diaria, especialmente el boniato, que ocupa un lugar central. En cambio, la ingesta de proteínas es menor que en otros territorios con estilos de vida similares.

Mujeres montando en bicicleta en
Mujeres montando en bicicleta en Japón (AdobeStock)

Los científicos no han llegado a una única conclusión sobre por qué este patrón alimentario se asocia con una mayor vida útil, pero sí existe coincidencia en que la combinación de alimentos vegetales, rutinas moderadas de actividad física y fuertes vínculos sociales contribuye a un envejecimiento más saludable. Estos elementos, junto con la baja presencia de alimentos ultraprocesados, ayudan a explicar por qué Okinawa continúa siendo un punto de referencia para los estudios sobre longevidad.

Esteller situó estos ejemplos dentro de un marco más amplio: el envejecimiento como un proceso influido por la genética, la epigenética y el entorno. Su trabajo se centra en cómo los factores externos —alimentación, hábitos, exposición a tóxicos o estrés— modifican la actividad de los genes sin alterar su secuencia, lo que puede acelerar o frenar procesos relacionados con la salud y la aparición de enfermedades. Desde esta perspectiva, las zonas azules funcionan como laboratorios naturales donde las condiciones favorables se mantienen durante generaciones.

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Ecologismo y colectividad

El especialista insistió en que el futuro de la longevidad no depende únicamente de la medicina, sino también de la capacidad colectiva para sostener un mundo menos contaminado y más equitativo. Un planeta en peor estado, indicó, comprometería cualquier avance, mientras que un entorno estable permitiría que los progresos tecnológicos se integren de forma natural en la vida cotidiana. La idea de contar con “repuestos” biológicos no es un concepto de ciencia ficción, sino una línea de investigación abierta que ya se explora a través de implantes, terapias celulares y medicina regenerativa.

Aunque la predicción de alcanzar los 130 años es hipotética y depende de variables difíciles de anticipar, Esteller defiende que el ritmo de los avances científicos y la mayor comprensión del envejecimiento hacen posible imaginar un escenario más longevo para las generaciones futuras. Su reflexión se sitúa en un contexto donde la ciencia trata de comprender cómo prolongar la vida sin perder funcionalidad, y donde los ejemplos actuales de longevidad excepcional sirven como guía para lo que podría venir.